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jueves, septiembre 6

La leyenda de Tina Modotti: fotógrafa y revolucionaria

(Un texto de Ixone Díaz Landaluce en el XLSemanal del 2 de julio de 2017)

Pionera del fotoperiodismo social, Tina Modotti fue también modelo y actriz. Íntima de Frida Kahlo y amante de Diego Rivera, sirvió como enfermera en la Guerra Civil, fue agente del Komintern… Hace tiempo, sin duda, que su vida se merecía una biografía. Y se acaba de publicar.

Solo hizo 400 fotografías a lo largo de su vida. Quizá porque era perfeccionista y minuciosa. O quizá porque, fuera del cuarto oscuro, su vida era más fascinante, apasionada y peligrosa.tina modotti fue, en todo caso, una gran fotógrafa. Pero también fue muchas otras cosas, como demuestra Tina Modotti, fotógrafa y revolucionaria [Editorial La Fábrica], una biografía de Margaret Hooks que hace justicia a una vida de leyenda.

Nacida en Udine (Italia) en 1896, Modotti creció en un hogar humilde, donde no se comía otra cosa que polenta, y con 12 años empezó a trabajar en una fábrica de seda. Su padre emigró a Estados Unidos y, al cumplir los 16, se reunió con él tras viajar sola hasta San Francisco. Allí empezó a coser, pero enseguida trabajó como modelo y, más tarde, como actriz de teatro y ópera. Convertida en una pequeña celebridad entre la comunidad italiana, Modotti ansiaba, sin embargo, explorar otros círculos.

Durante la Exposición Universal celebrada en la ciudad en 1915 conoció al joven pintor y poeta Roubaix de l’Abrie Richey, Robo, con quien frecuentó los circuitos independientes en los que se hablaba de arte, utopía y amor libre, y se casó poco después. La pareja se trasladó a Los Ángeles, donde Tina consiguió pequeños papeles en películas mudas mientras se introducían en un círculo de artistas bohemios entre los que se encontraba el fotógrafo Edward Weston.

México mágico

Mientras Robo hacía planes para montar una exposición en México, ella y Weston iniciaron una aventura. Dos meses después de que su marido cruzara la frontera, Modotti supo que había contraído viruela. Hizo las maletas y se subió a un tren, pero antes de llegar a México DF un telegrama le anunció su muerte.

Devastada, pero también estremecida por la belleza y la vitalidad del país que acababa de conocer, se quedó en la ciudad para organizar la exposición que Robo había estado preparando, mientras se zambullía en el corazón de la revolución artística y convencía a Weston, casado y con cuatro hijos, de que se trasladara a México. Sentía, además, que ser actriz era demasiado superficial para ella y llegó a un acuerdo con Weston: regentaría su estudio de retratos y él, a cambio, le enseñaría el oficio. Modotti tenía un talento innato. «Tina ha hecho una foto que me gustaría firmar con mi nombre, y eso no me sucede a menudo», le escribió Weston a un amigo.

Viajaron juntos por el país y plasmaron sus paisajes y sus gentes en el libro Idols behind altars. Pero mientras a él le obsesionaban la forma y la estética, Modotti exploraba la realidad de los trabajadores, los campesinos y los barrios marginales. «No puedo resolver el problema de la vida perdiéndome en el problema del arte», escribió.

En aquella época documentó el trabajo de muralistas como Diego Rivera, Orozco y Siqueiros y su amistad con ellos y con el pintor francés Jean Charlot afianzó su compromiso político. Empezó a renunciar a ciertas comodidades y en 1927 se unió al Partido Comunista, en el que compartió causa con una joven Frida Kahlo. Se hicieron íntimas, acudían a las manifestaciones y Modotti animó a la pintora a vestir de una manera más sobria, como una «buena comunista».
Se dice que Kahlo y Rivera se conocieron en una de sus fiestas. De hecho, el muralista las inmortalizó juntas en En el arsenal y, más tarde, la pareja celebró su boda en la azotea de la fotógrafa. Su casa se había convertido en un centro de reunión clandestino para los dirigentes del partido y en un refugio para exiliados latinoamericanos.

Amor y crímenes

Después de enviudar y de que su amante y maestro regresara a Los Ángeles, vivió un breve romance con Diego Rivera y otro más intenso con el muralista Xavier Guerrero. Cuando este viajó a Rusia, sin embargo, Modotti se entregó al estudiante Julio Antonio Mella, un célebre exiliado cubano asesinado un año después, mientras paseaban juntos por la calle. Modotti, de hecho, fue arrestada y la prensa habló de un crimen pasional. Liberada y exculpada poco después, la reputación de Mata-Hari la persiguió toda su vida. El asesinato de Mella, además, lo cambió todo. Si antes estaba comprometida, ahora era una revolucionaria. «Se convirtió en una especie de monja comunista», dijo Rivera.

La presión sobre los miembros del partido crecía y Modotti temía ser deportada. Las autoridades encontraron el pretexto perfecto para amedrentarla tras el intento de asesinato del presidente Pascual Ortiz Rubio. Así se lo explicó a Weston en una carta. «Todo tipo de pruebas, documentos, armas y cosas así se encontraron en mi casa; en otras palabras, todo estaba listo para dispararle a Ortiz Rubio y, desafortunadamente, yo no calculé bien y el otro tipo se me adelantó […]. Esta es la historia que el pueblo mexicano se ha tragado con el café de la mañana, así que ¿acaso puedes culparlos por sentirse aliviados al saber que la feroz y sanguinaria Tina Modotti por fin había dejado las costas mexicanas para siempre?».

En 1930 viajó a Europa en un carguero infestado de ratas en el que también embarcó el dirigente comunista Vittorio Vidali. Tras pasar hambre, frío y penurias en Berlín y sortear a la Policía fascista italiana, se instaló en Moscú con Vidali. Ya no hacía fotos. Allí, nadie apreciaba su arte y no estaba dispuesta a convertirlo en propaganda.

Modotti había decidido consagrar su vida a las labores más humildes del partido. «Siempre dispuesta a lo que nadie quiere hacer: barrer las oficinas, ir a pie hasta los lugares más apartados, pasarse las noches en vela escribiendo cartas o traduciendo artículos», según Pablo Neruda.

Convertida en agente del Komintern, llevó a cabo misiones en Polonia, Rumanía y Hungría y, cuando estalló la Guerra Civil, viajó a España. Operaba bajo un pseudónimo (María del Carmen Ruiz Sánchez) y puso en marcha un hospital de tuberculosos del gobierno republicano, colaboró con las Brigadas Internacionales en Albacete, ayudó a soldados a cruzar la frontera francesa y fue una de las enfermeras de confianza de Pasionaria cuando esta enfermó de hepatitis.

Al terminar la guerra, huyó a Francia y viajó hasta Nueva York, pero las autoridades norteamericanas no la dejaron desembarcar del Queen Mary y terminó regresando a México con una identidad falsa. Se convirtió en María, una maestra viuda, pero su situación irregular le impedía visitar a sus antiguos amigos. Otros, como Diego Rivera y Frida Kahlo, habían sido repudiados por el partido por dar cobijo a Trotski.

Empobrecida y deteriorada física y mentalmente, trabajó para los exiliados españoles, pero apenas salía de la casa que compartía con Vidali. «Lo odio con toda mi alma, pero tengo que seguirlo hasta mi muerte», llegó a decir del dirigente, famoso por su brutalidad y al que se le atribuían centenares de ejecuciones en la Guerra Civil.

Tres años después de regresar a México y después de disfrutar de una cena con amigos, Modotti murió en un taxi cuando regresaba a casa de madrugada. Algunos, como el propio Diego Rivera, vieron la sombra de una purga comunista, una conspiración orquestada por el propio Vidali, sobre el que también corrían rumores acerca de su implicación en el asesinato de Mella. De hecho, al día siguiente, Vidali huyó por temor a ser detenido. Sin embargo, la autopsia demostró que Modotti, de 46 años, había fallecido de un infarto después de sufrir una enfermedad coronaria crónica.

Fue enterrada envuelta en una bandera adornada con la hoz y el martillo. Su amigo el grabador Leopoldo Méndez esculpió su perfil en la lápida y Pablo Neruda le dedicó un poema que terminó convirtiéndose en un poético epitafio. «Puro es tu dulce nombre, pura es tu vida frágil. De abeja, sombra, fuego, nieve, silencio, espuma. De acero, línea, polen, se construyó tu férrea, tu delgada estructura».

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