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martes, marzo 30

Facetta Nera, bell’abissina

(Un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 7 de octubre de 2011)

Etiopía, 2 de octubre de 1935 · Mussolini manda a su ejército a invadir Abisinia para crear el Imperio Italiano fascista.

Si la Guerra Civil española fue el prólogo de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Abisinia fue el prólogo de la de España. En ella se destapó la agresividad de un país que pretendía ser una nueva potencia, Italia, movida por una nueva ideología que pronto se manifestaría como un gran peligro para la humanidad, el fascismo.

También se puso en evidencia una nueva forma de actuar de las democracias llamada el apaciguamiento, una nefasta actitud que luego llevaría a negarle toda ayuda a la República Española frente a los fascistas, y a Checoslovaquia o Austria frente a Hitler. Francia e Inglaterra, las grandes potencias europeas, dueñas de inmensos imperios coloniales y vencedoras de la Primera Guerra Mundial, habían quedado tan traumatizadas por la sangría de esta que querían evitar a toda costa otro conflicto.

Londres y París fueron incapaces de presionar a la Italia de Mussolini con su fuerza militar, pese a que era muy superior, de ayudar materialmente a Etiopía en la campaña, pese a que tenían los medios, o de ejercer una firme acción diplomática. Condenaron por supuesto la agresión al Imperio Etíope, el único país libre de colonización europea de toda África (el otro país independiente, Liberia, era en realidad un protectorado norteamericano) y promovieron sanciones económicas en la Sociedad de Naciones, pero estas fueron leves, intrascendentes para el curso de la guerra. Claramente no se quería irritar a Mussolini.

El Duce salió de la empresa peligrosamente crecido. Por primera vez desde la Primera Guerra Mundial un país europeo recurría a una agresión bélica para servir sus intereses, y le había salido bien. La guerra se convirtió así en un instrumento de trabajo corriente para los regímenes totalitarios, mientras que parecía prohibida para los Gobiernos democráticos, dependientes de sus opiniones públicas. Mussolini proclamó el Imperio Italiano el 9 de mayo de 1936, cuatro días después de ocupar la capital etíope, Adis Abeba. Apenas dos meses después estallaría la Guerra de España, y el Duce mandaría a sus legiones en ayuda de Franco.

La cuenta pendiente.

La conquista de Abisinia comenzó el 2 de octubre de 1935. Un potente ejército de 100.000 hombres al mando del mariscal De Bono invadió el país desde la colonia italiana de Eritrea, mientras que otra fuerza secundaria lo hacía desde la de Somalia. Para Italia se trataba de lavar una afrenta nacional. En 1896, cuando la expansión colonial europea estaba en su cénit, los italianos habían intentado ya la misma empresa, pero el ejército feudal del emperador etíope les había dado una soberana paliza en Adua. Italia resultó avergonzada y Etiopía se mantuvo libre del dominio europeo.

Esta vez Mussolini no iba a tolerar que ocurriese lo mismo. La experiencia de la Primera Guerra Mundial llevó a los italianos a utilizar los mayores adelantos que existían en el campo bélico, desde aviación masiva a comunicaciones por radio, pasando por el uso de gas venenoso, aunque estuviese prohibido por la Convención de Ginebra. Cuando al Duce le pareció que el mariscal De Bono era demasiado prudente, lo destituyó sin contemplaciones y puso en su lugar al general Badoglio, que aplicó la energía requerida. Irónicamente, Badoglio sería el autor del golpe de Estado de 1943 que derrocó a Mussolini.

Fue una campaña rápida, siete meses y una semana, y las pérdidas italianas no fueron importantes, sobre todo comparadas con la experiencia pasada de la Primera Guerra Mundial. A cambio se había ganado un extenso territorio con buen clima que ofrecía grandes perspectivas para que se instalaran colonos italianos. El Duce sedujo a la opinión pública de su país con un triple discurso: la recuperación del honor nacional herido en Adua; la colocación de Italia en el nivel de las grandes potencias, que intervenían en el mundo a su antojo; y la misión civilizadora, que rescataría a los pueblos de Abisinia de la barbarie medieval.

Fue una lástima que, como Etiopía era cristiana desde el siglo IV, no se pudiera hablar de cristianización, lo que le habría dado mucho respaldo católico –aun así Pío XI fue benévolo con la agresión. En cambio se aireó que en el Imperio Etíope existía la esclavitud, y una de las victorias de la propaganda italiana ante el mundo fue proclamar su abolición. Fue en relación con esto como surgió una canción que sería la más popular de Italia en los tiempos del fascismo: Facetta Nera.

Una canción para una guerra.

La letra de Facetta Nera (Carita Negra) le contaba a una niña esclava que pronto sería liberada por la llegada de los italianos, y le presentaba las ventajas de una civilización en la que “la legge nostra è schiavitù d’amore / ma libbertà di vita e di pensiere” (“nuestra ley es esclavitud de amor, pero libertad de vida y pensamiento”), y le prometía llevarla a Italia para que conociese su nuevo país, donde “Facetta Nera / sarai romana” (Carita Negra, serás romana).

La letra era de Giuseppe Micheli, un clásico de la canción romana, la música de Mario Ruccione, y fue compuesta antes de la invasión. La estrenó en un teatro de Roma el 24 de junio de 1935 el tenor Carlo Buti, históricamente la primera superestrella de la canción italiana. Inmediatamente tuvo un éxito arrollador, aunque a los altos círculos fascistas no terminaba de convencerles, porque en realidad no hacía encendidas loas del fascismo, y nombraba tres veces al rey de Italia y solamente una a Mussolini, y esto ya en el último verso, como metido con calzador. Sin duda esta falta de ideología fascista específica contribuyó a su enorme popularidad.

Paralelamente comenzó a circular una postal que reproducía una foto en la que aparecía un bebé de “carita negra” rodeado de soldados italianos. Nunca estuvo claro si la foto se hizo antes de la canción y la inspiró, o si fue al revés.

Sin embargo medio siglo después, el semanario Oggi publicaría la historia real de la niña etíope de la canción. La auténtica Facetta Nera fue encontrada abandonada durante una batalla –quizá murió su madre- por un legionario italiano llamado Pasqualino Chiti. La niña, de unos 2 años, fue adoptada por el regimiento y bautizada Maria Vittoria Aradam, en conmemoración de la victoria italiana en la batalla de Amba Aradam. Luego los soldados se la entregaron a las monjas del convento de Santa Ana de Asmara, la capital de Eritrea, que la criaron.

Chiti no se olvidó de su Facetta Nera, y en su testamento le dejó en herencia una finca en Italia. Maria Vittoria Aradam se casaría y tendría tres hijos. Uno de ellos, Joannes Brahane, ha estudiado en Italia y hace unos años le dio otra vuelta de tuerca a la historia, al reclamar una pensión para su madre –que sigue viviendo en Asmara y se considera italianísima aduciendo que en realidad era hija de un soldado italiano y una mujer africana.

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