El Greco me cautiva
(Un texto de Cristóbal Toral en el suplemento dominical de
El Mundo del 15 de diciembre de 2013)
En Creta interiorizó el estilo bizantino, en Venecia aprendió
de Tiziano, en Roma desairó a Miguel Ángel y en Toledo acabó triunfando impulsado
por el espíritu de la contrarreforma. Cristóbal Toral, admirador del pintor que
ha llegado a dedicarle dos óleos, traza su biografía y analiza su obra, durante
siglos minusvalorada. En sus cuadros, asegura, se anticipan logros de Cezanne,
Marc Chagall, Van Gogh, Picasso y Matisse.
Doménikos
Theotokópoulos, conocido en la Historia del Arte como El Greco (el griego),
nació en Candía, Creta, en 1541 y
murió en Toledo en
1614. Desde niño sintió una apasionada vocación y se inició
como pintor de iconos bizantinos, que era la tendencia que imperaba en su
época. Pero el mundo no acababa, ni
siquiera entonces,
y menos aún para un artista, en los confines de una isla griega. El comienzo de su carrera se puede
concretar en tres escenarios muy distintos: Candía, donde desarrolla el
mencionado estilo bizantino hasta la edad de 26 años;
Venecia, y, finalmente, Roma Fue sobre 1567 cuando se trasladó a Italia. En esa
época Creta pertenecía a la República
de Venecia, y, como veneciano, no le resultó
difícil continuar su formación en la pujante capital. El joven Doménikos era
consciente de la importancia de esa elección, pues como pintor conocía que en
esos momentos era uno de los centros artísticos más importantes de Europa. Allí
triunfaba Tiziano, el genio reconocido en vida, pero también los pintores
Tintoretto, Paolo Veronese y Jacopo Bassano.
El
Greco posiblemente aprendió directamente en el taller de Tiziano el lenguaje de
la pintura al óleo, pero sobre todo, la primacía del color y la evanescencia de
la pincelada que caracterizaba a la escuela veneciana. Una de las obras más
destacadas de su periodo veneciano es Cristo cura al ciego, pintada
hacia 1571 y hoy conservada en la Galería de los Maestros Antiguos de Dresde,
en la que se aprecia la influencia de Tiziano y Tintoretto.
Pero,
al contrario de otros pintores que se quedaron en Venecia eclipsados por la
fama de los maestros, él entendió, ya en 1570, que para brillar con luz propia
tenía que buscar otros destinos. Pensó en Roma. Pero antes de conocer la obra
de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, decidió detenerse en Parma para admirar la
de Correggio, artista que le entusiasmaba hasta el extremo de llegar a
calificarlo como "figura única de la pintura".
PROTEGIDO
DEL CARDENAL FARNESIO.
Sus buenas relaciones le ayudaron a planificar su viaje con recomendaciones útiles,
entre las que figuraba una carta de su amigo Giulio Clovio para que se la
entregara al cardenal Alejandro Farnesio. El texto decía: "Ha llegado a
Roma un joven candiota, discípulo de Tiziano, que a mi juicio figura entre los
excelentes de la pintura…". Clovio pedía al cardenal que acogiese al
pintor en su palacio hasta que encontrase estudio en la ciudad. En su corta
estancia allí, El Greco consiguió la influencia del bibliotecario del cardenal,
el erudito Fulvio Orsini, que le presentó a los intelectuales más ilustres del
momento.
Sorprendentemente,
en esa privilegiada situación, con el mecenazgo del cardenal y del
bibliotecario, no se entiende qué pudo pasar para que el mayordomo lo expulsara
violentamente del Palacio Farnesio. El incidente debió de ser muy grave. La
única documentación que existe sobre el mismo es la carta que el pintor
escribió al cardenal en la que denunciaba la falsedad de las acusaciones contra
su persona.
A pesar
de ello, El Greco no se achantó y, pasados unos meses, logró abrir su propio
taller y contratar a dos pintores. Uno de ellos, Francesco Preveste, trabajó
con él hasta su muerte. En esta etapa pintó numerosas obras muy influidas por
la pintura veneciana. Algunas llegaban a confundirse con originales de Tiziano…
Sus ayudantes contribuyeron a aumentar su producción.
EL
JUICIO FINAL.
Este fecundo ritmo de trabajo tuvo unas consecuencias económicas muy positivas
para El Greco. La creencia de que había trabajado con Tiziano le dio mucha fama
y prestigio. La influencia que tenía en esos tiempos de la pintura veneciana lo
convertía en un artista más de esa escuela. Resultaba entonces muy difícil
prever su posterior evolución, esa que lo convertiría en un pintor singular y
genial.
Su
éxito lo encumbró lo suficiente corno para provocar un nuevo incidente. Julio
Mancini, que escribió su primera biografía en 1621, siete años después de su
muerte, cuenta que cuando El Greco vivía en Roma se rumoreaba sobre la necesidad
de cubrir algunas figuras desnudas del Juicio Final, que el papa Pío V
consideraba indecentes. El Greco terció en el debate para decir que, si se
borraba toda la pintura de la Capilla Sixtina, él podía pintarla de nuevo con
honestidad y decencia no inferior a la buena ejecución pictórica de Miguel
Ángel...
Aquella
injerencia fue una ofensa contra los admiradores de Buonarroti. Un amplio grupo
de indignados pintores
lo acusó de irreverente y de soberbio por situarse a su altura. Los más
exaltados propusieron lincharlo y expulsarlo de Roma.
Ante
tal panorama de hostilidad, El Greco decidió establecerse en otro lugar. Como
no solía perder el tiempo, a través de sus amigos Clovio y Orsini conoció en
Roma a Benito Arias Montano, delegado de Felipe II, y a Luis de Castilla, hijo
de Diego de Castilla, deán de la catedral de Toledo. Arias y Castilla le ayudaron
a organizar su viaje a España.
A
finales de 1576 El Greco llegó a Madrid y poco después se instaló en Toledo.
Pronto empezarían los encargos, uno de los primeros el retablo mayor de la
iglesia de Santo Domingo. Felipe II solicitó su colaboración para decorar el monasterio
de El Escorial. Pintó El Martirio de San Mauricio y La Alegoría de la Santa
Liga, pero ninguna de las dos obras gustaron al rey. Su conocido sueño de entrar
en la corte quedó frustrado. La Historia ha confirmado, sin embargo, que Toledo
fue el lugar ideal para su carrera. En aquella época era la capital religiosa
de España y una de las ciudades más importantes y conocidas de Europa.
PINTOR
DE LA CONTRARREFORMA.
Vivió además, para su suerte, durante una etapa de fervor católico favorecido
por el Concilio de Trento (1545-1563). La archidiócesis de Toledo era el núcleo
más activo para defender las ideas de la Contrarreforma. Y El Greco, con su extensa
iconografía de santos, vírgenes y las exaltaciones de la Sagrada Familia, se
convirtió en el pintor preferido para ilustrar el espíritu eclesial de la
época.
Estas
circunstancias hicieron que le llovieran los encargos. Tanto que, para atender
tan abrumadora demanda, abrió un amplio taller con una gran plantilla de artistas
y trabajadores que se encargaban de hacer los retablos y de ayudar al maestro.
Racionalizó el trabajo en equipo y marcó distintos niveles creativos: los
encargos importantes los realizaba en su totalidad el maestro; en los menos importantes
su intervención era parcial con algunos retoques de correcciones y estilo; por
último, algunas obras eran ejecutadas completamente por sus ayudantes. Esta
escala de categorías le permitía establecer diferentes precios.
Pero si
su vida profesional y artística está más o menos documentada, su vida íntima
resulta un misterio. Es muy poco lo que se conoce. Lo más relevante, que en
1578 nació su hijo Jorge Manuel. La madre era Jerónima de las Cuevas con la
que, según algunos historiadores, nunca se llegó a casar. Algunos eruditos como
Gregorio Marañón creen que murió pronto, incluso en el parto de su hijo. En
cambio, el escritor y crítico Sánchez Cantón cree que vivió mucho tiempo y que
su cabeza podía ser la de algunas de las mujeres de sus cuadros, como Re-trato
de una dama desconocida (datado entre 1577 y 1580) del Museo de Arte de
Filadelfia.
Sobre
si se casó o no con Jerónima de las Cuevas existen dos teorías contrapuestas:
la primera arguye que en aquellos tiempos de Inquisición y estrictas leyes
religiosas un hombre tan relacionado con la Iglesia como El Greco difícilmente
podía mantener una relación ilegal de amancebamiento. Los que afirman que nunca
se casó se basan en un poder para testar que dice: "Jorge Manuel mi hijo y
de Doña Jerónima de las Cuevas…" sin que se anteponga la expresión
"mi mujer" como era costumbre en esos documentos.
EL
PRECIO DE SUS CUADROS.
Don Gregorio Marañón, en su libro El Greco y Toledo (cuya primera
edición es de 1956, de Espasa Calpe), recoge estas opuestas teorías y recuerda
con cierta maldad un suceso que ocurrió en la capital manchega en la época que
vivió el pintor: "Don Diego, Duque de Estrada, apuñala a su prometida al
sorprenderla en íntimo coloquio con su rival...". Más adelante Marañón
concreta que en la España de entonces, a pesar de la severidad religiosa, se
producían corrupciones y licencias amorosas. ¿Tuvo El Greco alguna relación con
alguna toledana de piel pálida como las que pintaba? Seguramente nunca lo
sabremos.
Lo que
sí conocemos de su vida cotidiana son algunos conflictos y litigios
relacionados con el precio de sus cuadros. Por ejemplo, cuando entregó El
Expolio (1577-1579), el cabildo de la catedral le pagó mucho menos de lo
que pidió el pintor. Por su famosa obra El
Entierro del Conde de Orgaz (1586-1588) el párroco de Santo Tomé se negó a
pagarle los 1.200 ducados que pedía el artista, exigiendo una tasación por
expertos. Sorprendentemente, lo valoraron en 1.600 ducados. El religioso anuló
esta segunda tasación y dio por buena la primera.
Pero de
estos problemas el más sonado fue el del Hospital de la Caridad de Illescas. Le
pagaron por el retablo que realizó una cantidad muy inferior a su valoración,
lo que motivó un largo pleito y una importante lesión económica para el pintor,
que se vio obligado a pedir un préstamo de 2.000 ducados a su amigo Gregorio de
Ángulo.
El
Greco falleció el 7 de abril de 1614 Fue enterrado en Santo Domingo el Antiguo,
en Toledo, pero poco después sus restos fueron trasladados al también toledano
monasterio de San Torcuato. La iglesia del monasterio fue destruida y sus
huesos se dispersaron sin dejar rastro.
De
Grecia a España
1541 Doménikos
Theotokópoulos nace en Candía, actual Heraclión, capital de Creta, en aquel
momento posesión de la República de Venecia. Sobre su familia hay pocos datos.
Su padre se llamaba Giorgio y se cree que su profesión fue la de marino. Parece
que su hermano mayor, Mussos, gozaba de una buena situación económica.
1563
Pronto alcanza una posición importante entre los pintores cretenses, llegando
incluso a ser denominado maistro.
1567
Abandona su ciudad natal para trasladarse a Venecia. Tras tres años se acabará
marchando debido a la importante competencia existente.
1570 Se
instala en Roma. Allí conoce a Giulio Clovio, con el que entabla amistad. Esto
le permite ingresar en el palacio del mecenas Cardenal Alejandro Farnesio.
1571
Conoce al clérigo español Don Luis de Castilla. Forjarán una estrecha amistad,
este defenderá la obra del artista toda su vida y será albacea en su
testamento.
1572 Es
admitido en la romana Academia San Lucas en la categoría de miniaturista.
1576 Abandona
la ciudad de Roma y se traslada a Madrid.
1577 Se
establece en Toledo y allí desarrolla su personal manera de pintar. Este mismo
año acomete La Asunción.
1579
Nace Jorge Manuel Theotocópuli, su único hijo, fruto de su relación con
Jerónima de las Cuevas. Abre un taller para poder atender sus encargos.
1579
Pinta La Trinidad y El caballero de la mano en el pecho.
1580
Felipe II le encarga la pintura El Martirio de San Mauricio para El
Escorial.
1581 A
partir de este año consolida la temática religiosa de sus cuadros.
1582
Acaba el encargo para Felipe ll y él mismo lo traslada desde el monasterio de
Toledo. Al rey no le gusta y el cuadro es destinado a una estancia secundaria. Rómulo
Cincinnato fue el encargado de pintar la obra que sustituiría a la de Domenikus.
1585 Se
instala en casa del marqués de Villena, en Toledo, y allí establece su taller.
1586 La
élite eclesiástica de la ciudad lo elige como su pintor, de ella recibe sus
mejores encargos.
1588 El
párroco don Andrés Núñez de Madrid le encarga El entierro del señor de Orgaz,
cuyo protagonista es don Gonzalo Ruiz de Toledo.
1589 Deja
de ser un simple residente de la ciudad de Toledo para empezar a aparecer como
vecino.
1591 Da
un giro a sus métodos comenzando a realizar retablos y no solo pinturas, para
poder introducirse de pleno en el mercado español.
1592 Su
hijo entra como aprendiz en su taller.
1596 Dada
la reputación que alcanzó y su amistad mecenas locales, se produce un aumento
de los encargos, algo que se mantendría hasta su muerte.
1597
Firma un contrato con el clérigo presbítero Martín Ramírez de Zaya. Se
compromete a realizar tres retablos para una capilla privada en Toledo dedicada
a San José.
1603 Es
contratado por el Hospital de la Caridad de Illescas para la realización de un
retablo. Entrará en pleito por las tasaciones de esta obra. Su hermano Mussos
se traslada a vivir con él.
1604
Fallece su hermano sin realizar testamento, puesto que a su llegada a España
nada quedaba de su fortuna.
1606 Da
poderes a su hijo para la construcción en su nombre del retablo mayor de la
iglesia de Lugarnuevo de Montalbán.
1607 Tras
cuatro años de
litigios, finalmente recibe el pago por los retablos de Illescas. Tras varias
tasaciones acepta la más barata, posiblemente por su falta de liquidez.
1609 El
Greco recibía en su casa de Toledo a intelectuales como Luis de Góngora o Fray
Hortensio Félix de Paravincio.
1614
Fallece el 7 de abril, una semana después de nombrar a sus albaceas. Fue
enterrado en la bóveda de Santo Domingo el Antiguo.
1619 Aunque
su cadáver es trasladado al Monasterio de San Torcuato, no hay rastro de sus
huesos pues el templo se ha destruido.
REFERENTE
PARA LA VANGUARDIA
El
personal estilo de El Greco fue olvidado tras su muerte para dar paso a un
nuevo realismo representado por José de Ribera, Francisco Zurbarán y Diego
Velázquez. Pasaron tres siglos hasta que, a finales del XIX y principios del
XX, se iniciara un proceso en su favor.
Frente
a los intelectuales y pintores que lo reivindicaban como Gaultier, Lefort,
Cezánne, Gauguin, Manet o los españoles Zuloaga y Rusiñol, surgieron algunos
académicos y críticos que seguían rechazándolo. Cuando su obra se expuso por
vez primera en el Museo del Prado, para algunos supuso un escándalo, pues no
entendían que lo situaran al nivel de Velázquez y Zurbarán...
Hoy
nadie duda de la genialidad de El Greco. Es más, se ha convertido en un sólido
referente para la vanguardia y la modernidad. Para muchos de los que nos
dedicamos a pintar, la lección más importante que aporta es su ejemplo de cómo
partiendo de la realidad y de la figuración se puede crear una obra
tremendamente original y moderna.
He
buscado en la realidad el origen de sus figuras ascendentes, ingrávidas y
sinuosas y estoy convencido de que parten de las ondulaciones y de las líneas
temblorosas que dibujan las llamas de una hoguera. En efecto, si miramos con
los ojos entornados su cuadro La Visión de San Juan (1608-1614), del
Metropolitan Museum de Nueva York, podemos apreciar cómo las figuras desnudas se
convierten en esquemáticas llamaradas. Lo más extraordinario es que en dicha
obra ya están las bañistas de Cezánne y la ingravidez de Marc Chagall. Los
expertos aseguran incluso que Picasso se inspiró en esta obra para sus Señoritas
de Avignon.
Cuando
visito el Metropolitan siempre observo Vista de Toledo (1597-1607), uno
de los paisajes con más fuerza y belleza de la Historia del Arte. El celaje
anubarrado del fondo anuncia los bellísimos y dinámicos ciclos de Vincent Van
Gogh. De la misma forma que el ritmo y el movimiento de su Laoconte (1609),
en la National Gallery de Washington, presagie La Danza de
Matisse.
Me
interesa especialmente otro aspecto en sus obras: los dos niveles en sus
composiciones, que marcan un espacio terrenal y otro celestial.
En su
cuadro El Entierro del Conde de Orgaz (1586-1588) estos planos estén
perfectamente definidos. En la pintura del siglo XX el plano celestial ha sido
sustituido por un espacio cósmico donde flotan aviones y astronautas. Su obra Vista
y plano de Toledo (1608-1614), que se puede ver en el Museo de El Greco, en
Toledo, se convertiría fácilmente en una fotografía tomada por un astronauta:
el horizonte del paisaje se curva y los ángeles que flotan en el cielo estarían
ocupando el lugar de una cápsula espacial.
En
cuanto al color, resulta increíble la valentía con que lo aplica al lienzo. impresiona
también su esquema rotundo de rojos, azules, amarillos, verdes, grises y
negros. Sin duda, el expresionismo más feroz y el action painting ya
estaban concebidos en las seguras pinceladas del griego.
En
resumen, podemos afirmar que Doménikus Theotokópoulos, El Greco, impregnado por
tres corrientes pictóricas, consigue trascender el arte bizantino, el veneciano
y el manierismo para convertirse en uno de los pintores más originales y
modernos de la Historia del Arte.
Etiquetas: Pintura y otras bellas artes
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home