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martes, enero 5

Homenajes

(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal de algún domingo de 2013)

En el siglo XIX, como dice Baura, Madrid tenía más grande la cabeza que los pies. Por eso, las tertulias literarias y culturales, como las que encontraron su paradigma en el Ateneo de Madrid, nacieron antes y con mayor postín que las de pretensión convivencial. El Casino de Madrid, modelo del género, nació en 1836 y fue viviendo 'de prestado' hasta que se inauguró en 1910 su elegante y pomposa sede de la calle de Alcalá -en el solar que albergó un club conocido por La Veloz- y junto al Ministerio de Hacienda, todo un desplante en una asociación de gentes de bien pasar y mejor  vivir. [...] En sus días, los salones del restaurante se frecuentaban con homenajes a personajes que alcanzaban notoriedad. No eran homenajes de encargo, ni mucho menos de patrocinio. Un grupo de amigos, media docena, lo convocaban y a ellos se iban sumando otros muchos, u otros pocos, y esa era la medida del homenaje.

Aunque el público fundacional del Casino de Madrid, tan decadente como grato, era "gente de dinero", según José Altabella, se hacían allí pinitos en otras direcciones. Han quedado para la historia de la literatura española los banquetes multitudinarios -¡¡casi 500 personas!!- que allí se organizaron para celebrar las jubilaciones de Dámaso Alonso (1888-1990) y Gerardo Diego (1896-1987). El primero fue catedrático de Literatura en el Instituto de Enseñanza media Beatriz Galindo y el segundo, en la Complutense. Aparte del deterioro de la fauna docente, sirve este recuerdo para marcar diferencias entre tiempos, costumbres, y respetos. Y salimos perdiendo.

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