Contradicciones
(La columna de Carmen Posadas en el XLSemanal del 18 de julio de 2010. Ella la tituló "Yo soy yo y mis contradicciones")
Hay dos reflexiones de Ortega y Gasset sobre las relaciones
de pareja que siempre me han interesado pero que hasta el momento consideraba
antagónicas. Una dice, más o menos, que el enamoramiento es un estado de
estupidez transitoria. La otra afirma que la elección amorosa nunca es inocente
y que responde a necesidades del individuo. De modo que si uno se enamora de un
impresentable siempre hay algo, tal vez una carencia o un oscuro deseo, detrás
de esta elección equivocada. ¿En qué quedamos entonces? ¿En que el amor es
ciego y lo vuelve a uno tan lelo que no sabe calibrar a la persona que tiene
enfrente? ¿O por el contrario sí sabemos lo que queremos, aunque lo que
queramos no sea lo mejor para nosotros?
Confieso que durante gran parte de mi vida me he identificado
solo con la primera de las teorías. Ahora en cambio, con el paso de los años y
con la experiencia, he llegado a comprender también la segunda y ver que no
desmiente la primera. Lo curioso del caso es que estudios científicos actuales
vienen a corroborar ambas teorías. Ahora sabemos que el enamoramiento es, en
efecto, un estado de estupidez transitoria producido por un cóctel de hormonas
y sustancias naturales de efectos dopantes que hace que uno no vea defecto
alguno en la persona amada. Una ceguera selectiva cuya duración incluso está
medida: se calcula que dura alrededor de dos años y medio.
La confirmación científica de la segunda teoría la encontré
hace unos días en la prensa. Por lo visto, neurólogos de la universidad de
Toronto, investigando el neurotransmisor vasopresina (la hormona responsable de
los lazos efectivos), han hecho un interesante descubrimiento. Una vez
comprobado que hay personas hormonalmente más proclives a la infidelidad que
otras, observaron que incluso las más infieles logran vencer la tentación
siempre que haya lo que ahora llaman la “autoexpansión”. El experimento
consistió en lo siguiente: se pidió a personas felizmente casadas que valorasen
el atractivo de individuos del sexo opuesto en una serie de fotos. Estas
personas hicieron lo obvio: puntuar más alto a los más atractivos. Luego se les
presentó una serie de fotos similares pero se les informó que ciertas personas
fotografiadas estaban interesadas en conocerles. Curiosamente, al saberlo, los
participantes daban a esas personas puntuaciones más bajas que la vez anterior
porque, en cuando se sentían atraídos por alguien que amenazaba su relación
automáticamente se decían: “Tampoco es gran cosa”. Vista la reacción, la
conclusión a la que llegaron los científicos es que puede que no sea solo el
amor lo que mantiene unidas a las parejas sino la idea de que ese compromiso
mejora nuestra vida o amplía nuestros horizontes. En otras palabras, se rompen
menos las relaciones que confieren algo, ya sea equilibrio, paz o por el contrario
emoción, o más prosaicamente estatus o dinero, lo que sea que necesite esa
persona para sentirse mejor. Sin embargo, es necesario saber que ese “algo” no
siempre es bueno; a veces hay gente que necesita caña, lo que explica ciertas
relaciones bastante torturadas.
Ahora sabemos a ciencia cierta que uno se vuelve ciego
cuando se enamora pero que, aún sin ser consciente de ello, la elección amorosa
no es tan caprichosa como antes parecía. Una explicación, como ven, muy
parecida a la que daba Ortega y Gasset años atrás. Pero entonces, si es tan
sencillo y uno siempre busca lo que necesita, ¿por qué nos equivocamos tanto y
elegimos a gente que no nos hace felices? La respuesta es que hay una
diferencia notable entre lo que uno cree que busca y lo que busca en realidad.
Por ejemplo, una persona puede pensar que lo que necesita es pasión, aventura o
emoción cuando lo que le va realmente es la tranquilidad o alguien que lo mime
y apoye aunque sea menos interesante o trotamundos. “Yo soy yo y mis
circunstancias”, decía Ortega, y servidora de ustedes se atreve a enmendarle la
plana y afirmar que es más certero decir "Yo soy yo y mis
contradicciones". […]
Etiquetas: Pongámonos románticos
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