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martes, febrero 13

Viajes y eclipses



(Un texto de Rafael Bachiller en el Heraldo de Aragón del 20 de agosto de 2017)

Resulta paradójico que esos momentos en los que el Sol queda oculto por el disco lunar hayan resultado tan útiles, a lo largo de la historia, para el estudio del astro rey. Pero la realidad es que los eclipses proporcionan ocasiones privilegiadas para la observación de la corona solar y de las gigantescas protuberancias solares. Los eclipses totales de Sol no son frecuentes, pero hay uno en algún punto del planeta cada 18 meses aproximadamente.

Los astrónomos cargados con sus telescopios y otros instrumentos nunca han dudado en viajar para aprovechar los eclipses en sus investigaciones. El británico Warren de la Rue vino a Rivabellosa (Álava) para observar el eclipse de 1860 y probó así de manera definitiva el origen solar de las protuberancias. El francés Jules Janssen viajó a Guntur (lndia) en 1868 y durante aquel eclipse descubrió el helio, el elemento más abundante del universo después del hidrógeno, nombrado así a partir de Helios, la personificación del Sol en la mitología griega. Sir Arthur Eddington tuvo que navegar hasta la Isla de Príncipe (frente a la costa occidental africana) para observar el29 de mayo de 1919 el eclipse más famoso de la historia de la ciencia: el que permitió medir la curvatura de la luz predicha unos años antes por la Teoría de la Relatividad General de Albert Einstein.

Más allá de su interés para los científicos, los eclipses solares totales constituyen espectáculos maravillosos para todos los seres humanos pues nos recuerdan que vivimos en un universo pletórico de prodigios. Pero si permanecemos situados en un punto fijo de la Tierra tan sólo nos será posible ver uno de estos eclipses cada tres o cuatro siglos. Así que para disfrutar de los eclipses hay que hacer como los astrónomos: viajar. Viajar es imprescindible. En esta época, en la que desplazarse es tan fácil, todos podemos disfrutar de un eclipse solar total viajando al menos una vez en nuestra vida al lugar adecuado. Son muy numerosos los viajeros que, llegados de todos los rincones del planeta, [se encontraban a mediados de agosto] apiñados en la zona de totalidad en Norteamérica. [Si tuvieron un cielo despejado], el viaje sin duda habrá merecido la pena pues presenciar un eclipse total de Sol es una experiencia inolvidable.