París, de alcantarillas por la ciudad
(Un texto de Pablo Ferri en la revista Ling de abril de 2014
sobre un plato típico finlandés)
El sistema de alcantarillas de
París mueve cada año 310 millones de metros cúbicos de agua. Para hacernos una
idea, si alguien agarrase el estadio Camp Nou, lo llenase de agua hasta rebosar
y luego lo derramase en el subsuelo parisino -si alguien hiciera tal cosa y lo
repitiera 310 veces- estaría reproduciendo el caudal de aguas del
alcantarillado de la capital francesa.
Como entendemos que nadie va a perder
el tiempo en una empresa semejante, baste con decir que se trata de abundante líquido:
850.000 metros cúbicos al día, 3.400 millones de vasos de agua. La Dirección de
Agua y Limpieza del Ayuntamiento de París cuenta con 300 trabajadores que se dedican
exclusivamente a mantener en condiciones el sistema de cloacas de la ciudad. El
Ayuntamiento proporciona amablemente toda esta información a cualquiera que mande
un correo electrónico, aunque parece mucho más divertido preguntar al guía
durante una visita al Museo del Alcantarillado de París.
Desde 1867, cuando París albergó la
Exposición Universal, las cloacas de la ciudad reciben a visitantes interesados
en su vida subterránea. Al principio, los curiosos se juntaban el último sábado
de cada mes y los administradores fletaban un tren por el túnel principal del sistema
para la visita. Más tarde, en 1920, los turistas empezaron a entrar en barco -una
modalidad que ya se había explorado durante la Expo-. Quedaban los jueves y el último
sábado del mes en la comuna de Asnieres, entre la Église de la Madeleine y la
Place de la Concorde, y se introducían por vía fluvial. Desde 1975, los visitantes
ya entran a pie.
Caroline Gatti, trabajadora de la
Dirección de Agua y Limpieza del Ayuntamiento de París, gestora del museo, explica
que cada año reciben a unos 100.000 visitantes y que, además de mostrar
distintos tipos de estructuras arquitectónicas y demás fruslerías, cuenta con una
tienda de regalos donde uno puede comprar ratas de peluche y libros de fotos. Caroline
dice también que el museo no ofrece el servicio de cafetería -por razones
obvias- y que le parece poco probable que de existir presentase hamburguesas de
rata en el menú. "¡Creo que las autoridades sanitarias rechazarían esa
opción sin duda alguna!", fueron sus palabras.
En cualquier caso, el interés se
mantiene. Estamos hablando del circuito de vida y muerte de la ciudad del amor y
las luces, ¿qué más quiere? El agua que beben los parisinos pasa por aquí, igual
que la que desprecian y ya no quieren. Grandes talentos del arte y las letras
supieron ver su potencial y lo plasmaron en su obra. Víctor Hugo, por ejemplo, sitúa
aquí alguna escena de Los Miserables:
aquella del preso 24.601 escapando de la muerte (Víctor Hugo, dicho sea de
paso, nunca visitó las alcantarillas). Todo lo que supo de ellas, relata Caroline,
se lo debe a las descripciones de Emmanuel Bruneseau, a la postre superintendente
al cargo del sistema de cloacas en la época. Hugo murió en 1885, por lo que parece
factible que las hubiese visitado. ¿Por qué no lo hizo?
Quizá uno de los mayores miedos de un
superintendente de cloacas sea que el sistema colapse, que no trague más, que se
emboce. Ocurre en muchos lugares. En Ciudad de México corre el rumor de la existencia
de un valiente que de cuando en cuando se enfunda el traje de buzo y busca el
origen de una tragedia potencial. Imaginamos un capitán Acab obsesionado con su
ballena -en este caso negra, hecha de detritus- lanzándose al fondo de la
inmundicia y acudiendo así a la llamada del destino. Caroline dice que eso no
pasa en París porque el sistema puede limpiarse solo. "A veces",
explica, "si hace falta, bombeamos las arenas (así llama a la basura) o desviamos
el caudal a otras tuberías para solucionar los atascos". Atascos. Caroline
sólo menciona brevemente el asunto de la limpieza, pero seguro que trae cola. No
en vano, según explica, es el mayor problema que ha enfrentado el sistema en la
era moderna.
Etiquetas: Sitios donde perderse
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