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jueves, febrero 6

La evolución en diez destinos turísticos I



(Un reportaje de Mario García Bartual en la revista Quo de agosto de 2012)

El gran genetista Theodosius Dobzhansky dijo que en biología nada tiene sentido si no es a la luz de la evolución. Cualquier paraje que visitemos está impregnado por el drama inherente a la supervivencia, la adaptación al medio y la selección natural. Esta es la idea que inspira el turismo evolutivo o evoturismo, término acuñado recientemente por la revista científica Smithsonian. Una invitación para que los amantes de las ciencias naturales más aventureros exploren lugares clave en la dinámica evolutiva de las especies. […]

1.- Costa jurásica, un monumento a la extinción
Este extenso lugar, localizado en la costa meridional de Inglaterra, está constituido por acantilados de los periodos Triásico, Jurásico y Cretácico que documentan nada menos que 185 millones de años de historia terrestre. A lo largo de sus 153 km de longitud, destaca el hermoso arco natural de Durdle Door, aunque su verdadero sabor evoturístico proviene de un acantilado jurásico denominado Black Ven, cercano al pueblo de Lyme Regis. Entre sus empinadas laderas, una intrépida muchacha llamada Mary Anning pasó interminables horas buscando fósiles que luego vendía para poder alimentar a su familia.

Uno de sus hallazgos más notables tuvo lugar en 1811, cuando, tras varios días de picar en las rocas, extrajo el esqueleto de una extraña criatura. Parecía un cocodrilo con forma de pez; nadie había visto nunca algo parecido. El conservador del Museo Británico, Charles Konig, denominó a la criatura Ichthyosaurus (pez-lagarto), en referencia a su curiosa mezcla de características. Luego, se supo que los ictiosauros eran un importante grupo extinto de reptiles marinos del Mesozoico o era secundaria, con múltiples géneros altamente especializados. En diciembre de 1823, Mary también encontró el esqueleto casi entero de otra portentosa criatura fosilizada a los pies del Black Ven. Parecía un reptil de cráneo pequeño, cuello alargado y un cuerpo parecido al de una tortuga. Los paleontólogos William Conybeare y Henry de La Beche lo bautizaron como Plesiosaurús (cercano al lagarto). Esta criatura marina del Mesozoico tenía las extremidades en forma de aleta rígida y las empleaba para nadar de forma muy vigorosa. Los buscadores aficionados de fósiles todavía siguen obteniendo ejemplares en la Costa Jurásica, proclamada Patrimonio de la Humanidad en 2001. Cualquiera puede recoger fósiles desprendidos de las rocas, aunque para prospectar y excavar en los acantilados es necesario un permiso del centro patrimonial de la localidad. Ha de tenerse cuidado con el horario de mareas, pues no es infrecuente que la subida del agua atrape a algún coleccionista despistado. También hay que estar atento a los desprendimientos (el casco es necesario para protegerse de la lluvia incesante de escombros). www.jurasiccoast.com



2.- Isla Royale: depredadores y presas
Este parque nacional estadounidense, situado en el noroeste del lago Superior del estado de Míchigan, está compuesto por una isla principal, de 72 km de longitud y 14 de ancho, y unas 450 islas menores que la rodean. No alberga poblados o asentamientos humanos permanentes, aunque se autoriza la estancia de algunos residentes por razones históricas y antecedentes familiares. No hay carreteras y no se permiten vehículos motorizados, a excepción de los todoterrenos que emplean los biólogos. Este feliz conjunto de factores hace del parque un territorio salvaje en el que es posible contemplar la dinámica de la naturaleza sin intervención humana. Es conocido en toda la comunidad científica por la especial coevolución de dos especies, el lobo y el alce; y por su relación depredador-presa.

Todo empezó a principios de 1900, cuando algunos alces llegaron nadando desde Minnesota y encontraron el paraíso soñado de todo herbívoro: enormes cantidades de alimento vegetal y ningún enemigo. El gozoso edén duró 50 años, lo que propició un gran incremento en la población de estos ungulados. Así fue hasta 1949, con un invierno muy riguroso que forzó a una pareja de lobos a buscar comida lejos de su territorio. Cruzaron un puente de hielo que llevaba desde Ontario hasta la isla y allí se asentaron. Sin humanos y todo un territorio lleno de carne de alce, los lobos se convirtieron en los depredadores dominantes.

En 1958, los biólogos acudieron a la isla para observar el curso natural de los acontecimientos, lo que dio inicio al estudio más prolongado del mundo sobre las relaciones entre un depredador y su presa. Uno de los hallazgos más importantes es que dicha interacción dista mucho de mantener el equilibrio ideal, que, según calculan los científicos, sería de unos 25 lobos por cada 1.500 alces. La verdadera dinámica nunca se ha acercado a esta cifra: el número de lobos ha fluctuado entre 12 y 50; y el de alces, entre 385 y 2.422. Factores como los recursos vegetales, el clima y las enfermedades afectan profundamente a ambas poblaciones.
Por ejemplo, desde el pico de 50 cánidos alcanzado en 1980, la población descendió a 14 dos años más tarde debido a una enfermedad contagiosa. Saltándose las normas del parque, un visitante había llevado a la isla un perro afectado de parvovirosis canina que se extendió entre los lobos como la pólvora. Como consecuencia, el número de alces aumentó hasta un máximo de 2.422 en 1995, mientras la población de lobos se iba recuperando. Pero los buenos tiempos para los cérvidos se acabaron con el crudo invierno de 1995-1996, que provocó la muerte de más de la mitad por inanición. Al respecto, se han escrito dos libros de título casi idéntico. El primero. The Wolves of Isle Royale, de Lucyan David Mech, fue publicado en 1966 por el Departamento del Interior estadounidense. Por su parte, Roy Peterson, que estudia los ecosistemas del parque desde 1970, dio a conocer nuevos datos en The Wolves of Isle Royale: A Broken Balance, reeditado en 2007. Para Peterson, el problema que más afecta a la población lobuna es su marcada endogamia. Como consecuencia, se han observado altas incidencias de malformaciones en la espina dorsal. La llegada de un nuevo macho alfa en 2010 genera buenas esperanzas y, tal vez, mejore el acervo genético. Abierto de abril a octubre. Salen ferries hacia allí desde Grand Portage (Minnesota) o Copper Harbour y Houghton (Michigan).

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