En coche por la costa de la muerte
(Un texto de Guillermo Esaín en el
suplemento de viajes de El País del 23 de mayo de 2014)
En agosto, Touriñán es el punto de la
Europa continental en el que el sol se pone más tarde. De Fisterra a Muxía, la
costa coruñesa despliega su remoto encanto para los amantes del mar.
La Costa de la Muerte (Costa da Morte en
gallego) debería prescribirse por su poder sanador. Reconstituyente. Quien
sienta fervor por playas descomunales para 15 bañistas en agosto, quien sueñe
con entrantes y sallentes sobre los que el mar rompe con coraje, solo tiene que
sumarse a la lista de viajeros que descubrieron esta pasmosa región a raíz de
la catástrofe del Prestige en 2002. En esta costa coruñesa se combinan, junto
a un sinfín de crepúsculos, luces y sombras, faros y noches oscuras sin
contaminación lumínica. Junto al influjo misterioso, por irresistible, de los
naufragios. Todo cargado de mitología, arte románico, encajes. El pujante
Camino de Santiago. Y marisquerías donde, incluso elegidas aleatoriamente, es difícil
comer mal. Un territorio ideal de carreteras secundarias para recorrer en
coche.
Langosteira
Cuando en 2013 pasó por Fisterra la Vuelta
Ciclista a España, la playa de Langosteira dejó boquiabiertos a los
comentaristas. No en vano lucían caribeños sus 2,7 kilómetros de arena blanca
protegida del nordés (el viento frío del Norte), la cara amable de estas costas.
Del sector de Serra (entrada por el hotel Alén do Mar), no se puede disociar la
placa dedicada a Camilo José Cela: "Finisterre es la última sonrisa del
caos del hombre asomándose al infinito". En un chalé aledaño recibió la
noticia del Premio Nobel en 1989 mientras redactaba Madera de boj.
Conviene tomar después el acceso
central -por el cartel del Bodegón Anchoa- y atravesar a pie el puente de
madera que salva el río Grande -hiperbólica denominación visto su caudal- y el
magnífico tren de dunas, gozo de grandes y pequeños, frente al que la ría de
Corcubión se inmoviliza en llanuras de luz. Otra de las imágenes prototípicas
de la Costa de la Muerte es Langosteira vista desde la Cruz de Baixar.
Fisterra
En el puerto de Fisterra, la mirada
busca el ancla del Casón, que se exhibe cual escultura en recuerdo de
aquel carguero naufragado en 1987. En la lonja continúa, como siempre, la
tradición de las pujas orales; se comprueba a partir de las 16.30. Dejarnos
atrás la estampa de las nasas de profundidad (grandes redes circulares), así
como la manera en que atracan, una detrás de otra, para evitar encontronazos. Las
olas besaban las rocas sobre las que se asienta el restaurante Alara. Lo que
tiene de exiguo el castillo de San Carlos, lo tiene de ameno el Museo da Pesca
que cobija.
Otros lugares suscitan el asombro,
como el bar A Galería, friso de piedras, discos, fotografías y objetos abigarrados,
además de la panorámica y la bibliotaberna. Lo regenta Roberto Traba, cruce de
poeta y buhonero, quien los fines de semana, a las once de la noche, se reviste
con un atavío de meigo (brujo) y pronuncia el simpático conjuro de la
queimada.
Suerte que de junio a septiembre abre a
diario la iglesia románica que rinde culto a Santa María das Areas, el otro
confín jacobeo junto con Muxía. Parada obligada para recrearse con la imagen
gótica y articulada del Cristo de la Barba Dorada. Aunque la restauración le
hizo perder su halo de misterio, sus moratones e hilos de sangre continúan
atrayendo devotos, enmarcado en un soberbio retablo barroco de Miguel de Romay.
Interés añadido presenta el sagrario pétreo y la Puerta Santa con su escudo
manuelista.
En la curva de Cabanas aguarda la
mejor perspectiva sobre una obra arquitectónica genial, adelantada a su tiempo
y por ello polémica, inacabada. Se trata del cementerio marino (2002) que el
pontevedrés César Portela articuló a través de 17 cubos de nichos que en plena
naturaleza lucen algo desalineados aprovechando los senderos existentes, sin
agredir el paisaje. Para visitarlo, dejar el coche en la fuente de Cabanas.
Cabo de Finisterre
En el cabo de Finisterre, el segundo
lugar más visitado de Galicia después de la catedral de Santiago, echamos un
vistazo al faro y su sala de exposiciones, al hotel O Semáforo (www.osemaforo.com)
y a la escultura de la bota del peregrino. También reclama la atención el medio
kilómetro que separa el islote O Centolo del acantilado entre un estrépito de
olas difícil de olvidar. En este canal partió la quilla el crucero de la Armada
española Blas de Lezo. "En el curso de unas maniobras, el comandante
quiso atajar por el canal, siendo advertido por un marinero finisterrano, arrestado
inmediatamente... y al que después el oficial presentó sus excusas. Lo cierto
es que las agujas de piedra no estaban marcadas en las cartas". Lo rememora
Rafael Lema, que este verano dará a la imprenta su Catálogo de naufragios.
Costa da Morte-Galicia. Hay registrados 625 solo entre Fisterra y las islas
Sisargas.
Tomamos después el repecho que lleva al
mirador, muy frecuentado cuando el sol empieza a hundirse y desde el que vemos cómo
el barco turístico que recorre este litoral (www.crucerosfisterra.com) dobla el
cabo. Giramos después a la derecha por una pista que, 700 metros después, nos deja
al pie del camino a la ermita de San Guillermo. O a lo que queda de ella. Volvemos
atrás y buscamos la cumbre del facho (faro), dejando a la izquierda la
centenaria y ruinosa estación de radiotelegrafía de Marconi. No queda otra que
dejar el coche y seguir a pie unos 300 metros hasta una mesa que nos hace
respirar entrecortados por la emoción. Se ve inmensidad en todo, lo que nos
revela que Finisterre es en realidad un tómbolo flanqueado por dos mantas
extendidas, las playas de Langosteira y Mar de Fóra, ésta transmutada en
paraíso, salvada a tiempo de la especulación y dotada con pasarelas.
Afluyen surfistas, por descontado. Aparcar en el polideportivo y caminar
hasta alcanzar el ángulo necesario para fotografiar O Berrón, ápice del cabo de
la Nave.
De nuevo en Langosteira, emprendemos el
itinerario a Muxía por Duio. En Hermedesuxo tiramos a mano izquierda, y luego en
idéntico sentido. Así remontamos el monte Veladoiro, desde el que se observa la
fachada norte del cabo de Finisterre. Otro descubrimiento. Luego hacia Vilar-Denle
veremos el cartel de la Praia de Amela. Solo las fotos aéreas hacen justicia a
esta concha de arena que ejerce gran fascinación; escoltada por acantilados de un
verde sustantivo, y accesible solo a pie. Muchos naturistas la disfrutan, y ni
aún los surferos la acaparan. Ojo, es sabido que el baño resulta muy peligroso.
Choca la desproporción casi cómica entre
el puñado de vecinos y la riqueza apabullante de naturaleza. De no ir
alerta rumbo a Lires (en Galicia está poco extendida la costumbre de señalizar),
el conductor se saltará el playazo de O Rostro, sinónimo de aislamiento y
naturaleza. Sobrecoge cómo las dunas fueron bestialmente sajadas por los
temporales del pasado invierno haciendo aflorar en bajamar el casco del
mercante Silva Gauveia, embarrancado en 1927.
Lires
Dos desvíos a la izquierda y ya
estamos en Lires (Cee), pueblo que responde a la tipología habitual de los
enclaves agrícolas, pero de embriagadora atmósfera marina al abrigo de los
temporales. Según bordeamos la ría más pequeña de Galicia empezamos a disfrutar
de uno de los momentos culmen del viaje, cuando el sol decae en la playa del
estuario, pintoresca lengua de arena que forma el río Castro en su postrero
meandro. Qué decir de la nueva terraza del bar Playa o de las gaviotas, que se
escuchan innúmeras en la playa de Nemiña al arrimo del pienso de la piscifactoría
de truchas. Debido al desfase horario de Galicia respecto del horario solar, los
ocasos en junio permiten que haya luz hasta las once de la noche.
De camino a Touriñán es fácil saltarse
el cartel de la playa de Nemiña. Orientada al Sur, las olas son abundantes y
decenas de jinetes acuáticos amasan con ellas difíciles piruetas -turbos y floaters-
a la vista de las autocaravanas con matrícula extranjera. Para surfearla a
gusto, precisa de vientos del Este o Noreste y entre uno y tres metros
de mar de fondo. Cuatro son las zonas de olas, dos de ellas idóneas para el
aprendizaje.
La franja litoral entre Fisterra y Malpica
puede recorrerse por el borde del mar obedeciendo las flechas verdes del Camiño
dos Faros (www.caminodosfaros.com). Quien lo desee está a tiempo de apuntarse a
la última jornada en grupo, la del 8 de junio, entre Nemiña y Fisterra.
Rodeando la iglesia de Nemiña ponemos rumbo
a Touriñán. El suyo es un faro donde la soledad es sonora, y la sensación de
amplitud, más patente. Si caminamos unos metros hacía el sur hará acto de
presencia el islote de O Castelo, en cuya cúspide duerme un castro. A laxe de Tourifián
es un escollo que se confunde con las olas un kilómetro mar adentro: grito de
espuma que avisa en bajamar, que nos previene de catástrofes. Y que custodia en
su lecho una trágica tumba de navíos. Detrás del faro, un panel informa de que
dos veces al año (la siguiente, del 13 de agosto al 22 de septiembre) Touriñán
es el punto donde el sol se pone más tarde en la Europa continental.
Cuño
De nuevo hacía Muxía, daremos con uno de
los mejores ejemplos plenamente naturales de lo que en Galicia se da en llamar coído
o playa de cantos rodados. Tomar el desvío a Moreira y torcer a la
izquierda recorridos 600 metros. Sugestiva referencia etnográfica la de Cuño,
aldea semiabandonada, pero con magnífico hórreo de 3 puertas y 12 pares de
pies. Aprovisionarse de agua es lo suyo en la fuente de Lourido, que se presta
para departir con el vecindario antes de meter primera y trepar 1.5 kilómetros.
El mirador del monte Facho es un balcón al bravo Atlántico de 309 metros de
altura. Otra lección de geografía con elementos de primera: la playa de Lourido
-audible su oleaje-, con el parador que la usufructuará en 2015; el tómbolo de
Muxía; el faro de Vilán (¡el más imponente entre los españoles!); y las sinuosidades
de la ría de Camariñas.
Muxía
El brío turístico y jacobeo
crece exponencialmente en Muxía, zona cero del desastre del Prestige.
La fuerza de la naturaleza se ha cebado en este peñascal, rico en variedad
de formas, ejemplo de cristianización de un lugar de culto pagano que sustenta el
santuario de la Virgen da Barca. Un rayo fue el causante del incendio que lo calcinó
las pasadas Navidades. Dice la tradición que la Virgen se apareció aquí al apóstol
Santiago sobre una barca. Hay que buscar la piedra dos Cadrís, la supuesta vela
de la barca mariana que algunos atraviesan de rodillas buscando propiedades curativas,
igual que hay que buscar la piedra de Abalar, que ya no abala (oscila), rota
por una vieja cicatriz y dislocada por la ciclogénesis explosiva del pasado
enero. Queda cerca el timón de la santa nave. Piedras hechiceras, inspiradoras.
Xan Fernández, autor de guías sobre la Costa da Morte, apunta otro dato:
"Muxía es a la Costa da Morte lo que Cadaqués a la Costa Brava: centro de
una pujante colonia de pintores y artesanos. Desde Detlef Kappeler hasta
Yoshiro Tachibana, pasando por el gallego Alexandre".
Si está cerrado el quiosco del encaje situado
en el santuario, se puede ir al local que la asociación de palilleiras abre
en el puerto. Allí le recordarán que el Titanic (de nuevo, la fatalidad
atlántica) cargaba encajes de Muxía.
Otra de las piedras singulares, por
desconocida, está en la zona de A Pel. Dejando atrás la escultura A Ferida, y
a la altura de la primera casa, dejar el coche y bajar caminando entre los valados,
esos muros que todavía protegen las coles y las patatas del salitre. El
peñasco Sala do Perello (Sala del Demonio) presenta una fisonomía inconfundible.
Acceder por la grieta que da a tierra es descubrir la cámara interior, del
gusto de las parejas por causas que se dejan imaginar. Con la toponimia mefistofélica
se buscaba mantener alejados a los niños.
Pocos elementos despiertan tanto
interés como el andamiaje del secadero de congrio de Miguel Diz (981 74 22 49),
completamente artesanal. Peces anguiliformes cuelgan horizontalmente a la
manera de raquetas cartilaginosas los días en que pueden recibir vientos de
componente Noreste. Los viajeros tienen suerte de contar con Juan Diz. Con sus
84 años, es una enciclopedia en tomo al congrio y a su complejo proceso de
curación al natural.
San Xiao
A tres kilómetros se halla el
monasterio del que irradió el románico por todo este territorio, San Xiao de
Moraime. De sus atractivos, sin duda el más deslumbrante es su pórtico. San
Benito en el tímpano y los Apóstoles en los fustes. Rodeando el edificio, la
rectoral, casi palaciega (20 iglesias dependían de Moraime), y en la puerta sur,
una preciosa Última cena descubierta en 1975. Los que acudan a la misa dominical
de las doce podrán sentir el peso de las naves de piedra rojiza, así como escudriñar
las pinturas del siglo XVI.
Los rincones fluviales son moneda
común en Galicia. Yendo hacia Cee, rebasado el punto kilométrico 5, está el desvío
al área recreativa do Castro y a su espectacular poza, accesible por una
escalinata de madera. De nuevo en la carretera a Berdoias, no hay sino que
plantarse frente a la fachada del monasterio de San Martiño de Ozón para
atravesar el arco de la derecha, contemplar los ábsides y, seguidamente, por la
derecha, darse de bruces con el hórreo de 27 metros de largo y 22 pares de
pies. No curiosear el interior, puesto que está habitado.
La del Lago es una playa cautivadora. Al
ver Muxía y Camariñas cerrando el ángulo de visión, no se puede sino pensar
en la perspectiva desde los ojos de un cangrejo. Los pinares, el río, el blanco
arenal, la luz de enfilación, hacen del Lago la mejor despedida.
Seis etapas de camino
Que si el Camino (camino.xacobeo.es) toca
a su fin en Santiago y la extensión a Finisterre es pagana; que si el tramo entre
Fisterra y Muxía es bidireccional… "No hay una pancarta de meta: el Camino
acaba donde a cada quien le pete," aclara el hospitalero Ángel Castro.
El desplazamiento desde Santiago hasta
donde la tierra acaba es la variante más transitada del Camino Francés, así
como la única ruta jacobea que tiene origen en Compostela. Unos 20.000 peregrinos
acaban cada año su senda en Finisterre (a unos 90 kilómetros de Santiago de Compostela),
de los cuales el 30% decide seguir andando otros 30 kilómetros más hasta Muxía.
En total, 120 kilómetros que se pueden dividir en seis etapas (cuatro hasta
Fisterra y otras dos hasta Muxía).
El bono lacobus Fisterra-Muxía (www. iacobusfisterra.com)
incluye cinco noches en alojamientos rurales, cenas, desayunos y transporte
diario a y desde el Camino. Cuesta 565 euros por persona en habitación individual
y 795 euros para dos personas que se alojen en una habitación doble.
El sendero de Fisterra a Muxía avanza envuelto
en la más rutilante naturaleza, atisbando las iglesias de Frixe y Morquintián.
¿Lo mejor? La llegada a Muxía por la playa de Lourido. El goteo de nuevos
albergues es constante en esta zona. Solo en Fisterra hay 15, sin contar el de
la Xunta. De los cinco de Muxía sobresale el Bela Muxía (www.belamuxia.com), el
cinco estrellas de los albergues.
Guia
Dormir
»Hotel Dugium
(981 74 07 80; www.dugium.com). Duio (Fisterra). Retirado de la marejada turística,
esta atractiva casona de aldea (1892) consta de cinco habitaciones y jardín.
Del conocimiento de estas costas por parte de Ernesto Insua, el propietario, habla
su biblioteca. La habitación doble, 65 euros con desayuno; casa completa. 225
euros.
»Cabañas de Lires (981 74 83 93; www.cabanasdelires.com)
Lires (Cee). Tres cabañas de troncos con categoría de tres llaves. Acepta el Bono
lacobus (ver despiece) 76 euros, dos personas. Cesta con el desayuno, 4,50
euros.
»A de Loló (981 74 24 22; www.hoteladelolo.com)
Muxía. La casa de Loló sería la traducción de este hotelito tematizado en la
Muxía pesquera, desde la mesilla Nécora hasta los bajíos de pesca representados
en los cabezales. Doble con desayuno entre 58 y 63 euros.
Comer
»O'Coral (981 74 25 01) Puerto de Muxía.
Todo un elogio al revuelto de algas y erizos, al pulpo flameado, sin que Alvaro
Rodríguez baje el listón en los pescados. Suculentas mariscadas por 60 euros
(dos personas), bebidas aparte.
»O Fragón (981 74 04 29). Fisterra. Cocina
de proximidad. Quiere decirse que los longueirones son de Langosteira. Y
los pescados, de la zona de influencia del cabo de Finisterre. Vinos gallegos,
aunque cada semana hay un vino invitado. Menú gastronómico, 30 euros (bebidas
aparte). Imprescindible reservar.
lnformación
» Turgalicia (981 54 25 27; www.turgalicia.es).
» Consello de Fisterra (981 74 00 01; www.
concellofisterra.com).
» Consello de Muxía (981 74 20 01;
www.concellomuxia.com)
» Consello de Cee (981 74 51 00; www.concellocee.es)
» Camino dos Faros (www.caminodosfaros.com)
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