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domingo, septiembre 9

Letras, envidia y celos(I): Truman Capote y Harper Lee

(Un texto de Elena Castelló en la revista Mujer de Hoy del 26 de agosto de 2017)

Truman Capote y Harper Lee fueron amigos desde niños, pero el éxito de ella y la falta de reconocimiento de él los alejaron. Hearst y Pulitzer se convirtieron en los dos grandes magnates de la prensa y usaron sus diarios para atacarse. Y la estrecha relación de García Márquez y Vargas Llosa se rompió por algo que solo sus protagonistas sabían. Con sus historias podría escribirse más de una novela.

Periodismo y literatura son dos mundos en los que el ego puede llegar a crecer desmedidamente. La consecuencia son los celos y la animadversión hacia quien puede convertirse aunque solo sea en una pálida amenaza al resplandor propio. Puede parecer difícil de creer, pero, cuanto más alta es la cima del éxito alcanzado, más infantil suele resultar la reacción de quien se considera agraviado. Todos nuestros protagonistas dan fe de ello.

Truman Capote y Harper Lee. Una amistad traicionada

En un verano de hace 87 años, en una pequeña ciudad de Alabama (EE.UU.) llamada Monroeville, Nelle, una chica a la que le gustaba andar descalza, vestida con pantalones anchos y grandes jerseys masculinos, se hizo amiga del nuevo vecino que se había instalado en la puerta de al lado de su casa. Todo el mundo le llamaba Tru y era un chico peculiar: un ratón de biblioteca, que siempre vestía de forma impecable, con una voz aguda y muy travieso. Él tenía solo siete años y Nelle, seis, pero ella le sacaba una cabeza.

A pesar de sus diferencias, se cayeron bien inmediatamente: Nelle protegía a su nuevo amigo cuando le acosaban en el colegio por su peculiar forma de vestir. A ambos les encantaban las novelas de misterio y de detectives, y se pasaban las tardes, en su cabaña construida en un árbol, leyendo. Para entretenerse, se les ocurrió empezar a escribir historias en la vieja máquina del padre de Nelle. Uno escribía, mientras el otro narraba la historia. "Vivíamos la mayor parte del tiempo en nuestra imaginación", explicaba décadas después Harper Lee en una de sus escasas entrevistas.

La relación infantil de Nelle Harper Lee y Truman Capote se convirtió en una gran amistad. Harper Lee la narró en su novela Matar a un ruiseñor. A su vez, Capote la retrató a ella en el personaje de Idabel Thompkins, en Otras voces, otros ámbitos. Dos años después de su llegada a Monroeville, Truman Capote se marchó a Nueva York, aunque siempre volvía en los veranos. Publicó su primera novela con apenas 20 años. Animada por el éxito de su amigo, Harper Lee se marchó también a Nueva York cuando cumplió los 23.

Poco después publicó Matar a un ruiseñor. Sin embargo, la amistad entre los dos se resintió: Capote no pudo evitar los celos por el éxito de su amiga Nelle, que vendió 40 millones de ejemplares y ganó el Pulitzer en 1961, aunque él mismo estaba ascendiendo al Olimpo de las letras norteamericanas. in embargo, el episodio más grave llegó con la publicación de A sangre fría, la novela que lanzó a la fama a Capote y abrió un género literario, el nuevo periodismo.

Harper Lee ayudó a su amigo a hacer una gran parte de la investigación sobre los personajes de la novela, basados en dos asesinos reales, uno de los cuales estaba en el corredor de la muerte, y en un suceso que conmovió a una pequeña ciudad de Kansas, Holcomb, en 1959. Le ayudó también a mecanografiar 150 páginas de notas manuscritas y revisó el manuscrito, justo antes de su publicación, anotando pequeños comentarios al margen.
Sin embargo, se llevó una gran decepción cuando abrió uno de los ejemplares recién publicados: Capote no la mencionaba en los créditos de la novela, tan solo se la dedicaba junto al que era su pareja desde hacía varios años. odavía hicieron varios viajes juntos. Harper Lee acompañó incluso a Truman Capote durante una entrevista, en 1976, a pesar de sus recelos con la prensa, porque él se sentía inseguro. Pero el deterioro de su relación, aunque lento, fue inexorable, a causa de los celos, el egocentrismo y las adicciones de Capote.

Harper Lee se había retirado de la vida pública tras el éxito de Matar a un ruiseñor. No soportaba la fama. Su segunda novela, Ve y pon un centinela, apareció poco antes de su muerte, casi 50 años después de la primera. La escritora permaneció en Monroeville hasta el final de su vida. Murió en 2016, con 90 años y convertida en un auténtico misterio.

Capote, que adoró toda su vida la fama y se convirtió en un personaje de la vida social neoyorquina, murió en 1984, alcoholizado y drogadicto, a los 59 años. Escribió prolíficamente, y vivió de fiesta en fiesta, rodeado por la jet-set y las celebridades de la época. "El alcohol y las drogas no fueron la causa de su locura, sino el resultado de ella", escribió Harper Lee tras la muerte del que había sido su amigo.


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