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domingo, febrero 17

Morirse de risa



(Un artículo de Gonzalo Ugidos en el Magazine de El Mundo del 2 de septiembre de 2012)

Menos bromas, la risa puede ser peligrosa. La única conclusión a la que han llegado los neurobiólogos es que un ataque de carcajadas estresa tanto los músculos que a poco que te descuides te puede fulminar. Los chistes a veces los carga el diablo, empieza uno con un inicuo jijiji y los hombros se convulsionan, la cabeza se balancea, las piernas flaquean, el ritmo cardiaco se acelera, las arterias y venas se dilatan, baja la presión arterial, los bronquios se abren, los pulmones se hiperventilan…Demasiado para el cuerpo. La risa floja puede ser como un tiro al corazón. O sea, que maldita la gracia.

1.- Calcas. La primera víctima registrada de un ataque de risa fue el adivino Calcas, que la palmó, hace más de tres mil años, por ser mal adivino y no saber que hasta el rabo de toro todo es toro. Calcas participó en la guerra de Troya y es uno de los personajes de la Ilíada. Cuando volvió a casa, un colega le vaticinó que nunca llegaría a catar el vino de sus uvas. Tras la vendimia, Calcas invitó a su rival a beber para chotearse de él, y se choteó tanto que murió asfixiado.

2.- Zeuxis. El pintor griego Zeuxis era un hiperrealista que se partía de risa con sus trampantojos. En el año 398 a.C., una vieja le encargó una pintura de Afrodita y exigió ser la modelo. Zeuxis comenzó a desternillarse. Se le convulsionaron los músculos respiratorios, el diafragma, la musculatura del abdomen y la de las extremidades…El hombre estaba tan sofocado que no podía parar. Debido al reflujo del líquido gástrico en los bronquios, se le encharcaron los pulmones, sufrió un edema agudo y falleció antes que la anciana.

3.- Crisipo. El filósofo griego tuvo una muerte tonta. Era una de las principales figuras del estoicismo y también un tipo afable con los animales según se desprende del relato de su vida escrito por Diógenes Laercio. La cosa es que a pesar de que el vino era entonces artículo de lujo, tanto apego le tenía el metafísico a su burro que le dio un barreño de morapio. La turca del rucio debió de ser tal que intentó comerse los higos de una chumbera. La escena le resultó tan hilarante a Crisipo que no vivió para contarla.

4.- Martín I de Aragón. Rey también de Valencia, Mallorca, Sicilia y Cerdeña y conde de Barcelona, se pasó la vida guerreando y de los cuatro hijos que tuvo, ninguno le sobrevivió. El caso es que en 1410 se había puesto morado en un banquete e incapaz de conciliar el sueño, le dio por leer la Vida de los Filósofos Antiguos, de Diógenes de Laercio. Cuando llegó al capítulo de la muerte de Crisipo, se le contagió la risa y murió de una combinación de indigestión y ataque de risa.

5.- Pietro Aretino. Fue un tipo cáustico como el vitriolo y un cachondo integral que, además de pornografía, escribió libelos satíricos para mondarse. Su libro de sonetos Los dieciséis modos describía una sucesión de atléticas figuras sexuales con sugerentes grabados. Este hombre listo como un zorro supo vivir feliz como un erizo. Vivió libre y se divirtió hasta el mismo día de su muerte. Su hermana debía de ser otra cachonda y un día contó un relato que hizo tanta gracia a Aretino que éste acabó cayendo de espaldas preso de una cataplexia.

6.- Sir Thomas Urquhart de Cromarty. Aquí el aristócrata escocés fardaba tanto de su linaje que él mismo reconstruyó su árbol genealógico, que llegaba hasta Adán y Eva… Después, se batió el cobre por los Estuardo, lo encerraron en la Torre de Londres y anduvo entretenido creando un idioma universal. En mayo de 1660 alguien le contó que se había restaurado la monarquía británica. La noticia le produjo primero un escalofrío, después un ataque de risa y la palmó de un síncope provocado por tanta carcajada.

7.- Señora Fitzherbert. En todas las lenguas existe la expresión morirse de risa; en inglés lo llaman fatal hilarity. Lo raro no es la expresión, sino el que sea tan risible el número de bajas. Un día de 1782, la señora Fitzherbert, una respetable viuda inglesa, fue al Covent Garden y cuando el actor Charles Bannister apareció en escena la mujer tuvo un ataque de risa tan fuerte que la tuvieron que sacar del teatro. Continuó riéndose toda la noche y exhaló el último suspiro al día siguiente por la mañana.

8.- Alex Mitchell. En 1975 este albañil de 50 años de King’s Lynn, Inglaterra literalmente se murió de risa mientras miraba un episodio de The Goodies, una serie de humor absurdo de los años 70 y 80. Su viuda, que fue testigo del óbito contó que después de 25 minutos de risa floja, Mitchell colapsó y murió a consecuencia de un ataque cardíaco. Eso dijeron los médicos a la viuda, que envió una carta a The Goodies dando las gracias por hacer que los últimos minutos de su marido hubieran sido tan risueños.

9.- En el 2003 Damnoen Saen-um, un vendedor de helados tailandés, se murió de risa mientras dormía a la edad de 52 años. Su esposa lo intentó despertar pero no tuvo éxito, y finalmente tras dos minutos de risa continua, expiró. Se cree que murió a consecuencia de un ataque cardíaco o por asfixia.

10.- Ole Bentzen. Este otorrinolaringólogo danés especializado en el desarrollo de audífonos murió en 1989 viendo la película Un pez llamado Wanda. La risa le provocó una taquicardia en la escena en la que Ken se pone patatas fritas en la nariz. No es que fuera para tanto; es que le recordó a otra protagonizada por él mismo. Parece que fue víctima del llamado síncope de la risa o síncope Seinfeld por la serie televisiva del mismo nombre, que en 1997 provocó que un hombre de 67 años se desmayara tres veces, desternillado.

11.- Eduardo Palomo. Al final de Mary Poppins, el personaje de Mr. Dawes se muere de risa con un chiste que le cuenta Mr. Banks. Al cantante y actor de telenovelas mexicano Eduardo Palomo le pasó lo mismo. En 2003, mientras cenaba en Los Ángeles, falleció de un infarto provocado por la gracia que le hizo un chiste contado por él mismo.