Saul Bass
(Un artículo de Manuel Hidalgo en El Mundo del 16 de
noviembre de 2012)
Otto Preminger ordenó que las latas de su película El hombre del brazo de oro (1955) llegaran
a las cabinas de proyección con unas instrucciones escritas en las que se pedía
a los proyeccionistas que abrieran las cortinas de las pantallas antes del
inicio de la proyección. En muchos cines, las películas comenzaban a
proyectarse con las cortinas echadas o en trance de irse abriendo, pues los
proyeccionistas no concedían ningún valor a los títulos de crédito iniciales.
Esos títulos, con las debidas excepciones, se colocaban
sobre cartones que iban sucediéndose o, como mucho, sobre imágenes fijas,
tenían una tipografía convencional y permanecían estáticos.
Con la irrupción del diseñador Saul Bass, los títulos
de crédito se convierten en una mini película,
un prólogo u obertura que sintetizan el núcleo de la historia que viene después
e inducen el clima emocional para verla. Bass, creando una pieza artística
autónoma, aunque fiel a la película que le sigue, introduce en los créditos el
dibujo o la animación abstractos que concretan el sentido de la historia, el grafismo
y la tipografía variados, el movimiento y un ritmo ligado a la composición
musical que los acompañan.
Los pósters de las películas eran, por lo general, ilustraciones
pictóricas y realistas de uno o varios momentos de la acción del filme, que situaban
en primer plano a los intérpretes, a las estrellas que los estudios deseaban vender.
En El hombre del brazo de oro -una
película sobre un músico de jazz adicto a la heroína- el icono primordial del póster,
en el centro de varias manchas rectangulares, es un brazo dibujado y fracturado
de resonancias picassianas, y se prescinde de vender el rostro de la estrella, Frank
Sinatra.
El trabajo de Saul Bass como diseñador de títulos de
crédito y carteles de películas fue, sencillamente, una revolución, un choque,
una ruptura total, tanto que -en España, por ejemplo- a veces no se utilizaban sus
pósters, se supone que por temor a que resultaran fríos, demasiado conceptuales
e intelectuales. ¿Elitistas?
Nacido en 1920 en el Bronx neoyorkino, hijo de
inmigrantes judíos, Saul Bass estudió con Howard Trafton y, especialmente, con
György Kepes, un diseñador y teórico húngaro partícipe de la Bauhaus. La salida
profesional de Bass fue el diseño publicitario y, tras su paso por varias agencias,
fundó la suya propia en Los Ángeles, colaborando estrechamente siempre con su luego
esposa, la diseñadora Elaine Makatura. El matrimonio tuvo dos hijos. Jennifer
Bass, también diseñadora, es coautora, con Pat Kirkham, de A Life on Film and Design, el libro más completo -1.400
ilustraciones- que se ha escrito sobre su padre.
Saul Bass nunca abandonó el diseño, como creador de
logos e imágenes corporativas grandes empresas -tenemos en la retina sus
creaciones para United Airlines, Warner o Kleenex, entre muchas otras- , y fue
reclamado para tareas tan importantes como el diseño del cartel de los Juegos
Olímpicos de Los Ángeles de 1984. [En 2011] se editó en España su único libro como
ilustrador infantil, de 1962, Henri viaja
a París (Gustavo Gili), escrito por Leonore KIein.
Multifacético e inquieto, Saul Bass dirigió media docena
de cortometrajes y por uno de ellos, Why man
creates (1968), ganó el Oscar al mejor corto documental del año. En 1974,
se aventuró en la dirección de largos con una película de Ciencia-Ficción, Sucesos en la N Fase. Fracasó, aunque
ahora es un filme de culto. Cuenta la historia de unos científicos que se
enfrentan a unas hormigas que han hecho de su colmena una especie de
inteligencia colectiva, un cerebro avanzadísimo que amenaza la seguridad de la
Humanidad. Se editó en VHS en España, pero creo que ahora no está en DVD. […]
Cuatro décadas, decenas de creaciones en títulos de crédito
y pósters, que han influido en el estilo y, sobre todo, la actitud de otros
grandes diseñadores del mismo campo, antes inexistente. Desde Maurice Binder -el
creador de los créditos de las 14 primeras películas de James Bond- hasta Juan
Gatti -y sus trabajos para Pedro Almodóvar-, pasando por Pablo Ferro o Kyle
Cooper. […]
Con Otto Preminger hizo 12 películas (recordemos Anatomía de un asesinato, 1959); con Alfred
Hitchcock, tres, y con Martin Scorsese, que lo recuperó en los años 90, cuatro:
Uno de los nuestros (1990), El cabo del miedo (1991), La edad de la inocencia, (1993) y Casino (1995), que fue su último
trabajo. Saul Bass falleció en Los Ángeles en abril de 1996.
Con harto dolor, y antes de hablar del caso Hitchcock, citaré solamente unas
pocas películas con el sello Bass: La tentación
vive arriba (Wilder, 55), Espartaco (Kubrick,
59), Grand Prix, (Frankenheimer, 66),
La guerra de los Rose (De Vito, 1989)...
y ya.
Hitchcock, el mito: las espirales de Vértigo (1958), los cristales del edificio
de la ONU de Con la muerte en los talones
(1959) y Psicosis (1960), donde se
estropeó el idilio. Bass había hecho, además, el story-board de la legendaria secuencia
de la ducha, el dibujo de los planos uno por uno. Trascendió que se atribuía el
mérito, Hitchcock se picó y hasta le negó a Truffaut el valor de otra
contribución de Bass: la escena del asesinato del inspector que cae por la escalera.
Nunca más trabajaron juntos.
Etiquetas: Tardes de cine y palomitas
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