Morirse de risa
(Un artículo de Gonzalo Ugidos en el Magazine de El Mundo
del 2 de septiembre de 2012)
Menos bromas, la risa puede ser peligrosa. La única
conclusión a la que han llegado los neurobiólogos es que un ataque de
carcajadas estresa tanto los músculos que a poco que te descuides te puede
fulminar. Los chistes a veces los carga el diablo, empieza uno con un inicuo
jijiji y los hombros se convulsionan, la cabeza se balancea, las piernas flaquean,
el ritmo cardiaco se acelera, las arterias y venas se dilatan, baja la presión
arterial, los bronquios se abren, los pulmones se hiperventilan…Demasiado para
el cuerpo. La risa floja puede ser como un tiro al corazón. O sea, que maldita
la gracia.
1.- Calcas. La primera víctima registrada de un ataque de
risa fue el adivino Calcas, que la palmó, hace más de tres mil años, por ser
mal adivino y no saber que hasta el rabo de toro todo es toro. Calcas participó
en la guerra de Troya y es uno de los personajes de la Ilíada. Cuando volvió a
casa, un colega le vaticinó que nunca llegaría a catar el vino de sus uvas.
Tras la vendimia, Calcas invitó a su rival a beber para chotearse de él, y se choteó
tanto que murió asfixiado.
2.- Zeuxis. El pintor griego Zeuxis era un hiperrealista que
se partía de risa con sus trampantojos. En el año 398 a.C., una vieja le
encargó una pintura de Afrodita y exigió ser la modelo. Zeuxis comenzó a
desternillarse. Se le convulsionaron los músculos respiratorios, el diafragma,
la musculatura del abdomen y la de las extremidades…El hombre estaba tan
sofocado que no podía parar. Debido al reflujo del líquido gástrico en los
bronquios, se le encharcaron los pulmones, sufrió un edema agudo y falleció
antes que la anciana.
3.- Crisipo. El filósofo griego tuvo una muerte tonta. Era
una de las principales figuras del estoicismo y también un tipo afable con los
animales según se desprende del relato de su vida escrito por Diógenes Laercio.
La cosa es que a pesar de que el vino era entonces artículo de lujo, tanto
apego le tenía el metafísico a su burro que le dio un barreño de morapio. La
turca del rucio debió de ser tal que intentó comerse los higos de una chumbera.
La escena le resultó tan hilarante a Crisipo que no vivió para contarla.
4.- Martín I de Aragón. Rey también de Valencia, Mallorca,
Sicilia y Cerdeña y conde de Barcelona, se pasó la vida guerreando y de los
cuatro hijos que tuvo, ninguno le sobrevivió. El caso es que en 1410 se había
puesto morado en un banquete e incapaz de conciliar el sueño, le dio por leer
la Vida de los Filósofos Antiguos, de
Diógenes de Laercio. Cuando llegó al capítulo de la muerte de Crisipo, se le
contagió la risa y murió de una combinación de indigestión y ataque de risa.
5.- Pietro Aretino. Fue un tipo cáustico como el vitriolo y
un cachondo integral que, además de pornografía, escribió libelos satíricos
para mondarse. Su libro de sonetos Los
dieciséis modos describía una sucesión de atléticas figuras sexuales con
sugerentes grabados. Este hombre listo como un zorro supo vivir feliz como un
erizo. Vivió libre y se divirtió hasta el mismo día de su muerte. Su hermana
debía de ser otra cachonda y un día contó un relato que hizo tanta gracia a
Aretino que éste acabó cayendo de espaldas preso de una cataplexia.
6.- Sir Thomas Urquhart de Cromarty. Aquí el aristócrata
escocés fardaba tanto de su linaje que él mismo reconstruyó su árbol
genealógico, que llegaba hasta Adán y Eva… Después, se batió el cobre por los
Estuardo, lo encerraron en la Torre de Londres y anduvo entretenido creando un
idioma universal. En mayo de 1660 alguien le contó que se había restaurado la
monarquía británica. La noticia le produjo primero un escalofrío, después un
ataque de risa y la palmó de un síncope provocado por tanta carcajada.
7.- Señora Fitzherbert. En todas las lenguas existe la
expresión morirse de risa; en inglés lo
llaman fatal hilarity. Lo raro no es
la expresión, sino el que sea tan risible el número de bajas. Un día de 1782,
la señora Fitzherbert, una respetable viuda inglesa, fue al Covent Garden y
cuando el actor Charles Bannister apareció en escena la mujer tuvo un ataque de
risa tan fuerte que la tuvieron que sacar del teatro. Continuó riéndose toda la
noche y exhaló el último suspiro al día siguiente por la mañana.
8.- Alex Mitchell. En 1975 este albañil de 50 años de King’s
Lynn, Inglaterra literalmente
se murió de risa mientras miraba un episodio de The Goodies, una serie de humor absurdo de los años 70 y 80.
Su viuda, que fue testigo del óbito contó que después de 25 minutos de risa
floja, Mitchell colapsó y murió a consecuencia de un ataque cardíaco. Eso
dijeron los médicos a la viuda, que envió una carta a The Goodies dando las
gracias por hacer que los últimos minutos de su marido hubieran sido tan
risueños.
9.- En el 2003 Damnoen Saen-um, un
vendedor de helados tailandés, se murió de risa mientras dormía a la edad de 52
años. Su esposa lo intentó despertar pero no tuvo éxito, y finalmente tras dos
minutos de risa continua, expiró. Se cree que murió a consecuencia de un ataque
cardíaco o por asfixia.
10.- Ole Bentzen. Este
otorrinolaringólogo danés especializado en el desarrollo de audífonos murió en
1989 viendo la película Un pez llamado
Wanda. La risa le provocó una taquicardia en la escena en la que Ken se
pone patatas fritas en la nariz. No es que fuera para tanto; es que le recordó a
otra protagonizada por él mismo. Parece que fue víctima del llamado síncope de
la risa o síncope Seinfeld por la serie televisiva del mismo nombre, que en
1997 provocó que un hombre de 67 años se desmayara tres veces, desternillado.
11.- Eduardo Palomo. Al final de
Mary Poppins, el personaje de Mr. Dawes se muere de risa con un chiste que le
cuenta Mr. Banks. Al cantante y actor de telenovelas mexicano Eduardo Palomo le
pasó lo mismo. En 2003, mientras cenaba en Los Ángeles, falleció de un infarto
provocado por la gracia que le hizo un chiste contado por él mismo.
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