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viernes, abril 30

Defoe en la picota

 (Un texto de Juan Bolea en la revista Tiempo de Hoy del 6 de noviembre de 2015)

Uno de esos nuevos y heroicos sellos editoriales que nacen con la vocación de ofrecer a sus lectores, dentro de la modestia de sus medios, libros extraordinarios, La Felguera Editores, ha publicado un pequeño pero valioso volumen dedicado a Daniel Defoe.

No al autor del celebérrimo Robinson Crusoe -que también- sino, sobre todo, al Daniel Defoe agitador (realmente fue un precursor de la agitprop), al político y al espía. Al turbulento y, en buena medida, desconocido personaje que, mientras escribía obras maestras como Molly Flanders, conspiraba con la reina de Inglaterra, Ana Estuardo, y con su jefe de espionaje, Robert Harley, conde de Oxford, para tratar de conducir la opinión pública inglesa; o más bien, de reconducir la opinión escocesa hacia su integración en Reino Unido.

Cien y un Defoes hubo... Uno fue el padre del periodismo moderno, redactor de las primeras crónicas de sucesos; otro, el hiriente panfletario dotado para derribar cualquier reputación, multiplicar sus seudónimos y traicionarse incluso a sí mismo, si eso le convenía... Un camaleón capaz de cambiar de color y estrategia según qué cuestiones de alta política y bajos escrúpulos requirieran su quevediana pluma, de versátil e insólita capacidad, tan hábil para el verso como para el panfleto o la novela, y siempre presta para prestar -como así, efectivamente, lo hizo-, magníficos servicios al lado oscuro del poder. En parte por esa habilidad innata en él para la manipulación y la conspiración se le encomendaría también la dirección de The Review, uno de los primeros periódicos británicos que, además de noticias convencionales, incluía un embrión de editorial y secciones de enorme éxito dedicadas a albergar sátiras, rumores, y a lanzar bulos deslizados con toda intencionalidad para provocar el mayor daño posible.

Sin embargo, Defoe se iría alejando de ese estatus de intrigante oficial hasta alcanzar la más absoluta disidencia con el régimen estuardiano. Sus burlas contra los poderosos y el círculo monárquico le acarrearon múltiples denuncias y un juicio que sería presidido por la propia reina Ana. Como resultado del proceso, el popular Defoe fue condenado a pagar doscientas libras, a ser exhibido públicamente en la picota, y a reclusión penitenciaria de siete años en la siniestra cárcel de Newgate, que no visitaba por primera vez.

Defoe resistió dignamente la exposición en la picota, con la cabeza y las manos aherrojadas por el yugo. Le animó que la plebe reaccionase a su favor, colmándole de ánimos y arrojándole besos y flores. Entre sus fans no estuvo precisamente Jonathan Swift, pues ambos se odiaban. Pero al tener que ingresar en Newgate su ánimo flaqueó y aceptó la nueva propuesta de Robert Harley de retornar al servicio de su graciosa majestad, ahora en calidad de espía secreto.

El volumen de La Felguera incluye el Himno a la picota, poema satírico escrito en versos pindáricos por Defoe, a raíz de su proceso y condena, y traducido al castellano por David Menéndez. Una muestra más del caudaloso talento de este hiperbólico, oscuro, corrupto, heroico y, sobre todo, genial Defoe, o su Robinson no sería hoy el segundo libro más leído, solo por detrás de la Biblia.

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