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jueves, diciembre 26

Cómo nació el mayor espectáculo del mundo

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 30 de diciembre de 2018)

Una pista circular, un caballo resistente y un jinete ágil. Estos fueron los primeros ingredientes del circo moderno, un invento que se sofisticó, se expandió por el mundo y se convirtió en un estilo de vida lleno de anécdotas y aventuras.

Cuando acabó la guerra, el sargento mayor de caballería Philip Astley compró un pequeño terreno y construyó una pista circular de trece metros de diámetro donde ofrecía un espectáculo ecuestre.

Descubrió que galopando en círculo en esa pequeña pista la fuerza centrífuga le permitía realizar movimientos acrobáticos muy arriesgados sobre su caballo. Sus intrépidas actuaciones fueron tan bien recibidas por los londinenses que pronto contrató los servicios de acróbatas, saltimbanquis y funambulistas para animar las pausas entre las distintas exhibiciones de los jinetes.

Astley incluyó también en su show a Billy Button, quien interpretaba a un individuo muy torpe que trataba de montar un caballo. Tras lograrlo, Button se sostenía a duras penas en la montura hasta que un brusco frenazo hacía que saliese por los aires, lo que provocaba las risas del público.

Estas actuaciones comenzaron en 1768, hace ahora 250 años, y marcan el nacimiento del circo moderno. Astley fue, además, un mago del marketing y la publicidad y un habilidoso hombre de negocios al que pronto le surgieron rivales.

Entre otros, su discípulo Charles Hughes, quien, una vez que abandonó a su maestro, creó The Royal Circus and Philarmonic Academy, la primera empresa de este tipo que incluyó la palabra ‘circo’ en su nombre. Con el paso del tiempo nacieron otros, como el Ringling Brothers and Barnum and Bailey Circus de Estados Unidos (1871), que presentó a una de las primeras mujeres barbudas; el Circo de Moscú (1880), que estatalizó Lenin en 1919; el Cirkus Krone alemán, que se especializó en la doma de fieras (1905); o el primer Circo Price de España, fundado en 1868 por un domador de caballos irlandés llamado Thomas Price.

Los tres espectáculos más importantes en los primeros años del siglo XX eran la danza, la ópera y el circo. Por esta razón, los empresarios y artistas del mundo circense eran las primeras figuras del momento. Lo que hacían sus estrellas en la carpa solía ser noticia en la prensa de la época. «Por ejemplo, un trapecista francés de nombre Léotard, puso de moda unas medias que llegaban a la cintura, que fueron denominadas ‘leotardos’. Esa especie de medias las usaron y las usan aún todas las mujeres del mundo. Y siguen llamándose así», recordaba hace años el payaso Miliki, padre de Emilio Aragón.
Marcelino Orbés, considerado en su época el mejor payaso del mundo, viajó a Nueva York en 1905, donde actuó durante años en el Hippodrome de Broadway. Allí alcanzó un gran éxito hasta que la llegada del cine mudo hizo languidecer a ese circo neoyorquino. Tras perder sus ahorros en dos restaurantes que nunca tuvieron éxito, Marcelino se vio obligado a volver a actuar como payaso en Los Ángeles, donde lo visitó Charles Chaplin, uno de sus más fervientes admiradores. Poco a poco, Marcelino fue cayendo en decadencia hasta que, totalmente solo y arruinado, se suicidó.

Maltrato animal

En diciembre de 1923, el mundillo circense español homenajeó a Ramón Gómez de la Serna por su libro El circo, en el que el autor elogiaba el trabajo de aquellos artistas. El Gran Circo Americano de Madrid acogió ese homenaje en el que participó Thedy (Teodoro Aragón) -uno de los miembros- junto con sus hermanos Emig (Emilio) y Pompoff (José María), del famoso trío de payasos españoles que rivalizó con los no menos célebres Hermanos Fratellini.

Adelantándose a su tiempo, Gómez de la Serna criticó también a los domadores que maltrataban a sus animales. «Algunos les hacen beber vino, a otros les hacen morfinómanos, a otros les dan éter (…). Hay que tenerlos contentos y alimentar sus vicios. ¡Las domadoras, a qué otros extremos no llegarán para que sus leones o sus perritos hagan lo que quieren!».

El circo español cobró gran esplendor hasta el estallido de la Guerra Civil, en 1936, cuando el edificio del Price fue destruido en un bombardeo. También destrozó la carrera artística del gran payaso Rámper, cuyo arte brilló con fuerza en la Segunda República. La leyenda cuenta que durante la guerra salía a escena con un cubo tirando serrín al suelo mientras decía «¡serrín de Madrid, se-rinde-Madrid!». O cuando aparecía con una vela entre el público, en silencio, como buscando algo entre los asientos. Hasta que alguien le preguntaba: «Rámper, qué buscas?». Y él contestaba: «La paz».

En la posguerra, el Price fue reconstruido. Daba igual que la tramoya fuera falsa, que los animales salvajes fueran unas criaturas famélicas y desdentadas o que la trapecista venida de la lejana Turquía hubiera nacido en Albacete.

En aquellos años, Pompoff, Thedy y Emig hicieron las Américas y triunfaron en una gira que los llevó por varias ciudades de Estados Unidos. Regresaron a España en 1967 para despedir su carrera en el renovado Price, en cuyo escenario actuaron las grandes estrellas del circo, como Charlie Rivel, un maestro del mimo español que Fellini incluyó en su película Los clowns, o la legendaria trapecista Pinito del Oro, que practicaba sus piruetas sin la protección de red alguna.

En la pista, su marido seguía sus evoluciones dispuesto a cogerla con sus brazos si ocurría la desgracia de que cayera al vacío. Pero la tarea no era nada fácil. Pinito del Oro sufrió tres caídas terribles. En la primera, cuando solo tenía 17 años, se rompió el cráneo y permaneció una semana en coma. Cuando se retiró, en 1970, la actriz cómica Mary Santpere le cortó la coleta en el Price.

En aquellos años, el Circo Atlas que habían fundado los hermanos Tonetti en la década de los cincuenta sufrió las consecuencias de la crisis económica. Es probable que ese tropiezo fuera la causa de la profunda depresión en la que cayó uno de los Tonetti, Manolo Villa del Río, que finalmente lo llevó al suicidio. A esa terrible pérdida se unió el definitivo cierre del Price, cuyos problemas financieros lo dejaron a expensas de la especulación y la piqueta. Desde entonces, los circos se vieron abocados a salir a la carretera para plantar sus carpas en cualquier lugar del país. Los problemas de liquidez y la paulatina caída de espectadores fueron mermando la calidad del espectáculo.

Por su parte, Gaby, Fofó y Miliki (hijos de Emig) triunfaron en América y en 1972 fueron contratados por Televisión Española para llevar a cabo el programa El Gran Circo de TVE, donde hizo sus pinitos artísticos Emilio Aragón, Milikito.

Cuarenta años después, el polifacético artista regresa a ese mundo para dirigir el espectáculo Circlassica. «Volver a una carpa significaba revivir recuerdos, y eso me asustaba a la vez que me atraía», reconoce Aragón. «Es un homenaje a mis bisabuelos Gabriel Aragón (España 1830-1915), conocido como El Gran Pepino, que un día fue a ver una función de circo en la que había una amazona que se llamaba Virginia Foureaux (Suecia, 1850-1930), con la que se casó poco después y tuvo con ella quince hijos», recalca el nieto del legendario Emig. Circlassica es también un homenaje al circo moderno, que está de cumpleaños.

Quedan pocos grandes circos con sede fija. Uno es el Krone, ubicado en Múnich y fundado en 1905 por Karl Krone (a la izquierda). Empezó especializado en las exhibiciones de animales exóticos.

Notas:
En 1768, el sargento de caballería Philip Astley montó un show de acrobacias a caballo para ganar dinero. Es el padre del circo moderno.

Vieron que galopando en círculo la fuerza centrífuga beneficiaba las acrobacias. Para amenizar las pausas entre apariciones, actuaban saltimbanquis, malabaristas…

El primer circo con sede en España fue el Price, fundado en Madrid en 1868 por el domador de caballos irlandés Thomas Price. Tras distintas vicisitudes sigue funcionando.

La trapecista Pinito del Oro trabajaba sin red. Su marido se colocaba debajo para cogerla en brazos si se caía. Sufrió accidentes muy graves. A los 17 años se fracturó el cráneo y estuvo en coma.

Los primeros payasos hacían gracia con sus caídas de los caballos. Ha habido grandes sagas. los Fratellini (en la foto), la familia Aragón, los Tonetti…

El trapecista Jules Léotard utilizaba unas mallas que pasaron a lla-marse ‘leotardos’. En la foto, el acróbata Mario en 1930.

Antes drogaban a las fieras. Ahora, en España, varias autonomías vetan los circos con animales.

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