Roland Garros: una leyenda de lo que no fue
(Un texto de Juan Manuel Bellver en El Mundo del 22 de
septiembre de 2013)
Roland Garros, que pone
nombre a uno de los templos del tenis, fue en realidad un aviador cuya mayor
proeza fue cruzar el Mediterráneo. [El 23 de septiembre] se cumplen 100 años de
la mayor hazaña protagonizada por Roland Garros: la primera travesía aérea del Mediterráneo, acometida por este ídolo de la aviación francesa el 23
de septiembre de 1913 en el tiempo récord
-para la época- de 7 horas y 53 minutos.
Eso duró el vuelo entre Marsella y Túnez.
Muerto cinco años más
tarde, a la temprana edad de 29 años, cuando su caza SPAD fue abatido por un
Fokker D-VII alemán en Las Ardenas, Roland Eugéne Adrien George Garros pasaría
a la historia como un héroe nacional gracias a sus victorias en combates aéreos
durante la Primera Guerra Mundial y a su labor como pionero de la aviación
civil. Hoy, sin embargo, su nombre es asociado por el gran público al torneo tenístico
de los Internacionales de Francia -uno de los cuatro Grand Slam-, que se juega
en el estadio parisino erigido en 1927 en su honor.
¿Qué relación tiene con
la más importante prueba sobre tierra batida del circuito este piloto del siglo
pasado que, según un reciente artículo de L'Equipe,
«pasó en cinco años de dandi a arcángel, desafiando las leyes de la gravedad
para planear por encima de las contingencias y, de un golpe de hélice, cruzar
el Mediterráneo»? Pues más bien poca, aunque se trataba de un deportista
reconocido que practicó en su juventud el fútbol, el ciclismo o el rugby.
Cierto es que nuestro
hombre jugó alguna vez al tenis, como socio que era del club Stade Français,
pero no fue manejando la raqueta como obtuvo su fama. El caso es que hacía
falta construir unas instalaciones donde el legendario equipo de Los Cuatro
Mosqueteros (Lacoste, Borotra, Brugnon y Cochet), que ganó nada menos que seis veces
la Copa Davis, pudiera jugar como local y, con el fallecimiento de Roland
Garros todavía reciente, su amigo y ex compañero de estudios en la Escuela de
Altos Estudios Comerciales (HEC), Émile Lesieur, antiguo jugador de rugby y entonces presidente del Stade
Français, puso como condición para aportar fondos rendir homenaje al héroe
bélico difunto.
No era para menos ya
que, en plena Belle Epoque, Roland
Garros le habla contagiado a sus conciudadanos el sueño de volar al tiempo que había
ayudado a desarrollar un ingenio militar de combate que permitía disparar en
vuelo a través de la hélice. Pero entonces ni Lesier ni nadie imaginó que el
estadio, diseñado para intentar el asalto a la ensaladera de 1928, terminaría
convirtiéndose en un templo internacional del tenis.
Oriundo de la isla de la
Reunión, territorio francés del océano Índico, Garros se hizo célebre por ganar
pruebas aéreas como la del circuito de Anjou y por sus proezas aeronáuticas en
Brasil, Argentina o Cuba. Para restituir su memoria, la Asociación Aeronáutica
y Astronáutica de Francia (AAAF) organizó en 2010 una Conferencia
Internacional: «Roland Garros, un inmenso pionero desconocido». Y tras sus
pasos se inauguró poco después el anfiteatro que lleva ahora su nombre en el
Museo del Aire y del Espacio de Le Bourget.
Tenía 24 años cuando
efectuó la primera travesía sobre el Mediterráneo. Había sufrido una avería en Córcega
y no obstante, logró el aterrizaje con apenas cinco litros de gasolina. En
febrero, el avión original con el que realizó la travesía Marsella-Túnez, un
Morane-Saulnier H, así como su coche personal, un Bugatti, fueron exhibidos en
la Feria del Automóvil de Colección. Fue el comienzo de una serie de homenajes
que recordarán al pionero del cielo reconvertido, sin quererlo, en nombre y leyenda
del tenis.
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