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lunes, septiembre 10

Letras, envidia y celos (II): Randolph Hearts y Joseph Pulitzer

(Un texto de Elena Castelló en la revista Mujer de Hoy del 26 de agosto de 2017)

Randolph Hearts y Joseph Pulitzer. La rivaldiad que creó el gran periodismo

Joseph Pulitzer desembarcó con 17 años en Boston, en 1864, para unirse a las fuerzas unionistas en plena Guerra Civil norteamericana. Había nacido en Hungría, en la ciudad de Mako, y aprendió pronto a buscarse la vida cuando falleció su padre y dejó a la familia, hasta entonces acomodada, en la pobreza. No hablaba inglés, pero dominaba el francés y el alemán además del húngaro, y es el ejemplo del hombre hecho a sí mismo.

Desempeñó todos los trabajos imaginables -desde ballenero a cuidador de mulas- y decidió viajar a Missouri, a donde llegó como polizón en un tren. Allí empezó a frecuentar la biblioteca pública, estudió inglés y escribió su primera crónica periodística, contando cómo había sido engañado, junto a otros temporeros, por el dueño de una plantación de azúcar. Se publicó en un periódico para inmigrantes, el Westliche Post, del que tiempo después se convirtió en gerente. ero su ambición iba más allá.

Creo su propio periódico fusionando dos más pequeños: el Saint Louis Post-Dispatch, en el que defendía al 'hombre común' y denunciaba la corrupción. Diez años después dio el salto a Nueva York, donde compró otro diario, el New York World, e insistió en las historias de interés humano, la guerra contra la corrupción y los crímenes más llamativos. Quería acercarse al inmigrante que trabajaba duro para salir adelante y que los domingos pasaba el día leyendo los reportajes fotográficos de su periódico, sus novelas por capítulos y su tira cómica.

Poco a poco, se consolidó como el editor de diarios más prestigioso de Estados Unidos. En The World trabajaban los mejores periodistas y columnistas. Sin embargo, la hegemonía de Pulitzer estaba a punto de terminar, por la aparición en el panorama periodístico de Nueva York del rico heredero californiano de un magnate de la minería, al que su padre había comprado un periódico, el San Francisco Examiner, para que sentara cabeza. Se llamaba William Randolph Hearst y admiraba las tácticas de Pulitzer.

En Nueva York compró el New York Morning Journal y pronto lo situó entre los más leídos, aplicando las mismas recetas, pero bajando el precio. ncarnizada fue la competencia entre el Journal de Hearst y el World de Pulitzer. Hearst contrató a gran parte del equipo de Pulitzer y no dudaba en falsificar historias y fotografías o plagiar a otros periódicos. Era muy distinto a Pulitzer: disponía de una fortuna y no tenía escrúpulos. Por ejemplo, no dudó en acusar al ejército español del hundimiento del acorazado Maine, anclado frente a La Habana, creando un estado de opinión que propició la guerra de Cuba, en 1898.

Pulitzer, al principio reticente, acabó entrando en el juego. Ambos perdieron grandes cantidades de dinero en su competencia y vieron cómo se deterioraba su prestigio. Hearst llegó a vender un millón de periódicos diarios. A su muerte, en 1951, con 88 años, Hearst poseía 17 periódicos (aunque en los años 40 tuvo 42), cuatro revistas, dos agencias de noticias y una productora de cine.

Su nombre sigue al frente de un gran imperio periodístico, el más grande de su país. Pulitzer falleció en 1911 a los 64 años. Al final de sus días, contribuyó a crear la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia (Nueva York), una de las más respetadas del mundo, y dejó un fondo para premiar los mejores trabajos periodísticos. Ha pasado a la historia asociado a ese premio, el Pulitzer, que se otorga desde 1917.

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