Kioto: en el jardín del Salto del Tigre
(Un texto de Eduardo Riol en el
suplemento de viajes de El País del 4 de abril de 2014)
La perfección zen desarma al
visitante en Kioto, La ciudad japonesa asombra por templos como el de
Kiyomizu-dera o los cuatro kilómetros de portales anaranjados de Inari.
La antigua capital japonesa
deslumbra por su colección de templos patrimonio mundial. Pero quizá es menos
conocida su sofisticación y su elegancia pausada, muy diferente del ritmo
frenético de Tokio y de los contrastes sociales y urbanos de Osaka. Kioto es
una dama elegante y sobria a la que, sin embargo, no le asusta el color.
7.00 ¡Que vivan los 'bentos'!
Dado que en Japón amanece antes que
en España, conviene aprovechar el día desde bien temprano. ¿Qué mejor que
desayunar un bento?, las tradicionales bandejas de comida preparada que venden
en los 7 Eleven y otras cadenas como Fresco. Los calientan en el acto, te dan los
palillos y son sabrosos. Se pueden acompañar con el café frío Georgia, que está
bastante bueno para ser de lata. Luego habrá que correr a la mastodóntica
estación de Kioto para tomar el tren de cercanías JR Nara hasta lnari, donde
nos espera una sorpresa mayúscula. Tras dejar atrás el desvencijado apeadero
del tren, llegamos al santuario de Fushimi Inari-Taisha. La sencilla puerta de
entrada sintoísta no hace sospechar que detrás nos aguardan nada menos que
¡cuatro kilómetros! de portales anaranjados -los torii- que ascienden serpenteando por las montañas. Todo el complejo
está dedicado a Inari, dios del arroz y el sake, del cual el zorro era el
mensajero. Eso explica la cantidad de estatuas animales que encontraremos a lo
largo y ancho del recinto. Evocador y único.
10.30 Las pagodas rojizas
En plena mañana, nos encaminamos a
uno de los templos más bellos de todo Japón, Kiyomizu-dera. Se sube por la
calle Gojo-zaka y se toma el desvío al inmenso y sobrecogedor cementerio que
bordea el recinto del templo. Desde allí se vislumbran sus pagodas rojizas, que,
junto con la belleza del entorno y la vegetación exuberante, dejarán sin habla
al visitante. Hay que beber el agua sagrada del manantial de Otowa-no-taki, que
probablemente no sane tanto como dicen, pero está bien fresquita, y visitar a
oscuras el Tainai-meguri, fascinante retorno al vientre materno.
Desde aquí, y en dirección norte.
se inicia la ruta clásica de los templos, Por el camino encontraremos la pintoresca
calle Sannen-zaka, el gran buda de Ryozen, el templo de Kodai-ji, el de
Chion-in (parcialmente en obras) y el santuario de Heian-Jingu.
12.30 El enorme recinto de Nanzen-ji
Nos desplazamos un poco más al
norte para llegar al maravilloso templo de Nanzen-ji. Se trata de un recinto
enorme al que se entra por una puerta o sanmon
que nos hará sentir diminutos. Más allá está el precioso jardín zen del Salto del
Tigre, donde se constatará que la perfección existe. También es el lugar ideal para
descansar mirando embobados las carpas de la pequeña laguna del jardín. Vale la
pena ascender hasta el misterioso acueducto que hay detrás y perderse por los
senderos que siempre acaban llevando a algún pequeño santuario.
Está claro que ahora toca comer.
Salimos del templo y en dirección al cruce de Niomon-dori y Shirakawa-dori encontraremos
varios restaurantes donde reponemos del esfuerzo. Bastante orientados al turismo,
ofrecen, eso sí, menús equilibrados y sabrosos acompañados de té. Hay que
aprovechar el descanso para tomar decisiones, porque aquí el camino se bifurca.
15.00 Un bosque de bambú
No hay que menospreciar el tamaño
de Kioto. A pesar de su ritmo relajado, es una urbe de millón y medio de
habitantes, la red de transporte es impecable, pero no especialmente rápida. Es
por ello que habrá que elegir entre visitar el famosísimo y encantador bosque
de bambú y el templo de Tenryu-Ji, situados al oeste de la ciudad, justo al
otro lado, o el más cercano jardín botánico de Kioto. Los amantes de la
botánica quedarán fascinados al descubrir este nuevo mundo de plantas y flores
tan diferente de los biomas europeos, entre los que destacan decenas de
variedades de la hierba gigante, tuyas, alcanforeros y lagunas repletas de
lotos perfumados, por no hablar, claro está, de los cerezos,... ¡ay, quién los
pillara en flor! Los que prefieran seguir viendo templos pueden dirigirse al
más famoso de Kioto, el dorado Kinkaju-ji, o al también espectacular templo de
las mil estatuas de Sanjusangen-do, que están al norte y al sur de la ciudad,
respectivamente.
18.00 Compras frenéticas
Es verdad que la vecina Osaka
eclipsa a Kioto en cuanto a capital comercial, pero la ciudad dispone de
amplios bulevares llenos de grandes almacenes y primeras marcas (principalmente
en tomo al cruce de las avenidas con toque neoyorquino de Kawaramachi y Shijo).
También aquí están las galerías comerciales cubiertas de Sanjo, Teramachi y Shinkyogoku,
a rebosar de suvenires japoneses: dulces,
té, sellos, quimonos, abanicos (que por el solo hecho de ser made in Japan parece que tienen más gracia),
pero también de ropa y otros productos. No hay que dejar de pasear por el
cercano y misterioso mercado de alimentos Nishiki.
Si no se quiere caer en el tópico a
la hora de hacer regalos, Loft (www.loft.co.jp) es El Corte Inglés de las chuminadas.
Es imposible salir de allí sin comprar algo, todo es maravilloso (y
frecuentemente inútil). El mismo edificio alberga una franquicia de Uniqlo
(www.uniqlo.com), la marca de ropa asequible japonesa, muy aconsejable por sus
diseños minimalistas y prácticos. Para camisetas chulas está la cadena Graniph
(www.graniph.com). Y por último, en la galería comercial de Shinkyogoku, hay
una sucursal de Hamamonyo (harnamo.com). Sus pafiue1os, fulares y telas de
diferentes tamaños, que pueden enmarcarse y algunos utilizarse como bolsos, son
preciosos.
20.30 Gion, el barrio de las 'geishas'
Tanto trote habrá agotado al viajero,
así que lo mejor es darse un buen festín por la zona. Vayan aquí dos propuestas
asequibles. No hay que sufrir porque en Japón, francamente, resulta muy difícil
comer mal a no ser que uno caiga en un improbable ristorante italiano.
Si lo que se desea es hartarse de
sushi, el Musashi Sushi (www.sushinomusashi.com) es popular entre los turistas
y locales. Hay carta para hacer peticiones especiales de pescados que
probablemente uno nunca haya probado antes. Los amantes de los fideos y los platos
contundentes deberían dirigirse al restaurante Honke Tagoto (www.tagoto.com),
en la galería comercial de Sanjo. Pueden elegirse fríos o calientes y vienen
acompañados de muchos ingredientes adicionales. La carta es tan amplia que
compensa elegir al azar, siempre se acertará.
Después de la cena aguarda el
sugestivo distrito de Gion, el barrio de las geishas. Hay bares y tabernas para
todos los gustos, y también locales donde ver teatro kabuki. Probablemente se acabe entablando conversación con algún
local que desea practicar inglés y que, con amabilidad y curiosidad infinitas,
quiere saber de otras latitudes.
Etiquetas: Sitios donde perderse
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