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jueves, agosto 30

¡A tu sombra, jamás! (iii): Gabrielle Chanel y Elsa Schiaparelli

(Un texto de Elena Castelló en la revista Mujer de Hoy del 5 de agosto de 2017)

Celos en la cumbre de la alta costura. En los años 30, Coco Chanel estaba en su apogeo. Tenía 55 años, pero su belleza era mayor que nunca y su estilo alcanzaba la perfección. Jamás había sido tan admirada. En esa época, la alta costura parisina era un imperio gestionado solo por mujeres (Vionnet, Lanvin, las hermanas Callot), grandes reinas de la costura cuya clientela era exclusiva. Chanel era la más poderosa e influyente de todas.

Sin embargo, en esa época acababa de aparecer otra estrella que amenazaba, por primera vez, con hacerle sombra: Elsa Schiaparelli, a la que todos en París llamaban "Schiap". Una mujer tímida y rebelde, que había nacido en Roma, en 1890, en una familia aristocrática y culta que contaba entre sus antepasados con un astrónomo y una arqueóloga. Schiaparelli llegó a París desde Estados Unidos, donde había colaborado con artistas como Marcel Duchamp o Man Ray.

Una vez allí, empezó a hacer vestidos para sus mejores amigas, mientras Paul Poiret la vestía a ella gratis. Tras emplearse como diseñadora independiente en algunas casas de costura, se lanzó por su cuenta. En 1927, presentó su primera colección: jerséis, faldas y vestidos de punto tricotado con estampados de efecto trampantojo. Con sus diseños de aviador, sus faldas pantalón, sus hombreras, sus tejidos experimentales (lana recauchutada, cuero barnizado, plástico...) y sus sombreros surrealistas, Elsa mezcló la moda con el arte en un giro revolucionario, opuesto a la sobriedad ambigua de Chanel.

En los años 30, "Schiap" contaba con 400 empleados y ocho talleres en París. Decoraba sus salones con el mejor interiorista del momento, Jean-Michel Franck. Y celebró una cena de inauguración a la que invitó a Chanel. "A la vista del mobiliario moderno y de la vajilla negra, Chanel sintió un escalofrío, como si se encontrara en un cementerio", escribiría más tarde la italiana en su autobiografía. Gabrielle Chanel estaba en el otro extremo y su aversión era imparable.

La llamaba "esa artista italiana que hace ropa". Coco consideraba la moda un oficio, no un arte, y creía que una prenda debía ser, ante todo, funcional. Su lujo refinado y austero nada tenía que ver con el rosa shocking o el pantalón por encima del tobillo, inventado por la italiana. Lisa, a su vez, describía los diseños de Chanel como "pobres de lujo". Se dice que, en una fiesta, Gabrielle empujó a la pareja de baile de Elsa contra un candelabro, y acabó envuelta en llamas.

La prensa enfrentaba a menudo la figura de una y de otra: la amiga de los cubistas (Chanel), contra la amiga de los surrealistas. La modelo Marisa Berenson, nieta de "Schiap", diría en una entrevista años más tarde que Gabrielle Chanel estaba "celosa" de su abuela. Para Balenciaga: "Coco tenía poco gusto, pero bueno y Schiaparelli tenía mucho, pero malo". Elsa Schiaparelli aguantó en París hasta la invasión alemana y la formación del Gobierno colaboracionista de Vichy, en 1940. Al terminar la guerra, presentó nuevas colecciones.

Pero quebró en 1954. No pudo hacer frente a un nuevo espíritu, el que nació con el "New look" de Christian Dior, más realista y conservador. Se marchó de París. Dos semanas después, ironías del destino, regresó, tras un largo exilio, Coco Chanel. La dama de la Rue Cambon volvió a las pasarelas con un nuevo brío y logró hacer historia. Pero una y otra, cada una a su manera, siguen marcando nuestra silueta.

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