Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

miércoles, agosto 12

Narbona, un canal, un bufet y una catedral


(Un texto de Rosanna Carceller en el suplemento dominical del Periódico de Aragón del 24 de marzo de 2019)

Su cercanía, sus pequeñas dimensiones, su buena comida y su luz hacen de Narbona un perfecto destino occitano para una escapada de fin de semana. Con poco más de 50.000 habitantes, es fácil recorrerla entera a pie en unas horas.

Se puede comenzar con un poco de historia En la plaza del Ayuntamiento, centro neurálgico, se encuentran los restos de la antigua Vía Domitia, del siglo IV, primera gran ruta romana trazada en la Galia. Por el Consistorio se accede al palacio de los Arzobispos, el segundo conjunto arzobispal de Francia después del de Aviñón, de estilos gótico y románico. La visita monumental puede acabar en la catedral Saint Just et Saint Pasteur, del siglo XIII, cuya majestuosidad preside toda la ciudad, imponente.

Y si antes o después de las piedras apetece algo más trivial y placentero, se impone un descanso para un café o una merienda en la pastelería Maison Maury, junto a los monumentos. Su terraza permite observar, en domingo, el bullicio del mercadillo callejero adyacente, acompañándolo con bollería y pastelería artesana francesa -con mucha pero buena mantequilla- y panes de calidad.

Aunque si uno de los motivos del viaje es la gastronomía francesa es imprescindible la visita al mercado, perfecto para oler la materia prima y mezclarse con los locales. En este caso, Les Halles se ubica en un pabellón de estilo Baltard construido a principios del siglo XX con una espléndida estructura de metal, pilares y portales de piedra. Unos 80 puestos con frutas, hortalizas, quesos, vinos y aceites de proximidad lo hacen un excelente lugar para coger fuerzas improvisando una rebanada de pan recién horneado con un poco de tapenade.

La tarde es un buen momento para pasear junto al canal de La Robine, antiguo paso del río Aude, todo un símbolo de Narbona. Entre abril y octubre existe la posibilidad de alquilar barcos eléctricos para navegarlo o subir a Le Solal, una gabarra que hace un recorrido turístico durante una hora. Desde las aguas del canal se contempla el puente de los Mercantes, que une el barrio de Bourg con el centro de la ciudad y que acogía el paso de la Vía Domitia.

Pero si hay algo que justifica la visita a Narbona es comer o cenar en Les Grands Buffets, uno de los mejores bufets libres del mundo, de comida tradicional francesa a un precio muy asequible, donde se pueden degustar todo tipo de mariscos (ostras y bogavantes incluidos), platos míticos como el boeuf bourguignon, el tournedó o el tradicional steak tartar de caballo hecho al momento.

Desde hace unos meses, además, han incorporado el bufé más grande del mundo de quesos, con más de 110 referencias (sobre todo francesas, pero también españolas, holandesas e italianas), que pueden hacer enloquecer al comensal. Desde los Camembert o los Comté hasta los Saint-Marcellin o Reblochon, el plato se puede llenar con cuantos tipos de quesos se quieran, acompañando cada uno de ellos con su etiqueta y características para poder degustarlos con conocimiento de causa una vez sentados a la mesa.

El apartado de postres, presidido por una gran fuente de chocolate, tampoco se queda atrás. Cuenta con más de un centenar de referencias artesanas, como los Éclair o la Tatin. La carta de vinos también puede perturbar: hasta 70 buenos vinos del sur de Francia que se pueden tomar por botellas o bien a copas, a precio de distribuidor.

Llegar es fácil: Narbona está a sólo 100 kilómetros de la frontera, la autopista A-9 la conecta con España por carretera y Renfe-SNCF la une en tren a Barcelona en menos de dos horas y a Madrid en menos de cinco y media.

Y si sobran algunas horas el fin de semana merece la pena escaparse a las cercanísimas Bages d’Aude o Peyriac de Mer. Rodeadas de marismas y flamencos, estas localidades son lugares de relax y de silencio, llenas de rincones preciosos con casas de piedra y contraventanas de colores. En las pequeñas plazas las terrazas de los restaurantes invitan a tomar un vino. Una pizza junto a una fuente en Le Comptoir des Étangs (en Peyriac) puede convertirse en un momento mágico.

Etiquetas: