Rubén Darío y la hija del jardinero
(Un texto de Amelia Castilla en El País del 19 de mayo de
2014)
La relación entre el poeta nicaragüense, casado, y Francisca
Sánchez, con la que tuvo cuatro hijos, enfrentó a la pareja a los
convencionalismos de inicios del siglo XX.
El argumento parece calcado de las novelas románticas del
siglo XIX. La relación sentimental entre Francisca Sánchez, hija del jardinero
del Palacio Real, y el poeta Rubén Darío (1867-1916) fue un folletín
decimonónico. La princesa Paca, la
novela que Plaza & Janes publica el próximo jueves, recrea un idilio que
duró 16 años (se conocieron en 1899 y se despidieron en el puerto de Barcelona
en 1914) y del que nacieron cuatro vástagos. La novela desvela la vida de una
mujer valiente que se enfrentó a los convencionalismos de la época para vivir
con el hombre que amaba. Hasta ahora, los biógrafos del poeta la habían tachado
de analfabeta y mantenida, pero bajo su inspiración escribió Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas. La compleja
relación sentimental (él estaba casado con una nicaragüense apodada la Garza morena) se aliña en el libro con
pinceladas del sustrato político y literario de la época. Junto a personajes
como Emilia Pardo Bazán, Valle-Inclán, Azorín, Ramiro de Maeztu y los hermanos Machado,
que lo reverenciaban como el gran maestro del simbolismo moderno, la novela recrea
también la figura del poeta como pionero y defensor de lo que denominó como la
patria del idioma. La lengua, decía entonces, era el único puente capaz de
sortear todos los océanos. Una idea que Carlos Fuentes redefinió un siglo más
tarde como el territorio de la Mancha.
La peculiar pareja se conoció en los jardines del Palacio
Real, la mañana en que el poeta presentó sus credenciales a la reina María
Cristina que ejercía como regente de Alfonso XIII. El poeta, que en ese momento
iba acompañado de VaIle-Inclán, uno de sus grandes amigos españoles, ya había
publicado Azul y ejercía en Madrid como
corresponsal de La Nación de Buenos Aires.
En el caso de la pareja se puede hablar de un flechazo. Él estaba casado con
Rosario Murillo, de la que se dice que coqueteaba con la magia negra, la
santería y la Macumba. El autor de Prosas profanas nunca consiguió divorciarse
de ella pese a que el poeta influyó notablemente para que en Nicaragua se aprobara
una ley del divorcio, que se conoció como la ley Darío.
Para completar el folletín, la novela la firman la
periodista Rosa Villacastín (nieta de Francisca Sánchez) y el escritor Manuel Francisco
Reina. Como heredera universal del poeta nicaragüense, su compañera guardó en un
baúl durante décadas cartas, manuscritos, facturas, colaboraciones periodísticas,
recetas de comida centroamericana y hasta los cuadernos con tapas de hule en
los que aprendió a leer y a escribir. Entre los documentos se guardaban, entre
otros manuscritos, los originales de Salutación
del optimista y otros poemas cuya publicación se adelantó en algunas
revistas de la época y que luego fueron reunidos en Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas, cuidadosamente
editados por su amigo Juan Ramón Jiménez. Todo el material (6.000 documentos)
fue donado en 1956 a la Universidad Complutense de Madrid, pero en poder de la nieta
quedaron algunas de las cartas que su abuela quiso conservar y que guardó durante
50 años como recuerdo de esa relación. Algunas de esas misivas, en las que el poeta
se refiere a ella como coneja y se
despide como Tatay (papaíto), se
hacen públicas ahora, acompañando la novela. A través de las cartas, se siguen
las idas y venidas de la política nicaragüense, plagada de intrigas políticas,
pero también las presiones políticas y los problemas económicos de una de las
grandes figuras literarias del XIX al XX.
La propia Villacastín, que fue criada por su abuela hasta
los 16 años y conocía de primera mano la aventura que había vivido al lado del
Príncipe de las letras hispanas, catalogó todo el material para la universidad durante
años. Desde el principio, los autores descartaron la idea de reunir todo el
material en una biografía. A su juicio una novela pesa más y llega a un público
más amplio. "He cumplido un sueño", contó la periodista al referirse
al libro en el que rinde homenaje a una mujer "arriesgada". "Su
gran mérito, aparte del amor, fue dotarle de una estabilidad de la que había
carecido desde niño. Supo adaptarse a la difícil vida que supone compartirlo
todo con un genio". Como compensación en ese equilibrio que se establece entre
las parejas, Daría se convirtió en su Pigmalión. La transformó en una mujer
refinada y le enseñó las cuatro reglas. "Hasta ahora los biógrafos del
poeta se referían a ella como una mantenida y una analfabeta, pero esa imagen se
rompe en la novela, añade Manuel Francisco Reina.
Vida en misivas
Ruben Darío mezcló periodismo y diplomacia a lo largo
de toda su vida, lo que le llevó a ser un gran viajero. Su primera profesión le
dio para vivir más que pertenecer al cuerpo diplomático, que a cambio le permitió
visitar casi todo el continente americano y Europa. Tanto viaje hizo que pocas
veces estuviera presente en los nacimientos de sus hijos: Si con Francisca
Sánchez tuvo cuatro -dos murieron de bebés, otro con tres años y solo el pequeño,
Rubén Darío Sánchez, sobrevivió a la pareja- con sus dos esposas precedentes
tuvo sendos vástagos. Ese ir y venir provocó una ingente cantidad de cartas entre
Darío, su familia y sus amigos, en especial con Paca.Etiquetas: libros y escritores, Pongámonos románticos
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