Narbona, un canal, un bufet y una catedral
(Un texto de Rosanna Carceller en el suplemento dominical
del Periódico de Aragón del 24 de marzo de 2019)
Su
cercanía, sus pequeñas dimensiones, su buena comida y su luz hacen de Narbona
un perfecto destino occitano para una escapada de fin de semana. Con poco más
de 50.000 habitantes, es fácil recorrerla entera a pie en unas horas.
Se
puede comenzar con un poco de historia En la plaza del Ayuntamiento, centro
neurálgico, se encuentran los restos de la antigua Vía Domitia, del siglo IV,
primera gran ruta romana trazada en la Galia. Por el Consistorio se accede al palacio de los Arzobispos, el segundo conjunto arzobispal de
Francia después del de Aviñón, de estilos gótico y románico. La visita
monumental puede acabar en la catedral Saint Just et Saint Pasteur, del siglo
XIII, cuya majestuosidad preside toda la ciudad, imponente.
Y si
antes o después de las piedras apetece algo más trivial y placentero, se impone
un descanso para un café o una merienda en la pastelería Maison Maury, junto a
los monumentos. Su terraza permite observar, en domingo, el bullicio del
mercadillo callejero adyacente, acompañándolo con bollería y pastelería
artesana francesa -con mucha pero buena mantequilla- y panes de calidad.
Aunque
si uno de los motivos del viaje es la gastronomía francesa es imprescindible la visita al mercado, perfecto para
oler la materia prima y mezclarse con los locales. En este caso, Les Halles se
ubica en un pabellón de estilo Baltard construido a principios del siglo XX con
una espléndida estructura de metal, pilares y portales de piedra. Unos 80
puestos con frutas, hortalizas, quesos, vinos y aceites de proximidad lo hacen
un excelente lugar para coger fuerzas improvisando una rebanada de pan recién
horneado con un poco de tapenade.
La
tarde es un buen momento para pasear junto al canal de La Robine, antiguo paso
del río Aude, todo un símbolo de Narbona. Entre abril y octubre existe la
posibilidad de alquilar barcos eléctricos para navegarlo o subir a Le Solal,
una gabarra que hace un recorrido turístico durante una hora. Desde las
aguas del canal se contempla el puente de los Mercantes, que une el barrio de
Bourg con el centro de la ciudad y que acogía el paso de la Vía Domitia.
Pero si
hay algo que justifica la visita a Narbona es comer o cenar en Les Grands
Buffets, uno de los mejores bufets libres del mundo, de comida tradicional
francesa a un precio muy asequible, donde se pueden degustar todo tipo de
mariscos (ostras y bogavantes incluidos), platos míticos como el boeuf
bourguignon, el tournedó o el tradicional steak tartar de caballo
hecho al momento.
Desde
hace unos meses, además, han incorporado el bufé más grande del mundo de quesos,
con más de 110 referencias (sobre todo francesas, pero también
españolas,
holandesas e italianas), que pueden hacer enloquecer al
comensal. Desde los
Camembert o los Comté hasta los Saint-Marcellin o Reblochon, el plato se puede
llenar con cuantos tipos de quesos se quieran, acompañando cada uno de ellos
con su etiqueta y características para poder degustarlos con conocimiento de
causa una vez sentados a la mesa.
El
apartado de postres, presidido por una gran fuente de chocolate, tampoco se
queda atrás. Cuenta con más de un centenar de referencias artesanas, como los
Éclair o la Tatin. La carta de vinos también puede perturbar: hasta 70 buenos
vinos del sur de Francia que se pueden tomar por botellas o bien a copas, a
precio de distribuidor.
Llegar
es fácil: Narbona está a sólo 100 kilómetros de la frontera, la autopista A-9 la
conecta con España por carretera y Renfe-SNCF la une en tren a Barcelona en
menos de dos horas y a Madrid en menos de cinco y media.
Etiquetas: Sitios donde perderse
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