León, huellas milenarias
(Un reportaje de Mª Ángeles Aragoneses, en la revista
Paisajes, de Renfe, de mayo de 2010)
La catedral, la muralla y el
Parador protagonizan, junto a legionarios, peregrinos y reyes, las páginas de
un libro que empezó a escribirse hace casi dos mil años bajo la luz que reflejan
sus piedras. […]
Bajo la omnipresente catedral, sobre
los cantos rodados de la plaza del Grano, ante la Casa de Botines o a través
del prisma multicolor del MUSAC. Se mire por donde se mire, León rezuma historia,
piedra y arte por sus cuatro costados. Perderse por sus calles se convierte en
un apasionante viaje a través de un pasado legendario y un presente sugerente.
Pero León no es solo piedra e historia. También es arte. Es gastronomía. Es
tranquilidad. Sus casi dos mil años de currículum vitae han hecho de esta
capital la ciudad que es hoy día: una urbe para ser descubierta, contemplada y
saboreada a pie. Pero, como se suele decir, el movimiento se demuestra andando;
es hora de ponerse en marcha.
Para adentrarse en la ciudad es
recomendable dejar el coche aparcado fuera del casco antiguo, donde abundan las
zonas peatonales. Si es la primera visita, nada mejor que tomar como referencia
la plaza de Santo Domingo, centro geográfico de las calles con más solera y punto
de partida ideal para hacerse una composición de la ciudad. Hacia el rio, la
avenida de Ordoño II, eje comercial leonés por excelencia, desemboca en la
estatua de Guzmán el Bueno, eterna vigía del Bernesga. Hacia arriba, la calle Ancha,
frontera imaginaria que divide dos barrios con galones, el Romántico y el
Húmedo, y que desemboca en la plaza de la Regla, primera parada de nuestra ruta
y enclave de un edificio emblemático: la catedral.
La Pulchra Leonina se alza
majestuosa sobre el punto más alto de la ciudad, a 480 metros sobre el nivel
del mar. Bajo sus cimientos se hallan restos de termas romanas, testimonio de la
fundación de León en el año 68 por la Legión VII, a quien debe su nombre la
urbe (y no al felino rey de la selva, protagonista de excepción, a pesar de
ello, de su escudo y su bandera) e, incluso, sus habitantes, también llamados
legionenses.
La gran cantidad de retrasos y
contratiempos que sufrieron los artesanos durante la construcción de este
templo llevaron a los leoneses de entonces a señalar a un topo de oscuras
intenciones como el máximo responsable de todos los males: según asegura la
leyenda, ahora cuelga sobre la puerta de San Juan.
La espera mereció la pena y, casi
siete siglos después, vecinos, peregrinos y visitantes continúan rindiéndose
ante la magia multicolor de sus 1.900 metros cuadrados de vidrieras. Una obra
de arte que hace que el interior de esta delicia arquitectónica del gótico
francés se inunde cada amanecer con una luz que bien podría ser calificada como
celestial hasta por los no creyentes. No es de extrañar que en 1844 el templo fuera
declarado el primer monumento nacional de España. Aunque no hay quórum sobre la
hora ideal para admirar el destello que desprenden sus 737 vidrieras - al
amanecer, cuando la luz penetra a través del rosetón frontal, al mediodía o al
anochecer, cuando la iluminación interior colorea la plaza-, los lugareños
dicen que no hay nada como una soleada mañana de primavera para disfrutar de la
experiencia.
Pero para percibir el espectáculo
de luz y color en todo su esplendor se impone decir adiós al vértigo y subir a
la plataforma situada en el interior de la catedral: a 14 metros sobre el
suelo, permite contemplar una panorámica privilegiada de la mejor colección de vidrieras
de España. La iniciativa El sueño de La
luz organiza visitas guiadas, diurnas y nocturnas, con grupos de 20
personas (www.catedraldeleon.org/proyectocultural).
Al lado de la catedral, está la oficina de Turismo de León.
Entre la de la RegIa y la de Santo
Domingo destaca otro enclave de buen gusto probado, donde antiguamente se
celebraban ferias y teatrillos y en la actualidad se dan cita varios edificios con
solera: la plaza de San Marcelo, con la iglesia del mismo nombre, el viejo
consistorio (también se la conoce como plaza del Ayuntamiento o las Palomas),
el palacio de los Guzmanes y la Casa Botines. Esta última, obra modernista de
Antonio Gaudí, es la actual sede de Caja España. No lamentará el visitante
detener sus pasos un instante y sentarse en el banco, junto a la estatua que
recuerda al genial artista catalán. Allí puede dejar volar la imaginación mientras
contempla con calma su estética de cuento de hadas, en la que destaca la imagen
de un San Jorge triunfante sobre su correspondiente dragón vencido (y donde en
1950 se hallaron los planos del edificio). Una prueba más del hermoso catálogo
de palacios, iglesias y monumentos que forman parle del casco histórico leonés.
Desde la misma plaza de la RegIa
parte hacia la Izquierda la avenida de los Cubos. Cubos que conforman los
vestigios de la muralla romana y que delimitan la zona más antigua de la
ciudad, allí donde se estableció la Legión VII hace veinte siglos: es el barrio
Romántico. Guiarse a través de este entramado de calles y plazas es fácil, basta
seguir el trazado de la antigua fortificación. Así, en seguida se llega a la
plaza del Espolón, donde aún se conserva una de las puertas de la muralla, el
llamado arco de la Cárcel, flanqueado por el edificio que funcionó como prisión
hace siglos y que ahora alberga en su interior el Archivo Histórico. La muralla
tiene que girar a la izquierda dos veces, y el viajero con ella, antes de
alcanzar la plaza de San Isidoro, donde se encuentra la mundialmente conocida
como "Capilla Sixtina del románico", la basílica de San Isidoro. El
panteón de los reyes leoneses (a excepción de Ordoño I, que permanece en la
catedral) tiene otro mérito más democrático: el de haber albergado en 1188 las
primeras cortes parlamentarias europeas con participación del pueblo. Por otra
parte, tiene el privilegio de contar con una puerta del Perdón, punto final del
trayecto para peregrinos enfermos que no pueden completar el viaje. Y es que no
hay que olvidar que León es la provincia con más kilómetros del Camino de Santiago.
Al lado de la colegiata, se puede contemplar la escultura de las tres
benefactoras del edificio, las hermanas doña Urraca, doña Elvira y doña Sancha,
nombres castellanos donde los haya, hijas de los primeros reyes de Castilla y León.
Algo más adelante, nace la Avenida del Cid, que da paso a los impresionantes
jardines del mismo nombre y donde, si hacemos caso a la leyenda, vivió el mismísimo
Campeador.
Pasado legendario aparte, el barrio
Romántico esconde también una realidad mucho más tangible y agradable para el
paladar: esta es una de las dos zonas de tapeo de la ciudad, ideal para parar a
tomar un vino y charlar con los amigos. Porque si de algo puede presumir León,
además de su abundancia en piedra e historia, es de tener una gastronomía rica
en platos tradicionales. ¡Por no hablar de sus caldos! Aunque si hay una zona
de tapeo por excelencia, esa es el barrio Húmedo. Su nombre se explica en una sola
frase que asegura que los leoneses se mojan por dentro, no por fuera. A buen
entendedor...
El antiguamente conocido corno
barrio de San Martín cambió de nombre para hacer honor al gran número de
mesones que se concentran en sus calles y plazas. Para llegar hasta sus intricadas
callejuelas, debemos volver sobre nuestros pasos y cruzar la animada calle
Ancha. Aquí se puede disfrutar de productos típicos, como la cecina, el jamón,
el chorizo y la morcilla, sin olvidar los callos y las mollejas. […] con tanta
oferta en restauración resulta imposible fallar (www.barriohumedo.net). En León
es tradición obsequiar al cliente con una tapa por cada consumición, lo que
convierte el picoteo en una deliciosa costumbre de la que disfrutar al mediodía
y por la noche (de hecho, es común que los establecimientos cierren entre horas).
En cuanto a los vinos de la tierra, destacan los de Mencía, del Bierzo, y
Prieto Picudo, de Valdevimbre-Los Oteros.
Calmada la sed y saciado el
apetito, resulta casi obligado reanudar el paseo para bajar el almuerzo. El
viajero puede elegir entre diferentes callejuelas con nombres que recuerdan a
los gremios que allí se instalaron; muchas de ellas, además, dejan entrever la
catedral al fondo. Sea cual sea la dirección que elija, sus pasos le llevarán
por plazas y calles con un marcado sabor medieval. Es el caso de la plaza de
San Martín, centro del barrio Húmedo, hasta donde llegó en su día la judería, la
calle Matasiete o la plaza del Conde Luna, que debe su nombre al palacio
homónimo, donde [está situada] la delegación de la Universidad de Washington en
España. Aquí está también uno de los mercados cubiertos más activos de La
ciudad, el mercado del Conde, donde los leoneses acuden a comprar fruta y verdura.
Sin embargo, las mañanas de los miércoles y de los sábados es el colorido mercadillo
de herencia medieval que se celebra en la porticada y señorial plaza Mayor
quien congrega la mayor parte de las cestas de la compra leonesas. En esta plaza
se puede contemplar también la fachada (y solo la fachada) de un falso
ayuntamiento que se construyó para "cumplir" y que nunca funcionó
como tal. Al margen de los días de mercado, para visitar la plaza en su
esplendor es recomendable visitarla al caer el sol, cuando los bares que
pueblan sus pórticos abren sus puertas al público. A partir de primavera, además,
multitud de terrazas invaden la plaza.
Una visita especial merece la plaza
de Santa María del Camino o plaza del Grano, llamada así porque aquí se
celebraba antaño el mercado de los cereales. Se trata, sin duda, del enclave favorito
de los leoneses: de hecho, es considerado el sitio más bonito de la ciudad por
aclamación popular. De traza y aspecto medieval, casi rural, parece detenida en
el tiempo. Domina el centro una gran fuente, donde dos angelotes se funden en
un abrazo eterno que simboliza los dos ríos que rodean la ciudad, que aparece,
por su parte, representada en la cabeza de un león. En uno de los laterales se
encuentra el convento de Carbajalas, albergue del Camino de Santiago, y es que
esta es la vía de entrada por la que llegaban, y llegan, los peregrinos a la
ciudad.
El devenir del camino está íntimamente ligado a la historia de esta ciudad. Desde
la plaza de Santo Domingo, la Gran Vía de San Marcos baja hasta la plaza del
mismo nombre, donde recibe al visitante la fabulosa fachada plateresca del Parador
de León, el Hostal de San Marcos. Aquí estuvo encerrado durante tres años el
escritor Francisco de Quevedo tras perder los favores reales. Alojarse en este
fabuloso y antiguo monasterio-hospital del siglo XVI equivale a obtener un
pasaporte a épocas pretéritas (www.parador.es). Una opción excelente para festejar
el paladar es almorzar en su restaurante y disfrutar del ambiente de su terraza
en verano.
Y es que en ningún otro lugar de la
dudad se dan la mano de una forma tan evidente clasicismo y modernidad. Justo
enfrente del parador, en la avenida de los Reyes Católicos, se levanta el moderno
edificio que alberga el auditorio de León. Unos metros más adelante, los multicoloridos
rectángulos del MUSAC (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León) reclaman
la atención del visitante (www.musac.es).
No se puede dejar la ciudad sin
acercarse a la ribera del río, zona de paseo de los leoneses, donde el viajero
descubrirá que aquí las bicicletas no son solo para el verano. Al llegar a la estatua
de Guzmán el Bueno, héroe medieval que sacrificó a su hijo para salvar la
ciudad, vislumbrará a la derecha las vías del tren, quién sabe si por última vez.
Y es que esta imagen tiene fecha de caducidad, ya que está en marcha un
ambicioso proyecto que planea soterrar dichas vías para construir el nuevo
Palacio de Congresos (que recupera una antigua fábrica azucarera) y la nueva
estación del AVE.
En definitiva, una muestra más de
cómo esta dudad fusiona pasado y futuro en un presente sorprendente, [más de 1.100
años después de la fundación] del Reino de León (fue en el año 910 cuando
García I se ciñó la corona de Pelayo). […]
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