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miércoles, abril 28

Penitencia

 (La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 3 de marzo de 2013)

Desde 1919, año en que le concedieron el Nobel de Literatura a Carl Spitteler -el más pelmazo de cuantos escritores lo han recibido-, el diario La Libertad fue un periódico especialmente popular y, en sus últimos años, durante la Guerra Civil, el de más tirada. Fue un periódico inteligente, dirigido hasta su extinción por Antonio de Lezama, y en el que participaron Augusto Barcia, Luis de Zulueta, Manuel Machado... 

Una de las campañas que realizó durante la dictadura de Primo de Rivera fue contra la Bula de la Santa Cruzada, que no fue un invento de Francisco Franco como dicen algunos feroces de la memoria histórica, sino del siglo XIII. Lo divertido estriba en que Juan March, que financiaba Informaciones, periódico de la derecha, también lo hacía con La Libertad, más obrerista que de izquierdas. El periódico criticaba que los obispados cobraran una cantidad, mínima, para que los fieles no tuvieran que hacer ayuno, abstinencia de carne o ambas cosas durante la cuaresma y todos los viernes del año. 

A pesar de su campaña, con su director a la cabeza, los notabilisimos redactores se reunían los viernes, en comida organizada en las mejores tabernas de Madrid, en Casa Ciriaco (Mayor, 84) por ejemplo, para zamparse un potaje de garbanzos con espinacas —repollo en su, defecto— y unas hebras de bacalao. La selección de las tabernas corría a cargo de Pedro de Répide, redactor y cronista de la Villa. 

En nuestros días el 'potaje de vigilia' ya no es de uso común, pero sigue presente en las tabernas con buen menú y, puestos al refinamiento, es notable el de Mera (Rosario Pino, 12): un tuneado apetecible del potaje más clásico de La Libertad.

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