Cronistas en Aragón: miradas a la historia I
(Extraído de un texto publicado en el especial del Heraldo
de Aragón del 1 de junio de 2014)
En uno sus diálogos, 'Fedro', pone
en boca de un rey egipcio que la escritura es el recuerdo que se tiene a través
de la palabra y no la verdadera sabiduría del hombre. La escritura fue, eso sí,
casi el único antídoto contra el veneno del tiempo, aunque no fuera ese su
propósito.
Antes de que naciera Aragón, fue el
obispo san Braulio, probablemente, el que puso por escrito en el siglo VII la historia
de los innumerables mártires de Zaragoza, famosa más allá de las lindes de la
ciudad. Y aún antes, según san Isidoro, existió una 'Crónica de Zaragoza' sobre
los godos escrita por el obispo Máximo y de la que apenas se conservan referencias.
La 'Crónica de San Juan de la Peña',
de mediados del siglo XIV, es el primero de los textos de naturaleza oficial del
reino y por ello posee ya un carácter plenamente nacional, pero hay que tener
en cuenta que en su parte más antigua se basa en crónicas pinatenses anteriores,
cronologías y genealogías del monasterio que llegan hasta los primeros condes de
Aragón. La 'Crónica de Aragón' de Vagad de 1499, centrada en la historia de los
monarcas, será la primera editada en lengua vernácula. Las compilaciones de los
fueros y las crónicas históricas salpican la historia del reino como una manifestación
del peso de esas dos constantes ya aludidas, el Derecho y la Historia.
Un carácter excepcional tiene 'El llibre
dels feyts', el Liber gestorum, del rey de Aragón Jaime I, sobre todo porque no
son propiamente crónicas sino las memorias de un monarca medieval que debió
dictarlas a sus escribanos en presencia -así lo refiere en algunos pasajes- de
parte de sus nobles. A su carácter histórico, que por ejemplo cultivará también
su yerno Alfonso X el Sabio de Castilla en la 'Crónica General', unen el
autobiográfico, algo extraordinario en aquella época. El rey cuenta recuerdos
desde que tenía seis años y deja encargado que sea publicado «cuando hayamos
pasado esta vida mortal».
El monarca Jaime I es precisamente el
personaje con el que concluye la 'Crónica de los Conquiridores' de Juan
Fernández de Heredia. Nacido hacia 1310 en Munébrega, este es otro de los nombres
clave de la historiografía. Al sabio Fernández de Heredia, humanista, escritor,
traductor y diplomático, se refirió inevitablemente Zurita y algunos de sus
manuscritos, hoy en la Biblioteca Nacional, formaron parte de la del papa
Benedicto XIII. Como historiador destaca también la 'Grant Crónica de Espanya',
redactada, como el resto de su obra, en aragonés.
La gran figura en Aragón es
Jerónimo Zurita, considerado el primer historiador de la modernidad al igual
que Goya es para muchos el primero de los pintores modernos. «Por falta de escritos,
los hechos y cosas del reino de Aragón están olvidados», dice el príncipe
Felipe de Austria, luego Felipe II, al presidir las Cortes de Monzón de 1547
que aprobarían el cargo oficial de cronista mayor del reino, aunque ya existía
antes sin ese carácter ni sueldo de las Cortes.
Será este a partir de entonces un puesto
relevante y codiciado. Si destaca Zurita sobre el resto es porque es un
cronista con un por entonces insólito afán de imparcialidad, riguroso en el
manejo de sus fuentes y que sienta las bases para que la historia del reino llegue
hasta nosotros con el peso con el que lo hace. Es también un hombre dedicado a
su obra, que lo abandona todo por terminarla poco antes de su muerte y que para
ello se encierra en el convento de Santa Engracia.
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