La envidia, el anhelo de lo ajeno (iii): Vivien Leigh y Laurence Olivier
(Un reportaje de Ana Mattern en la revista Mujer de Hoy del 13 de agosto de 2011 para la serie del verano. Tercera parte)
Mezquindad entre estrellas. Históricamente, junto a los círculos del poder, el arte ha sido campo fértil para la envidia. La lista de envidiosos en el cine es amplísima, incluso hay quienes aseguran que es un pecado imprescindible para actores y directores. Y entre ellos, uno de los grandes del cine y el teatro inglés, Laurence Olivier, quien sufría de unos devastadores celos profesionales. Ese sentimiento y su ambición le hicieron dirigir todos sus esfuerzos a impedir que alguien brillara más que él. Toda su vida fue rival de John Gielgud, actor y director de teatro como él. Su encontronazo se produjo en 1929, cuando se turnaban en "Hamlet" y Gielgud recibió mejores críticas. La animosidad, dicen, no pasó de los escenarios, porque Olivier fue uno de los pocos que apoyaron a Gielgud cuando, en 1953, fue detenido por su homosexualidad. Pero no había sido tan generoso con su primera mujer. Olivier consiguió que la carrera de Jill Esmond se frustrara. En 1932, la convenció de que debía regresar con él a Inglaterra en vez de quedarse en Hollywood para hacer "Doble sacrificio", el filme que convirtió en estrella a Katherine Hepburn. Embarazada de su hijo Tarquin, el actor abandonó a Jill por Vivien Leigh. Cuando se conocieron, ambos estaban casados. Vivieron discretamente juntos tres años hasta que ambos se divorciaron. Luego, a lo largo de dos décadas mantuvieron una tormentosa relación.
Las primeras escenas de envidia se produjeron cuando ella ganó el Oscar por su interpretación de Scarlett O'Hara en "Lo que el viento se llevó", mientras él lo perdía por su papel de Heathcliff en "Cumbres borrascosas". Igual que en este amargo relato, donde se describen los mecanismos emocionales de la venganza, la amargura o la envidia, el actor vivía entre los celos y el rencor. La noche de la ceremonia, de regreso a casa, le arrebató violentamente la estatuilla a Vivien. Ella enamorada, comprendió sus celos. Leigh usó el Oscar para sujetar una puerta y así quitarle importancia. Eran los días que compartían amor y vocación. La época más feliz de la pareja. Pero duró poco.
Síntomas peligrosos. Vivien era bella, ingeniosa, con un carácter fuerte. Sufría crisis depresivas y estallidos de violencia, mientras él era indiferente a sus desdichas. Nunca interrumpió su carrera para ayudarla. Según Olivier, los "desórdenes" de Vivien aparecieron en 1944, cuando perdió al hijo que esperaban. Pero no era cierto: los primeros síntomas se manifestaron al inicio de la relación. En el "Hamlet" que el actor interpretó en 1937 en Elsinore, Dinamarca, Vivien encarnaba a la demente Ofelia. Un día, la actriz se comportó como una poseída, gritándole todo tipo de insultos e incluso agrediéndolo... Pero al día siguiente, Vivien se mostró encantadora, sin que pareciera tener idea de lo ocurrido. Por su biografía, "Confesiones de un actor", sabemos que él era consciente de los "síntomas peligrosos" que causaban en la actriz las separaciones de la pareja, pero "era mejor no ensuciar mi carrera permaneciendo con ella, como si no tuviera nada que hacer, en vez de ofrecer una buena imagen y una buena actuación", escribió Olivier.
Un círculo asfixiante. Sus enfrentamientos rivalizaban en intensidad con los personajes que interpretaban. Vivien y sus crisis maniaco-depresivas cansaban a su marido, que prefería que ella se retirara para recuperarse, al tiempo que él asentaba su fama. Vivien quería estar a la altura de Olivier para mantener su admiración y su amor. En 1951, por su papel de Manche DuBois en "Un tranvía llamado deseo" ganó su segundo Oscar. A esas alturas, él también acumulaba dos estatuillas. Ella siguió trabajando, pero nunca recuperó su estatus de superestrella. Llegaron para ella períodos de consumo de alcohol, de abortos involuntarios, de enfermedades recurrentes y de reiterados tratamientos de choque. Mientras, Laurence se sumergía más en su trabajo. Los celos que un día golpearan a su marido, la convirtieron en una mujer llena de manías y crearon un círculo asfixiante que terminó con la pareja.
Con algunas escenas de violencia por parte de un Olivier desquiciado, el matrimonio acabó en 1960, siete años antes de que falleciera la actriz. Ella rehizo su vida junto al actor John Merivale y él se casó con la actriz Joan Plowright, con quien tuvo tres hijos. Oliver relata en sus memorias que cuando murió, permaneció junto al cuerpo de Vivien a solas pidiendo perdón por el daño que se habían hecho. Alguien que visitó al actor en 1986, con 80 años, lo encontró solo, mirando en la televisión una película de Leigh. "Esto era amor -decía entre lágrimas-. Verdadero amor.
Etiquetas: Tardes de cine y palomitas
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