Atentado a la más bella
(Un artículo de Luis Reyes en la revista Tiempo del 25 de
marzo de 2014)
Londres, 10 de marzo de 1914 · Una militante sufragista
destroza a hachazos La Venus del espejo, de Velázquez.
Una mujer, menuda y ágil, se acercó mucho al cuadro. Era uno
de los que más gustaban al público de la National Gallery, sobre todo al
público masculino: La Venus del espejo, de Velázquez. Había llegado a
Inglaterra un siglo antes, fruto del pillaje del arte español durante la Guerra
de Independencia, y había recorrido varias colecciones privadas hasta que una
organización de apoyo a los museos lo había comprado hacía solo ocho años, para
que todo el mundo pudiese disfrutarlo en la primera pinacoteca de Londres.
Pero la mujer no había venido a admirar el sensual desnudo
velazqueño. De pronto sacó una cuchilla de carnicero y descargó siete golpes
con furia, siete tajos que hirieron a Venus desde el cuello hasta el más
hermoso culo de la historia de la pintura. ¡Se había vuelto loca aquella mujer!
Pero no, sabía muy bien lo que hacía, y la policía también lo sabía, pues en
Scotland Yard había una ficha entre las sufragistas radicales que decía: “Mary
Richardson (S/168429), edad 31, altura 5 pies y 5’5 pulgadas, complexión
pálida, pelo y ojos castaños... varias veces condenada por romper valiosas
vidrieras... pendiente de juicio por incendiaria”.
Mary Raleigh Richardson, oriunda de Canadá, era en efecto
una de las activistas más conocidas del movimiento feminista que luchaba por
conseguir el derecho de voto para las mujeres, las llamadas sufragistas. Estaba
afiliada a su organización, la Unión Social y Política de Mujeres, donde
encabezaba la banda de música como tambor mayor, aunque era de las que sabían
llamar la atención más allá de los desfiles. Una vez logró entregar una
petición al rey Jorge V saltando al estribo de su carruaje –habría podido
matarlo si fuera un terrorista– y había convencido al obispo de Londres para
que apoyase su causa.
Pero Mary Richardson tenía una tendencia a la acción
violenta que la había llevado a la cárcel nueve veces en dos años. Sin duda la
radicalizó la tragedia de Emily Davison, compañera sufragista a la que Mary
acompañó en el verano de 1913 al Derby de Epson, donde Emily se puso delante
del caballo del rey, fue arrollada y muerta. Los espectadores, en vez de sentir
compasión por la sufragista, indignados por el sabotaje a la carrera, le dieron
una paliza a Mary que se salvó por poco del linchamiento.
Acción directa
Golpe por golpe, Mary Richardson había roto las vidrieras
del Home Office (Ministerio del Interior), había provocado incendios e incluso
puso una bomba en una estación de ferrocarril. Cuando la detenían seguía en
actitud militante y se declaraba en huelga de hambre, sufriendo por ello
force-fedding (alimentación forzosa). No era excepcional, aquella vanguardia
feminista que estaba dispuesta a morir por lograr sus derechos, como Emily
Davison, mantenía la lucha incluso en prisión con el único desafío al sistema
que le quedaba al alcance, la huelga de hambre. Precisamente esa fue la
situación que provocó el ataque a La Venus del Espejo.
Posteriormente a los hechos se ha querido relacionar el
atentado a la Venus de Velázquez con una condena a la utilización del cuerpo
femenino como objeto de placer por los hombres. La misma Mary Richardson llegó
a reelaborar sus motivaciones y en 1952 dijo que “no le gustaba la manera en
que los visitantes masculinos la miraban boquiabiertos todo el día”. Sin
embargo no tenían nada que ver con eso las razones que explicó tras el ataque,
en un estudiado texto.
“He intentado destruir la pintura de la más bella mujer en
la historia de la mitología como protesta contra el Gobierno por destruir a la
señora Pankhurst, que es la persona más hermosa de la historia moderna”,
escribió en un informe de su acción a la Unión de Mujeres, que inmediatamente
lo pasó a la prensa. Emmeline Pankhurst era la fundadora y jefa del movimiento
sufragista y estaba en la cárcel, en huelga de hambre y sometida a
force-fedding, así que el ataque a un icono de la cultura pretendía llamar la
atención sobre el caso Pankhurst. Curiosamente, el paralelismo que Mary
Richardson estableció entre el personaje mitológico de Venus y el real de la
señora Pankhurst fue recogido por la prensa, y el caso empezó a ser tratado
como si se tratara de una bárbara agresión a una mujer de carne y hueso. “Una
cruel herida en el cuello”, decía un artículo del ponderado Times, mientras que
los periódicos sensacionalistas presentaban directamente a Mary Richardson como
una asesina, a la que en la tradición de la crónica criminal inglesa apodaron
Slasher Mary (María la Apuñaladora).
Afortunadamente, el clima de demonización alentado por los
medios no confundió a los jueces, que no juzgaron a Mary Richardson como una
asesina, sino que aplicaron la legislación correspondiente a quienes atentaban
contra obras de arte. En aquellos tiempos no existía el fetichismo cultural
actual, y la pena máxima era de seis meses, los que le cayeron a Slasher Mary.
Lo cierto es que cada vez había más sectores sociales que aprobaban la causa
sufragista, y frente a los exabruptos de la prensa amarilla las instituciones
veían inevitable el voto femenino y se mostraban moderadas frente al terrorismo
light (ver recuadro) de las feministas. Incluso el force-fedding, que hoy consideraríamos
casi tortura, se adoptó como una medida humanitaria, para proteger la vida de
las sufragistas.
Giro al fascismo
Cuatro años más tarde, en 1918, Inglaterra reconoció el
derecho de voto a las mujeres. Paralelamente a la Primera Guerra Mundial, las
sufragistas habían ganado su guerra. Mary Richardson se afilió al Partido
Laborista, entonces una organización revolucionaria que jaleaba la toma del
poder por los bolcheviques, la extrema izquierda de Inglaterra, y se presentó a
las elecciones de 1922 como diputada por Acton. Si hubiera salido elegida
habría sido la culminación de su lucha por los derechos políticos de la mujer,
pero no ganó el escaño.
En los años siguientes compitió en tres elecciones más y
perdió siempre. Su última tentativa fue en 1934, cuando se presentó a diputada
laborista por Londres. Tras este fracaso dio un giro político radical: ¡se pasó
al fascismo!
De nuevo es preciso puntualizar que no se pueden aplicar los
prismas actuales para entender la Historia. En los años entre guerras el
fascismo aparecía como una fuerza revolucionaria que quería subvertir la
sociedad burguesa; era distinto y rival del socialismo, pero semejante en
cuanto al anhelo de cambiar el mundo, y muchos jóvenes inquietos se afiliaban a
uno u otro movimiento a veces por casualidad.
En las motivaciones de Mary Richardson para afiliarse a la
Unión Fascista Británica de sir Oswald Mosley quizá influyese que los partidos
fascistas tenían secciones femeninas. De hecho, Mary no transitó al fascismo en
solitario, otras dos prominentes dirigentes sufragistas, Norah Elam y Mary
Allen, la acompañaron. En cuanto llegó a la Unión Fascista, Mary Richardson
alcanzó un puesto de responsabilidad, precisamente el de secretaria de
Organización de la Sección de Mujeres. Algo debió decepcionarla sin embargo,
pues solo fue militante fascista durante un año. En 1935 dejó el movimiento de
Mosley y se retiró de la política, adoptó un niño y escribió su autobiografía.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home