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domingo, mayo 15

Barolo, la ruta del "rey del vino" II

(Y sigue...)

En Brunate, debajo de La Morra, salta a la vista una explosión de color que rompe la uniformidad de las viñas. Es una pequeña capilla rural construida en 1914 como refugio para los campesinos en caso de tormenta. Hoy se la conoce como Barolo Chapel. Su exterior ha sido decorado por el artista norteamericano Sol LeWitt y su interior por el inglés David Tremlett. El encargo fue hecho en 1997 por los hermanos Ceretto, propietarios de las bodegas de su nombre en Castiglione Falletto. Esta familia, que va por la tercera generación en la producción de barolo, apuesta por la unión entre enología y arte. Un gran cubo de cristal transparente hincado en la tierra que sirve de puerta de entrada en su bodega simboliza ese matrimonio. Los Ceretto también consideran la gastronomía una prolongación de la vitivinicultura. En la cercana ciudad de Alba, capital mundial de la trufa blanca, su restaurante Piazza Duomo y su chef Enricco Crippa, han merecido una estrella Michelín.

Serralunga d'Alba es, en cierto modo, el símbolo del barolo. Lo es por estar en el centro de la zona, porque su castillo de base muy estrecha y torres muy altas es visible desde todas partes y porque la calidad de la tierra es excepcional. Allí está Fontanafredda, una de las mayores bodegas y de las pocas que no son de propiedad familiar. Esta explotación tiene su origen en el regalo de unas tierras que hizo Vittorio Emanuele II a su esposa morganática Rosa Vercellin, la Bella Rosin, y a su hijo que inició en 1878 el cultivo de los viñedos que parecen un anfiteatro ante el pueblo. En sus instalaciones, en medio de un pequeño parque por el que pasean altivos los pavos reales, está Villa Reale, con habitaciones para visitantes excelentes y un restaurante, unn hotel, un centro de congresos y una tienda. Las bodegas, muy extensas, están excavadas en la colina.

En el pueblo, merece una visita el restaurante Cascina Schiavenza, al pie del castillo, creado en 1997 por dos hermanas, Enrica y Maura, y por el marido de ésta, como prolongación de la bodega que inició en 1956 la generación anterior. De su carta destaca la battuta de fassone, la carne cruda picada con cuchillo típica de la zona, y los raviolis al plin, siendo el plin el pellizco que cierra la pasta.

En Monforte, la música se suma a la enogastronomía, en un auditorio al aire libre dedicado al pianista polaco Mieczyslaw Horszowski. En Cherasco, donde se conjugan el románico y el barroco, las antiguedades comparten protagonismo con el vino en un mercado que se repite varias veces al año. Es además una de las capitales italianas de la cría de caracoles, lo que se refleja en las cartas de sus restaurantes.

Otros vinos nacen en la zona, como nebbiolo, dolcetto, barbera, verduno palaverga o dogliani. En estos días ha comenzado la vendimia, pero el barolo aún necesita el abrazo de la niebla.

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