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domingo, febrero 1

Cronistas en Aragón: miradas a la historia I



(Extraído de un texto publicado en el especial del Heraldo de Aragón del 1 de junio de 2014)

En uno sus diálogos, 'Fedro', pone en boca de un rey egipcio que la escritura es el recuerdo que se tiene a través de la palabra y no la verdadera sabiduría del hombre. La escritura fue, eso sí, casi el único antídoto contra el veneno del tiempo, aunque no fuera ese su propósito.

Antes de que naciera Aragón, fue el obispo san Braulio, probablemente, el que puso por escrito en el siglo VII la historia de los innumerables mártires de Zaragoza, famosa más allá de las lindes de la ciudad. Y aún antes, según san Isidoro, existió una 'Crónica de Zaragoza' sobre los godos escrita por el obispo Máximo y de la que apenas se conservan referencias.

La 'Crónica de San Juan de la Peña', de mediados del siglo XIV, es el primero de los textos de naturaleza oficial del reino y por ello posee ya un carácter plenamente nacional, pero hay que tener en cuenta que en su parte más antigua se basa en crónicas pinatenses anteriores, cronologías y genealogías del monasterio que llegan hasta los primeros condes de Aragón. La 'Crónica de Aragón' de Vagad de 1499, centrada en la historia de los monarcas, será la primera editada en lengua vernácula. Las compilaciones de los fueros y las crónicas históricas salpican la historia del reino como una manifestación del peso de esas dos constantes ya aludidas, el Derecho y la Historia.

Un carácter excepcional tiene 'El llibre dels feyts', el Liber gestorum, del rey de Aragón Jaime I, sobre todo porque no son propiamente crónicas sino las memorias de un monarca medieval que debió dictarlas a sus escribanos en presencia -así lo refiere en algunos pasajes- de parte de sus nobles. A su carácter histórico, que por ejemplo cultivará también su yerno Alfonso X el Sabio de Castilla en la 'Crónica General', unen el autobiográfico, algo extraordinario en aquella época. El rey cuenta recuerdos desde que tenía seis años y deja encargado que sea publicado «cuando hayamos pasado esta vida mortal».

El monarca Jaime I es precisamente el personaje con el que concluye la 'Crónica de los Conquiridores' de Juan Fernández de Heredia. Nacido hacia 1310 en Munébrega, este es otro de los nombres clave de la historiografía. Al sabio Fernández de Heredia, humanista, escritor, traductor y diplomático, se refirió inevitablemente Zurita y algunos de sus manuscritos, hoy en la Biblioteca Nacional, formaron parte de la del papa Benedicto XIII. Como historiador destaca también la 'Grant Crónica de Espanya', redactada, como el resto de su obra, en aragonés.

La gran figura en Aragón es Jerónimo Zurita, considerado el primer historiador de la modernidad al igual que Goya es para muchos el primero de los pintores modernos. «Por falta de escritos, los hechos y cosas del reino de Aragón están olvidados», dice el príncipe Felipe de Austria, luego Felipe II, al presidir las Cortes de Monzón de 1547 que aprobarían el cargo oficial de cronista mayor del reino, aunque ya existía antes sin ese carácter ni sueldo de las Cortes.

Será este a partir de entonces un puesto relevante y codiciado. Si destaca Zurita sobre el resto es porque es un cronista con un por entonces insólito afán de imparcialidad, riguroso en el manejo de sus fuentes y que sienta las bases para que la historia del reino llegue hasta nosotros con el peso con el que lo hace. Es también un hombre dedicado a su obra, que lo abandona todo por terminarla poco antes de su muerte y que para ello se encierra en el convento de Santa Engracia.