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viernes, febrero 23

Antibióticos y obesidad

(Extraído de un texto de Marisol Guisasola en la  revista Mujer de Hoy del 8 de octubre de 2016)

Los ganaderos saben desde hace décadas que los animales engordan cuando toman antibióticos. Pero ¿podrían también favorecer la obesidad en humanos? Para entender las cosas, hay que remontarse a mediados del siglo pasado. En 1948, el bioquímico Thomas H. Jukes se maravilló al ver cómo un nuevo antibiótico, la aureomicina, no solo curaba infecciones bacterianas en el ganado, sino que ayudaba a criar animales más grandes. Tras alimentar a pollitos con comida "enriquecida" con aureomicina, vio que llegaban a pesar el doble que los alimentados del modo habitual. Cuando la gran demanda de aureomicina para fines medicinales en humanos cortó el acceso de Jukes al medicamento, él rebuscó entre los desechos del laboratorio para seguir experimentando con cerdos, ovejas y vacas. ¿Resultado? Todos los animales aumentaron de peso. Un hallazgo enorme en esa época.

Hoy la ciencia ha dado la vuelta a la idea y relaciona exceso de peso con peor salud. "Aumentar el tamaño de la población puede ser más perjudicial que beneficioso", pronosticaba ya en la década de 1950 Alexander Fleming (el científico que descubrió la penicilina), cuando supo que algunos investigadores estaban dando antibióticos a niños para ver si ganaban peso. ¿Engordarían los niños del mismo modo que los animales de granja? Lo hicieron. Los niños tratados con antibióticos ganaron el triple de peso en un año que los no tratados.

Para entonces, ya había laboratorios que comercializaban el hallazgo. En 1954, Lilly vendía un antibiótico como aditivo para "ayudar a la digestión de los animales". En realidad, dicho fármaco permitía a los granjeros mantener al ganado estabulado, porque además de engordar, los animales que lo consumían podían sobrevivir en condiciones más insalubres y menos naturales. Con el paso de los años, el efecto "obesogénico" de los antibióticos perdió interés. No fue hasta hace una década que renació estimulado por el enorme problema de salud pública que plantea el abuso de estos fármacos. Si, por un lado, ese abuso favorece la aparición de cepas bacterianas resistentes (se calcula que ese abuso provoca unas 25.000 muertes al año en Europa y entre 1.500 y 2.000 en España), cada vez más expertos asocian el problema a la epidemia de obesidad.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, más de la mitad de los adultos y tres de cada 10 niños y adolescentes padecen hoy obesidad o sobrepeso en España. Además de ser el segundo país de la Unión Europea (después de Reino Unido) con mayores tasas de exceso de peso, el Eurobarómetro también indica que España es "el país de la UE donde más crece el empleo de antibióticos y donde hay más desconocimiento sobre su verdadera utilidad". Aunque nadie niega que la dieta actual (rica en calorías y pobre en nutrientes) y un estilo de vida cada vez más sedentario son los grandes culpables de la epidemia de obesidad, nuevos estudios insisten en señalar el papel que tienen los antibióticos en este problema.

Hace unos meses, un estudio publicado en Gastroenterology (revista oficial de la Asociación Norteamericana de Gastroenterología) confirmaba la relación entre el empleo de estos fármacos en niños y su riesgo de obesidad. Aún más: ese peligro aumentaba cuantas más tandas de antibióticos recibía el niño. En concreto, administrar tres o más tratamientos con estos fármacos a un menor antes de que cumpliera los dos años aumentaba significativamente su riesgo de ser obeso en los años siguientes. "Los antibióticos se han utilizado para el engorde de ganado durante décadas y nuestro estudio confirma que pueden tener el mismo efecto en humanos declaran los autores del trabajo. No decimos que no haya que utilizarlos cuando son necesarios. Nuestra intención es animar a médicos y a padres a que se lo piensen dos veces antes de administrárselos a un niño, en ausencia de indicadores que aconsejen esa utilización". Algunas investigaciones anteriores ya habían comprobado que estos fármacos producen cambios en la microbiota o flora intestinal, esos millones de bacterias que habitan el intestino y modulan la salud de muchas formas. En concreto, se ha comprobado que la disbiosis (el desequilibrio en la composición de bacterias intestinales) que causan los antibióticos puede aumentar el riesgo de exceso de peso, de diabetes tipo 2 y de enfermedades cardiovasculares, entre otros problemas.

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