Piedras de golondrinas
(La columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 21 de mayo de 2017)
Lo que voy a contarles este domingo es un caldo de cabeza, pero no me lo he inventado yo. Lo aseguro. Cuando la luna está en creciente, en el vientre de algunos de los polluelos de la primera puesta de la golondrina se forman unas piedrezuelas. Si observamos atentamente el nido, sabremos qué animalitos disponen de ellas: los que se miran de frente en señal de paz y no se dan la espalda. El tamaño de cada guijarrillo no es mayor que el de un grano de mijo y los hay rojos, negros y multicolores.
Al destripar a los polluelos para robarles su tesoro, es mejor elegir el mes de agosto porque así se reforzarán los poderes sanadores del diminuto talismán. Sin que se nos caiga al suelo (lo que le haría perder su gracia) debe envolverse cada piedreta en un pedazo de suave piel de becerro, o de ciervo.
Si se ata en el brazo izquierdo el paquetico y la piedrecilla es de tonalidad colorada, atenuará las penas de los lunáticos, confortará a quienes padezcan epilepsia y reanimará a los dolientes de flaqueza de estómago, amén de convertir al portador en un ser apacible y amable e incrementar su don de palabra y capacidad de convicción.
Llevar del mismo modo como amuleto una piedrecita negruzca de golondrina es remedio contra humores y calenturas. Como valor añadido, resulta «útil para refrenar las iras de los señores, porque a los criados que la trajeren los hace amables». Además, «molida y echada en agua quita el dolor de los ojos lavándolos con aquella agua».
Así lo contó a sus lectores Francisco Marcuello, un cura y poeta de Daroca, quien en 1617 publicó un libro que me apasiona: 'La historia natural y moral de las aves'. ¡Ni la aspirina tiene tantas indicaciones beneficiosas como las que los clásicos que estudió el mosén atribuyen a las piedras de golondrinos!
Por fortuna y juicio, hoy en día ya nadie cree semejantes garambainas. Las golondrinas pueden vivir cuatro años si se las deja en paz. Suelen regresar siempre al mismo territorio y reconstruir los nidos que encuentran en relativo buen estado, por eso jamás debemos destruirlos si queremos contribuir a que deje de ser una especie en declive. Además, las golondrinas están consideradas como aves sagradas en el acervo popular aragonés: a quien atente contra ellas se le caerá el pelo o la piel, y quien las mate cometerá un pecado del que se deberá confesar sin tardanza.
Si les parece poco, me acabo de enterar de que en el Alto Aragón se las tuvo como valedoras contra los incendios porque intentaron ayudar a san Lorenzo arrojando gotitas de agua en la hoguera sobre la qué reposaba la parrilla del martirio.
Etiquetas: Cuentos y leyendas
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