Viajes y eclipses
(Un texto de
Rafael Bachiller en el Heraldo de Aragón del 20 de agosto de 2017)
Resulta
paradójico que esos momentos en los que el Sol queda oculto por el disco lunar
hayan resultado tan útiles, a lo largo de la historia, para el estudio del
astro rey. Pero la realidad es que los eclipses proporcionan ocasiones privilegiadas
para la observación de la corona solar y de las gigantescas protuberancias solares.
Los eclipses totales de Sol no son frecuentes, pero hay uno en algún punto del planeta
cada 18 meses aproximadamente.
Los
astrónomos cargados con sus telescopios y otros instrumentos nunca han dudado en
viajar para aprovechar los eclipses en sus
investigaciones. El británico Warren de la Rue vino a Rivabellosa (Álava) para observar
el eclipse de 1860 y probó así de manera definitiva el origen solar de las
protuberancias. El francés Jules Janssen viajó a Guntur (lndia) en 1868 y durante
aquel eclipse descubrió el helio, el elemento más abundante del universo después
del hidrógeno, nombrado así a partir de Helios, la personificación del Sol en
la mitología griega. Sir Arthur Eddington tuvo que navegar hasta la Isla de
Príncipe (frente a la costa occidental africana) para observar el29 de mayo de
1919 el eclipse más famoso de la historia de la ciencia: el que permitió medir
la curvatura de la luz predicha unos años antes por la Teoría de la Relatividad
General de Albert Einstein.
Más
allá de su interés para los científicos, los eclipses solares totales
constituyen espectáculos maravillosos para todos los seres humanos pues nos
recuerdan que vivimos en un universo pletórico de prodigios. Pero si
permanecemos situados en un punto fijo de la Tierra tan sólo nos será posible
ver uno de estos eclipses cada tres o cuatro siglos. Así que para disfrutar de los eclipses hay que hacer como los astrónomos: viajar. Viajar
es imprescindible. En esta época, en la que desplazarse es tan fácil, todos
podemos disfrutar de un eclipse solar total viajando al menos una vez en
nuestra vida al lugar adecuado. Son muy numerosos los viajeros que, llegados de
todos los rincones del planeta, [se encontraban a mediados de agosto] apiñados
en la zona de totalidad en Norteamérica. [Si tuvieron un cielo despejado], el
viaje sin duda habrá merecido la pena pues presenciar un eclipse total de Sol es
una experiencia inolvidable.
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