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sábado, mayo 23

Anécdotas de la historia

(Leído en una revista del concesionario de 2009)

El poder del ajo
Los egipcios eran grandes consumidores de ajos, pues conocían sus propiedades benéficas. Según Herodoto, que visitó Egipto y dejó escrito sus recuerdos del viaje, una inscripción en la esfinge de Gizeh hacía referencia al número de ajos suministrados cada día a los esclavos que trabajaban en las pirámides. De esta manera recuperaban las fuerzas y estaban a salvo de numerosas enfermedades.

Pasar una noche toledana
El sentido actual de este antiguo dicho castellano no tiene nada que ver con lo vivido por los nobles que, en una noche del año 807, fueron convocados por el califa Al-Hakan y que fueron decapitados a medida que legaron a la residencia real. Para comprobarlo sólo hace falta pasar por la plaza Zocodover y la ca-lle Alfileritos en la hermosa ciudad toledana.

Esto es vida
El calendario romano tenía unos 200 días festivos al año, en los que la religión prohibía cualquier tipo de trabajo. Si se tienen en cuenta en cuenta los juegos y las fiestas, en Roma había uno o dos días festivos por cada día laborable.

Este tiempo libre se ocupaba con los espectáculos públicos, que fueron aprovechados por los empera-dores para entretener al pueblo y evitar revueltas. El poeta Juvenal dijo que todo lo que interesaba a los romanos era "panem et circenses", es decir, el pan y los espectáculos en el circo.

Que le corten la cabeza
La esfinge de Gizeh, llamada en árabe Abu-el-Hol "el padre del terror", ha estado enterrada varias ve-ces bajo la arena, de manera que la cabeza era la única parte que quedaba al descubierto, lo que la preservó de la destrucción en más de una ocasión. Según una leyenda, la barba postiza, el ureo (la co-bra protectora que adornaba el tocado) y la nariz fueron destruidos por los soldados de Napoleón, que al no poder llevársela a París ordenó cortarle la cabeza.

Hacer fila
Hacer fila era ya algo habitual en el Antiguo Egipto tanto para cortarse el pelo como para realizar un trámite oficial. Los obreros acudían a la tesorería con una bolsa de tela y esperaban su turno hasta ue eran llamados y recibían alimentos, la sal y las bebidas que les correspondían.

Un talento de un abogado

Un día Cicerón utilizó un argumento contrario al que había sostenido en otra ocasión ante el tribunal. Los jueces exigieron que explicara la razón de ese cambio, y Cicerón declaró: "Reclamo el derecho a contradecirme siempre que quiera. La expresión de la verdad está en las pruebas y en las actas, no en nuestra convicción. Si las causas fueran claras y se discutieran por ellas mismas, nadie necesitaría un defensor".

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