En guardia contra la faringitis
(Un artículo leído en el Consumer Eroski de abril de 2010)
Cada otoño se repite el
mismo ritual: los escotes y tirantes dan paso a la chaqueta, los pantalones
cortos a los largos y las sandalias a los zapatos. Pero la llegada del frío no
solo afecta al fondo de armario. Con la bajada de las temperaturas, las
personas se tornan más susceptibles al enfriamiento de las vías aéreas donde
los virus que las afectan anidan con más facilidad, en especial en ambientes
cargados donde se favorece la transmisión de infecciones. Es entonces cuando
todo un clásico de las enfermedades hace acto de presencia: la faringitis. Por
fortuna junto al convencional tratamiento antibiótico, en estos momentos hay
disponibles numerosos productos que alivian los síntomas, sin olvidar los
tradicionales remedios caseros.
La faringitis es una
inflamación de la faringe que puede ser de origen alérgico o irritativo
-causado por una excesiva sequedad del ambiente debido a la exposición al aire
acondicionado, la calefacción y el humo del tabaco- o bien de origen
infeccioso. En este último caso, la faringitis puede ser de dos tipos: vírica
-la más numerosa- y bacteriana -que suele atacar a las amígdalas localizadas en
la misma garganta-. Cada una precisa su propio tratamiento.
Las infecciones víricas de la faringe predominan en los meses de octubre y noviembre. Se curan en pocos días y su tratamiento consiste en aliviar los síntomas como el dolor de garganta, la tos, el picor, la fiebre, la congestión nasal y la mucosidad. Los niños suelen sufrir entre seis y ocho episodios al año de rinofaringitis o faringitis, en los que el dolor de garganta se manifiesta junto a síntomas nasales, sobre todo en los primeros dos años de edad y coincidiendo con la asistencia a la guardería.
Sin embargo, las faringitis causadas por infecciones de origen bacteriano son más comunes en los meses de febrero y marzo (aunque durante todo el año coexisten ambos tipos). El germen culpable más habitual es el estreptococo que anida en las amígdalas y, a diferencia de las víricas, no se acompañan de síntomas nasales ni de lagrimeo en los ojos, sino que se caracterizan por una exudación blanquecina en las amígdalas, así como una inflamación de los ganglios del cuello (adenopatías). Estas infecciones se combaten con tratamiento antibiótico. Afectan, sobre todo, a niños a partir de 2 años, y se dejan de sufrir a medida que se cumplen años.
Las infecciones víricas de la faringe predominan en los meses de octubre y noviembre. Se curan en pocos días y su tratamiento consiste en aliviar los síntomas como el dolor de garganta, la tos, el picor, la fiebre, la congestión nasal y la mucosidad. Los niños suelen sufrir entre seis y ocho episodios al año de rinofaringitis o faringitis, en los que el dolor de garganta se manifiesta junto a síntomas nasales, sobre todo en los primeros dos años de edad y coincidiendo con la asistencia a la guardería.
Sin embargo, las faringitis causadas por infecciones de origen bacteriano son más comunes en los meses de febrero y marzo (aunque durante todo el año coexisten ambos tipos). El germen culpable más habitual es el estreptococo que anida en las amígdalas y, a diferencia de las víricas, no se acompañan de síntomas nasales ni de lagrimeo en los ojos, sino que se caracterizan por una exudación blanquecina en las amígdalas, así como una inflamación de los ganglios del cuello (adenopatías). Estas infecciones se combaten con tratamiento antibiótico. Afectan, sobre todo, a niños a partir de 2 años, y se dejan de sufrir a medida que se cumplen años.
Todas esas diferencias
entre las faringitis de tipo vírico y las bacterianas ayudan a los médicos a
diagnosticar su causa en las consultas para establecer el tratamiento adecuado
ya que las infecciones bacterianas se deben tratar con antibióticos, pero las
víricas, no.
No obstante, para no
errar en el diagnóstico, también se realizan otras pruebas complementarias.
Entre ellas figuran los tests rápidos, como el llamado test de detección del
antígeno del estreptococo. Esta prueba consiste en tomar una muestra alrededor
de las amígdalas y comprobar, mediante reactivos, si el estreptococo ha sido el
patógeno responsable de la infección para iniciar un tratamiento antibiótico.
También es posible aislar la bacteria y realizar un cultivo en el laboratorio,
aunque el médico sólo lo solicita en casos de faringitis reincidente o crónica.
El principal motivo es que es una prueba cara y que se dilata en el tiempo
(entre cuatro y cinco días).
Por último, en casos muy
selectivos también se puede realizar un análisis de sangre para detectar la
presencia de las antiestreptolisinas, anticuerpos que demuestran que se ha
padecido una infección de estreptococo y que aparecen alrededor de dos semanas
después de haberla sufrido. Esta prueba es útil para descubrir infecciones
estreptocócicas anteriores o para detectar la fiebre reumática (poco común en
la actualidad) que se caracteriza, entre otros síntomas, por dolor en las
articulaciones. Para llegar a ese diagnóstico se precisan otros análisis
complementarios.
Etiquetas: Pensando en la salud
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