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sábado, febrero 9

Estrategias -de lavado- que mejoran tu pelo

(Un texto de Cristina Uranga en la revista Mujer de Hoy del 17 de febrero de 2018)

La clave de una melena envidiable está en el lavado. Te contamos cuándo tienes que hacerlo, cómo y con qué productos.

No nos cansamos de decirlo: la melena perfecta empieza en la ducha. Porque, aunque el lavado parezca lo más sencillo, puede mejorar mucho el aspecto de tu melena. Te damos las claves.

¿Es mejor lavarlo todos los días?
Lavarse el pelo a diario se ha convertido en el octavo pecado capital. Como si someterlo al yugo del champú fuera la primera causa de alopecia (no lo es). En realidad, la frecuencia de lavado la marca tu tipo de pelo. No pasa nada si lo haces todos los días. Curiosamente, la única situación que debería frenarte es el pelo graso, en el que el lavado excesivo consigue un efecto rebote. Las glándulas sebáceas reaccionan sobreproduciendo más lípidos para compensar la sequedad, así que lo correcto es lavarlo cada dos días y dejar que el cuero cabelludo reajuste la producción de sebo. Y si no puedes soportarlo, aclara el pelo solo con agua, aplica un poco de acondicionador en las puntas y aclara de nuevo. Te librarás de parte de la grasa, pero sin cargarte la hidratación.

¿Es mejor dejar que se ensucie?
En los últimos tiempos se oyen todo tipo de teorías. Y es cierto que los lípidos naturales que segregan tus glándulas sebáceas en el cuero cabelludo sirven como nutrición y protección.
Pero si tardas más de cuatro días en lavarlo (o decides pasarte a la nueva moda de no lavarlo en absoluto), ese sebo empezará a bloquear los folículos pilosos y acabará asfixiando el nacimiento del pelo.

La frecuencia y la forma ideal de lavar tu pelo
Es mejor lavarlo cada día y alternar los productos que usas. Utiliza un champú sin sulfatos y, al día siguiente, un acondicionador o un bálsamo de lavado, con mínimo de productos agresivos. Eso sí, una vez a la semana tienes que limpiar en profundidad. E incluso llevar a cabo un exfoliado de cuero cabelludo que arrastre todos los restos de suciedad, sebo y productos de styling acumulados. En el mercado tienes muchas posibilidades. Masajéalo con los dedos, con movimientos circulares y sin presionar en exceso. Deja que actúe y luego lava con un champú clarificante. Son más concentrados y contienen polímeros para atrapar la suciedad que se acumula.

Baja la temperatura
Es lo más importante. El agua muy caliente arrastra la grasa natural del cuero cabelludo. Tampoco tienes que pasarte al otro extremo, lo ideal es que empieces con templada para que las cutículas se abran y el producto penetre. Las fórmulas actuales, como la del nuevo Pantene, consiguen reaprovisionar el pelo de lípidos. Acaba con agua fría.

Deserenda siempre en seco
Hacerlo en mojado es la mayor agresión que cometes con tu pelo. El cabello es hidrófilo, eso significa que la queratina que contiene puede absorber hasta un 40% de su peso en agua cuando está mojado. Y ese momento de absorción es el de mayor debilidad. Hazlo en seco, antes de lavarlo, porque está más fuerte y el cepillo te ayudará a distribuir la grasa natural desde la raíz a las puntas. Puedes pulverizar un espray de desenredado.

¿Uno, dos o tres lavados?
Pues depende de cuánto hayas tardado en lavártelo. ¿Lo haces a diario? Con una pasada de champú es suficiente. Si llevas tres días sin hacerlo, necesitas dos pases de champú. Pero es mejor hacerlo con pequeñas cantidades. Cuando hay mucha grasa y suciedad, al champú le cuesta penetrar, así que la primera pasada es para eliminar lo acumulado y la segunda es la que limpia de verdad. Céntrate en la raíces con un masaje suave y luego aclara, pero hazlo a conciencia y con abundante agua, porque el 80% de las veces el aclarado es insuficiente.

No subestimes el poder de tu almohada
El proceso de frotación al que se somete el pelo mientras duermes puede provocar roturas e incluso pérdidas. Sobre todo, si la funda de tu almohada es de algodón o fibras sintéticas, que cargan el cabello de iones negativos. La manera de evitarlo es pasarte a la seda 100%, que reduce la fricción al mínimo. Además, las proteínas de la seda mantienen la hidratación de tu pelo (y piel).

Elige el champú perfecto para ti:

Las posibilidades parecen ilimitadas. Y cuando te plantas ante el estante de la perfumería, no sabes ni por dónde empezar. Esto es lo que tienes que saber:
  • Las fórmulas voluminizadoras son buenas para cabellos finos que se quedan pegados al cuero cabelludo.
  • Los champús hidratantes aportan un extra de nutrición a los cabellos secos.
  • El pelo teñido requiere productos específicos, con activos que ayuden a fijar los pigmentos.
  • Si tu problema es que el pelo se rompe fácilmente, pásate a los reestructurantes.

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