Berlín: sigue el camino de los tubos rosas
(Un artículo de Cristina Sánchez
Andrade en el suplemento de viajes de El País del 4 de abril de 2014)
Tuberías. Por encima de nuestras
cabezas o a ras de suelo, surcando el cielo o masticando el polvo, tuberías serpiente
que van a dar a un canal, o al río (que es el morir), gruesas o finas,
retorcidas o tiesas, telarañas tendidas entre los ángulos de las casas, dobles
o triples, infinitas: rosas. Cualquiera que llegue a Berlín empieza a notar una
presencia, al principio muda, cada vez más perceptible, hasta que el chip se
enciende, ya no se ve otra cosa y surge la pregunta: ¿pero qué son esas
tuberías rosas por todas partes? Rosas. Sí, las tuberías de la ciudad que una
vez tuvo al mundo en un puño son, en su gran mayoría (también las hay azules o
rojas) de color rosa chicle.
Y como la historia de la ardilla que
podía recorrer la península Ibérica de árbol en árbol, sin necesidad de pisar
el suelo, cuando España era un vergel (o eso dice la fábula), proponemos aquí
un recorrido por Berlín, en este caso saltando de obra en obra, de tubería en
tubería, sin necesidad de tocar tierra. Con esta excusa, nos detendremos junto
a varios de los edificios emblemáticos de la ciudad, escogidos al azar, sin más
motivo que el de estar próximos a una obra. Y es que, como las tuberías rosas,
los edificios de Berlín no sólo son edificios, sino manifiesto, provocación o
rebeldía, memoria, campo de batalla, y hay tanto donde escoger que uno es libre
de quedarse con lo que le dé la gana.
Empecemos por explicar que, a primera
vista, lo de las tuberías podría tratarse de una expresión artística y
espontánea más de las muchas que hay en la ciudad -el color fue escogido por la
empresa suministradora, Pollems, después de saber que ese era el color que más
gustaba a los niños y los jóvenes-, o que tal vez transporten gas. En un
momento dado, uno llega incluso a pensar que nos podrían indicar el recorrido
del Muro... Nada de eso. Resulta que Berlín está construida sobre una ciénaga.
El nivel freático es bastante alto. y llega a estar en algunos puntos de la
ciudad a ras de suelo. Esto supone que cuando se construye un nuevo edificio en
el centro, los cimientos llegan hasta el nivel del agua, y la obra puede llegar
a sufrir inundaciones. Por eso, durante el proceso constructivo, el agua tiene
que drenarse constantemente, cosa que se hace gracias a las tuberías rosas. De
hecho, si se sigue el recorrido de las mismas, siempre se pasa por una obra, y
si se va hasta el final (a veces, más de 40 kilómetros), vemos que las tuberías
van a dar al río o a un canal. Los cimientos se impermeabilizan, así que el
agua no llega a pasar por los sótanos. Resulta más complicado con los edificios
antiguos, que carecen de esta protección. Por eso, cada vez más los viejos edificios
de Berlín están teniendo problemas de inundaciones.
Empecemos por contemplar este laberinto
tubular a vuelo de pájaro, desde la cúpula del Reichstag(Parlamento). Destruido
durante la Segunda Guerra Mundial, el Parlamento se reconstruyó entre 1961 y
1971 de forma simplificada bajo la dirección del arquitecto Paul Baumgarten, a
excepción de la cúpula destrozada en 1945. Tras la reunificación alemana, la
Cámara Baja decidió volver a utilizar el edificio como sede del Parlamento, que,
situado junto a la línea por donde pasaba el muro de Berlín, estuvo 29 años
separado de la puerta de Brandeburgo. Ahí entró a participar el arquitecto
inglés Norman Foster, que lo amplió y reconstruyó, convirtiéndolo en un edificio
funcional y moderno. La cúpula de cristal (inscribirse con antelación en
www.bundestag.de para evitar colas) se ha convertido en uno de los auténticos símbolos
de Berlín.
En el punto más alto de la cúpula hay
un impluvium que recoge el agua de la
lluvia y la nieve pará su reciclaje. Con un sistema de espejos regulado por una
vela a modo de celosía metálica, que actúa como filtro solar, la cúpula también
proporciona luz natural al hemiciclo. Todo un modelo de eficiencia energética
que además Foster supo cargar de simbolismo.
Durante el recorrido circular de bajada
por la cúpula se puede disfrutar de las vistas de otros lugares, como Potsdamer
Platz, la Columna de la Victoria, el Tiergarten o, entreverado de tuberías,
obras y grúas, el barrio de Kreuzberg, junto al puente Oberbaum, por el que pasa
el río Spree. No muy lejos está la East Side Gallery (Mühlenstrasse. 6), el
tramo más largo del Muro que se conserva, de 1.300 metros. Cruzando el puente
está el edificio de viviendas Bonjour Tristesse, de Alvaro Siza, con fachada de
color gris verdoso que reflejaba –o sigue reflejando- el triste estado de ánimo
del barrio de Kreuzberg, encajonado y ahogado ante la frontera de Berlín Este
con el río.
Pero no fue Álvaro Siza quien
bautizó a su edificio con este nombre decadente. En 1954 se publicó una novela
con el título original de Bonjour, tristesse
(Buenos días, tristeza, basado en un
verso de Paul Éluard), escrita por una joven de 19 años con el seudónimo de Françoise
Sagan. Novela corta, de inigualable éxito a nivel mundial. por lo que
significaba de replanteamiento de cuestiones de ideología social, desde la
liberación femenina hasta el papel de la cultura, el bienestar obrero y el principio
de autoridad, llegó a penetrar en los ambientes más impensados. Alvaro Siza
construyó a comienzos de los años ochenta este bloque de viviendas con
originales ventanas que delimitan múltiples espacios en cruz y una estructura
basal serpenteante u ondular que limita patio y jardines. En la esquina y
coronando el edificio, alguien que todavía recordaba el verso, o tal vez el libro,
o tal vez la película de 1958 basada en la novela, dibujó un grafiti, con el
nombre de Bonjour, Tristesse, y ahí
se quedó para siempre.
Obras, tuberías rosas y vamos hasta
el Archivo de la Bauhaus {www.bauhaus.de). Junto a la confluencia de la avenida
Klingelhöferstrasse y el canal Landwehr se encuentra este edificio proyectado en
1964 para Darnstadt y finalmente construido en Berlín entre 1976 y 1979 con
modificaciones sobre el proyecto original de Walter Gropius. Dedicado a
conservar información sobre el movimiento arquitectónico, artístico y de diseño
de la Bauhaus, este archivo-museo difiere sustancialmente de la famosa obra de
Gropius en Dessau. Sin embargo, sus líneas modernas y su recorrido no pierden
la evocación a la arquitectura industrial, una de las ideas generadoras de este
movimiento.
Dentro se encuentra la colección más
surtida del mundo sobre la mítica escuela: arquitectura, muebles, cerámica,
metal, fotografía, maquetas, así como obras de los profesores Walter Gropius, Johannes
Itten, Paul Klee, Lyonel Feininger, Vassily Kandinsky, Josef Albers, Oskar
Schlemmer, László Moholy-Nagy y Ludwig Mies van der Rohe. La entrada al
edificio es gratuita y hay una tienda de arte muy interesante en su interior.
Etiquetas: Sitios donde perderse
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