Kutúzov, Kagemusha y Ursúa: loa de la estrategia
(Tres anécdotas sobre hombres impasibles extraidas de una columna de Juan Manuel Iranzo en el Heraldo del 1 de agosto de 2015)
En la sangrienta batalla de Borodinó las tropas del mariscal ruso Kutúzov resistieron todo el día el ataque francés y al anochecer aún sostenían ordenadamente una posición defendible. Según las reglas de la época, habían ganado: el enemigo se retiraría, ellos se reorganizarían y al día siguiente lo perseguirían. Pero al sumar sus bajas vieron que eran tan numerosas que toda resistencia habría sido suicida. Podían luchar y morir... o rendirse. O retirarse más allá de Moscú. Kutúzov entregó la capital, pero no se rindió. Esperó a que su insuficiencia logística forzase a Napoleón a retirarse, contraatacó y año y medio después los rusos entraban en Paris.
En ‘Kagemusha' (Kurosawa, 1980), el feroz samurái así llamado ha expandido sus dominios hasta ocupar casi todo Japón gracias a su eficaz táctica de batalla: permanecer firme e inmóvil en el centro de sus fuerzas mientras vanguardia, retaguardia y alas se baten según conviene hasta percibir un punto débil en la formación del adversario, atacarlo entonces con efectividad y decidir la lucha.
En 'Aguirre o la cólera de Dios' (Herzog,1972), Pedro de Ursúa, capitán de la expedición en busca de el Dorado, depuesto y condenado a muerte por Lope de Aguirre, suplica al sacerdote que debe confesarle que ruegue por su vida al cruel guipuzcoano. El religioso rehúsa alegando: «Hijo mío, la Iglesia ha sobrevivido casi 1.600 años gracias a estar siempre de parte del más poderoso». La frase no es histórica ni históricamente cierta pero su humor sarcástico encaja bien en el vitriólico film.
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Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia
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