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viernes, agosto 31

Malta: un paraíso en el Mediterráneo

(Un texto de María León en la revista Mujer de Hoy del 12 de agosto de 2017)

Tres pequeñas islas forman el país más misterioso y fascinante de Europa, que nos ofrece una herencia histórica y cultural única, aguas azules y románticos atardeceres.

Parece increíble que una isla con solo 30 kilómetros de extensión, entre los dos puntos más lejanos, albergue tanta historia y tanta cultura. Pero Malta es así. Mágica y de leyenda. Con un rico legado y un presente fascinante, que la ha llevado a ser elegida como Capital Europea de la Cultura en 2018.

Malta es un destino sorprendente: no solo se disfruta de un delicioso clima y un mar de un intenso azul, sino que también cuenta con un patrimonio histórico de gran riqueza, que en buena parte gira en torno a la famosa Orden de San Juan, formalmente conocida como la Soberana Orden Hospitalaria y Militar de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta, cuyos caballeros construyeron La Valeta, la capital más pequeña de Europa. Quizá por ese aire mágico y misterioso, ha sido elegida para rodar películas como Munich, de Steven Spielberg; Guerra Mundial Z, con Brad Pitt; Ágora, de Alejandro Amenábar; Troya, Gladiator; o parte de la primera temporada de Juego de Tronos.

A pesar de estar rodeada de mar, no es una isla con grandes playas. Sin embargo, tuve la suerte de alojarme en un hotel que tenía una pequeña y privada: el Intercontinental Malta, que se encuentra en la zona de St. Julian´s, conocida por su animado ambiente nocturno. 

La Valeta está declarada Patrimonio de la Humanidad. De hecho, pasear por su centro es sumergirse en un auténtico museo al aire libre, donde sus calles, inundadas de flores blancas y rojas -a juego con su bandera-, llevan a preciosos edificios medievales, iglesias y jardines de ensueño.

La historia de Malta se enriquece con el legado de las culturas prehistóricas -como puede apreciarse en sus misteriosos templos megalíticos-, así como con los de las civilizaciones fenicia, cartaginesa, romana y bizantina, que también dejaron aquí su huella. Sin embargo, si hay dos tradiciones que hayan marcado a esta sociedad, son la cristiana y la musulmana. Se dice que fue el propio San Pablo quien introdujo el cristianismo en la isla, cuando naufragó allí de camino a Roma. Y ocho siglos después, los árabes dejaron una fuerte impronta en el idioma de los malteses -aunque ahora también se habla inglés-.

Tras ellos llegarían los normandos y después, por orden de Carlos I de España y V de Alemania, los caballeros de San Juan, que trajeron una etapa de gran esplendor a la isla, encargando trabajos artísticos y arquitectónicos a los grandes maestros de la época. Y, por supuesto, no podemos olvidar la influencia inglesa, puesto que el Reino Unido ha dominado la isla hasta finales del siglo XX. Si os cuento todo esto es porque esta multiculturalidad se aprecia en cada rincón del país, que ha absorbido lo mejor de cada cultura para adquirir una personalidad propia, única e inconfundible.

Nuestro paseo por La Valeta nos lleva por calles empedradas y con empinadas cuestas, tanto que Lord Byron -que, según cuentan, visitaba a su amante allí- decía que era una ciudad construida por caballeros, pero para caballeros sudorosos... El ejercicio merece la pena si al final se contempla una vista como la que se puede disfrutar desde los jardines de la Barraca de Arriba, desde donde se divisan las tres ciudades amuralladas de la isla: Vittoriosa o Birgu; Senglea o Isla; y Cospicua o Bormla.

Seguimos la ruta en la Concatedral de San Juan, un lujoso templo donde cada gran maestre de la Orden de San Juan creaba un rincón para la historia en su propia capilla. Al principio era una iglesia conventual muy sobria, pero Nicolás Cotoner, un gran maestre de origen mallorquín, consideraba que gente tan rica como ellos merecía más pompa, así que encargó al artista Mattia Preti reformar la iglesia y adornarla con todo lujo de detalles barrocos: pan de oro en las paredes, suelo de mármol, un altar de oro y lapislázuli (que fue regalo de Felipe II) y, por encima de todo, dos de las obras maestras del maestro Caravaggio: La decapitación de San Juan Bautista y San Jerónimo escribiendo.

La vía principal de La Valeta es la calle de la República, y allí descubrimos la tienda de Charles & Ron, una firma regentada por dos de los diseñadores de aquel país más reconocidos internacionalmente. Sus creaciones son todo un canto a la isla, en la que viven desde hace 25 años -aunque uno de ellos es de origen holandés-: son muy famosos sus bolsos con fotografías de los coloridos balcones de la ciudad. El otro nombre propio de la moda local es Carina Camilleri, una estilista famosísima allí, que se ha convertido en un icono fashionista. La moda tiene también su hueco anual en la Malta Fashion Week.

Nuestro recorrido por la capital sigue entre edificios de piedra caliza -donde se pueden ver, incluso, fósiles-. Y así llegamos a la Plaza de San Jorge, en la que se levanta el Palacio de los Grandes Maestres; o a la Plaza de la República, donde es obligado tomar un tentempié en el Café Cordina, el primero que hubo en La Valeta. El almuerzo lo disfrutamos en Valeta Waterfront, una zona muy agradable con vistas al puerto y restaurantes mediterráneos como el Bistro 156.

Tras verlas desde los jardines de la Barraca de Arriba, uno no puede resistirse a conocer de cerca las "tres ciudades": imprescindible dar un paseo por los jardines de Senglea; la Puerta de los Aragoneses, que es la entrada a la ciudad de Birgu; y la Iglesia de la Inmaculada Concepción, en Cospicua. Y, para terminar el día, nada mejor que un romántico atardecer desde la playa de Golden Sands, en Golden Bay.

Junto a la isla de Malta, el país lo forman otras dos más: Gozo y Comino. La primera es muy pequeña, de ambiente rural, ideal para disfrutar del submarinismo o hacer un recorrido en segway, como hice yo en la segunda etapa de este viaje. Allí el visitante no puede perderse la Basílica de San Jorge -con una réplica espectacular del altar del Vaticano-, la Plaza Sabina -con un bonito mercadillo-, y la Citadella -un asentamiento de la Edad de Bronce en el que luego dejaron su huella fenicios y romanos-. Además de la Basílica de Ta´Pinu, con mosaicos del famoso Marco Rupnik, y Dwejra, donde se encontraba la famosa ventana azul, icono del país, que se perdió recientemente por el efecto de la erosión.

Pero Gozo invita también a disfrutar de buen pescado. En Il-Kartell, en el puerto de Marsalforn, tomamos pez escorpión y patatas con hinojo, aunque el mejor lugar para saborear productos del mar es Mgarr ix-xini Bay, donde cenaron Angelina Jolie y Brad Pitt cuando rodaron 'By the Sea'.
El tercer día de visita nos lleva a la isla de Comino. Allí llegamos en barco y, sin duda, pasar el día a bordo es un planazo que permite descubrir las espectaculares calas y grutas de la costa. Después, se impone recuperar fuerzas. Para ello elegimos Marsaxlokk, un pueblecito de pescadores con mucho encanto: la vista del atardecer, con sus barquitos de colores, es un regalo. Tartarun es el restaurante que elegimos para disfrutar de cocina contemporánea y pescados de gran calidad. Para tomar una copa, recomiendo The Bridge Bar (en La Valeta) con jazz en vivo cada viernes y un magnífico ambiente.

Nuestra última jornada en Malta comienza haciendo shopping en The Point, el centro comercial más famoso de la isla, para luego disfrutar de piscina, sol y mar en el agradable Kuta Beach Club. Por la tarde, visitamos las ciudades de Rabat y Medina. En la primera encontraréis las catacumbas y el Museo WignaCourt, a través del cual se puede acceder a la cueva de San Pablo. A Medina se la conoce como "la ciudad del silencio", por la quietud que impera entre sus 300 habitantes. Caminando por sus calles llegamos hasta el Palacio Viena, el Palazzo Falson y la Catedral. Si buscáis calma, la hallaréis en su único hotel, el Xara Palace Relais & Chateaux.

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