Quiero ser un ángel
(Leído en la columna de Paulo Coelho en el XLSemanal del 10
de junio de 2012)
El abad Juan Pequeño pensó: «Estoy cansado de ser un hombre
como los otros; tengo que ser como los ángeles, que no hacen nada y solo viven
contemplando la gloria de Dios». Así, aquella noche abandonó el monasterio de
Esceta y se fue al desierto.
Una semana después regresó al convento. El hermano portero
lo escuchó golpear la puerta y preguntó quién era.
-Soy el abad Juan -respondió-. Tengo hambre.
-No puede ser -dijo el hermano portero-. El abad Juan está
en el desierto, transformándose en ángel. Ya no siente hambre y no necesita
trabajar para mantenerse.
-Perdona mi orgullo -respondió el abad Juan-. Los ángeles
ayudan a la humanidad; este es su trabajo, y por eso no necesitan comer, apenas
contemplar. Pero yo soy un hombre. La única manera de contemplar esta misma
gloria es haciendo lo que los ángeles hacen: ayudando a mi prójimo. El ayuno no
sirve de nada.
Al oír este gesto de humildad, el hermano portero volvió a
abrir la puerta del convento.
Etiquetas: Cuentos y leyendas
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