Hungría-Inglaterra 1953: el partido del siglo
(Un texto de Alfredo Relaño en El
País del 25 de noviembre de 2013)
"Ayer, a las cuatro, en una gris
tarde de invierno, en la cazuela del Wembley Stadium, ocurrió lo
inevitable". Así empezaba Geoffrey Green su crónica en The Times. Una crónica que tituló The Match of the Century, El partido del
siglo. ¿Qué era eso inevitable que había ocurrido? Pues que Inglaterra
había perdido (3-6) en Wembley con un equipo del continente. Fue algo así como
la Toma de la Bastilla. [El 25 de noviembre de 2013] hace de eso exactamente 60
años.
Los ingleses ya habían tenido
alguna pista. No habían acudido al Mundial hasta 1950 y de aquél regresaron con
dos derrotas (ante Estados Unidos y España) y una sola victoria, ante Chile.
Pero desdeñaron el aviso. Lo interpretaron como mala adaptación tras un largo
viaje, descuido, confianza... En amistosos posteriores llegaron a ceder algunos
empates en Wembley contra Francia, Austria e Italia, incluso habían perdido en
Argentina y Uruguay una gira en verano del 53, pero aún se sentían los mejores.
Entre otras cosas, porque se molestaban poco en mirar hacia fuera.
En octubre de 1953 el fútbol
cumplió 90 años y se celebró con un partido en Wembley que se llamó, pomposamente,
Inglaterra-Resto del Mundo. El cartel llevaba ENGLAND en letras mayúsculas, y debajo,
en minúsculas, Rest of the World. No
era exactamente el resto del mundo. No había americanos. La mayoría eran yugoslavos
y austriacos. El único húngaro era Kubala, ya en el Barça. Nadie de la fabulosa
selección húngara. En las entrevistas previas al partido, los jugadores
invitados se asombraron del desconocimiento de la realidad exterior que había
en la Isla. Al alemán Posipal le preguntaron si conocía la WM, táctica ya
extendidísima pero que allí veían todavía como un misterio que solo Inglaterra
poseía. A los austriacos, si en su país había campeonato de Liga, todos contra
todos, al modo inglés. A Kubala y Nordahl, si eran profesionales. Así de
cerrada era la mirada inglesa en esos años. El partido acabó con un equívoco 4-4,
gracias a un penalti de última hora, obsequio del árbitro galés Griffiths, a
los inventores, que se sintieron cómodos en ese resultado: si ni una selección
del resto del mundo podía ganar a los ingleses, significaba que seguían siendo
los mejores.
Pero la prueba real llegaría un mes
después, ante la selección húngara, el Aranycsapat,
el equipo mágico. Desde 1950 venía arrasando: 23 partidos, 20 victorias, tres
empates, ninguna derrota. Frecuentes goleadas, y ante lo mejor del continente.
Había ganado los Juegos Olímpicos de 1952. Hungría, como todo el bloque del
Este, no reconocía el profesionalismo. Sus jugadores eran nominalmente amateurs
y se les compensaba con empleos en el Estado. Puskas era mayor del Ejército, Bozsik era diputado...
Aquel equipo le había dado un toque
a la WM. En lugar del ataque con dos extremos y un delantero centro, apoyado
por dos interiores, retrasaba al delantero centro, Hidegkuti, para armar el
juego junto al medio Bozsik. Los extremos (Budai y Czibor) se retrasaban para
poblar más el medio campo, sin perjuicio de su misión principal. En punta
quedaban los interiores, Kocsis y Puskas. Todo servido con una excelente técnica,
en la que descollaban la pierna izquierda de Puskas y el cabeceo de Kocsis.
El partido se concierta para el 25
de noviembre de 1953 y suscita enorme interés. En Hungría se agotan las radios.
Wembley se llena a reventar. La víspera del partido llueve copiosamente, lo que
preocupa a los húngaros, que la fecha del partido se levantan con ánimo
sombrío. Ven una espesa niebla, que les entristece más, pero el portero del
Cumberland Hotel, donde se alojan, les anuncia que el tiempo mejorará. Y así va
a ser. A la hora del partido, el cielo está encapotado, pero no hay lluvia ni niebla.
La charla táctica de Gustav Sebes les anima. Tiene ideas. Pide a Hidegkuti que se
quede en punta, para desconcertar a los ingleses. Pide a los extremos un
sobreesfuerzo hacia atrás. Pide a Puskas y Kocsis que se muevan por todo el
frente del ataque y a Bozsik que se anime a llegar al área y disparar, porque a
él no le van a vigilar.
Los equipos desfilan, solemnes, tras
el árbitro, el holandés Horn. Puskas y Wright, capitanes, encabezan las
respectivas filas. El gran drenaje de Wembley ha absorbido el agua de la víspera.
El campo está muy bien. A las 14.17, con dos minutos de retraso, empieza el
partido. A los 90 segundos ha marcado Hidegkuti el 0-1, haciendo bueno el plan
de Sebes. Inglaterra, con su WM clásica servida por buenos jugadores, reacciona.
En el 13 empata, en pase de Mortensen a Sewell para buen remate cruzado de
este.
Pero hasta ahí. La fantasía húngara
se desencadena. Sus atacantes aparecen por cualquier lado, la defensa inglesa y
su meta se multiplican, pero la superioridad húngara va goteando goles
inevitablemente: en el 21, otra vez Hidegkuti; en el 24, Puskas, tras una
pisada al balón en el pico del área chica para deshacerse de Wright que merece
la pena buscar en youtube ('Wright acudió como un camión de bomberos al incendio
equivocado”... dirá en su memorable crítica Geoffrey Green). En el 29, otra vez
Puskas, rectificando un tiro libre lanzado por Bozsik. ¡Es 1-4 en media hora! En
el 43 Mortensen hace el 2-4. Wembley ya solo espera que la derrota no degenere en
debacle. Pero en los 10 primeros minutos de la segunda parte, Bozsick e
Hidegkuti hacen el 2-5 y el 2-6. Luego aflojan el ritmo, por cansancio o por
piedad. Con todo, siguen dominando y sus combinaciones son ya aplaudidas por el
público. Como las contadas escapadas de Matthews, el mejor inglés, por la
derecha. Cerca del final, Horn decreta un penalti contra Hungria que Alf Ramsey
(13 años después seleccionador campeón del mundo con Inglaterra) transforma en
el 3-6. Y fin.
La polvareda es enorme. Nunca antes
había ganado en Wembley una selección no británica. El fútbol ya era de todos.
Ya era oficialmente una propiedad común.
En Inglaterra se les cayó la venda
de los ojos. Aunque algunos aún quisieron fijar el origen del gran juego
húngaro en el paso del británico Hogan por aquel país años atrás, la corriente
mayoritaria admitió que el fútbol inglés se había parado en el tiempo. 'Inglaterra
se enfrentó con arco y flechas contra armas automáticas", escribió
alguien. Innovadores como Arthur Rowe, que predicaba en el Tottenham el putch and run en lugar del kick and rush ("tres pases de 20
metros llegan donde uno de 20 pero con más seguridad", decía) o McDowell,
entrenador del Manchester City con su Plan Revie (retrasaba a su delantero
centro, Don Revie) empezaron a ser escuchados.
El fútbol ya era de todos, sí, hasta
Inglaterra tuvo que aceptarlo. Por eso se llamó a aquel partido The Match of the Century, El partido del siglo. El único. Rechace
imitaciones. Lo jugaron estos 22 hombres:
Inglaterra: Merrick; Ramsey, Eckersley; Wright, Johnston, Dickinson;
Mattbews, Taylor, Mortensen, Sewell y Robb.
Hungria: Grosics; Buzanszky, Lorant, Lantos; Bozsick, Zakarias; Budai,
Kocsis, Hidegkuti, Puskas y Czibor.
Lo arbitró el holandés Horn. Se
jugó el 25 de noviembre de 1953, en el Empire Stadium de Wembley, a las 14.15.
A las 16.00, cuando acabó, algo había cambiado para siempre.
Seis meses después, Inglaterra
devolvió la visita a Hungría. Perdió 7-1. Pero aquello ya no fue noticia.
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