Thomas Merton, un trapense en tiempos oscuros

(Un texto de Jesús María Alemany en el Heraldo de Aragón del 1 de marzo de 2015)

Nació en 1915, hace cien años. Quedo huérfano todavía chaval. Se convirtió al catolicismo cuando estudiaba en la Universidad de Columbia. En1941 cambio su carrera en el St. Bonaventure's College por la vida monástica en la abadía de Nuestra Señora de Getsemaní. Cuando el abad percibió su talento le animó a escribir su autobiografía. Thomas Merton solo tenía 33 arios de edad y 6 de trapense cuando publicó en 1948 'La montaña de los siete círculos'. Este libro ya clásico dio a conocer a uno de los grandes maestros espirituales del siglo XX. En publicaciones sucesivas trató la contemplación, la vida monástica, la paz interior y también la lucha interna de un monje, los diversos caminos de la santidad.

La tensión de la guerra fría se había agudizado en los sesenta. En 1962 John F. Kennedy cumplía su segundo año como presidente de los Estados Unidos, Nikita Khrushchev llevaba cuatro al frente de la URSS y habían pasado tres desde la revolución de Fidel Castro. La crisis de los misiles tuvo al mundo al borde del abismo nuclear. La estrategia Hamada ‘Mutua Destrucción Asegurada' dominaba la doctrina militar. 'Paz' era una palabra sospechosa. Los que la utilizaban en Estados Unidos corrían el riesgo de ser tachados de ‘rojos' (reds) o ‘rojillos' (pinkos).

Merton sintió como trapense contemplativo la necesidad interior de tomar partido activo por la paz. En otoño de 1962 finalizó 'Paz en tiempos de oscuridad', pero la publicación fue vetada por el abad general de su orden como un peligro para su país. Aunque multicopiado abundantemente sólo en 2004, cuarenta y dos años después, pudo el libro ver la luz. Por suerte mucho de lo que habían prohibido decir a Merton comenzó a proclamarlo Juan XXIII en su ‘Pacem in Terris' de 1963.

Merton no previo, claro está, la caída del muro y de la URSS, ni la aparición de Al-Qaeda, ni la fórmula de la ‘guerra al terror', ni la globalización con descarte de los perdedores. Pero su testamento, que vincula la paz interior y la acción por la paz, ofrece un camino que creo bien actual.