Restaurante
(La columna de Martin
Ferrand en el XLSemanal del 28 de febrero de 2010)
Mariano de Cávia -él
acentuaba la primera 'a' de su apellido- fue uno de los más notables
periodistas españoles de finales del XIX y principios del XX. Zaragozano de nacimiento,
era madrileño de ejercicio, un personaje imprescindible en la vida capitalina
de su tiempo. Elegantón y pinturero, cultísimo y solterón convencido, tenía un piso
inmenso dedicado únicamente a biblioteca y vivía en un hotel. Todos los días
comía en algún restaurante y era devoto de los mejores. Fue, precisamente, de los
primeros en la defensa de la palabra 'restaurante' y dejó escrito hace cien
años: «Llamar restaurante al establecimiento donde se sirve de comer (fonda, hostería,
hostal, mesón, figón, bodegón, merendero o ventorillo) es un neologismo que muy
pronto dejará de serlo, porque encaja perfectamente en la índole y en la estructura
del idioma».
Lo que le enrabietaba a
Cávia era el uso del término 'restorán': «Voquible que pregona una indigencia
mental y verbal propia de negros del Congo». Teniendo en cuenta que, entonces, el
Congo era belga y que aún no se había descubierto lo políticamente correcto, se
deduce que el vocablo, igual que restaurant,
que vuelve de nuevo, le indignaba en profundidad al académico que no quiso
ocupar su sillón de inmortal. Según el DRAE, 'restaurante' es el establecimiento
público donde se sirven comidas y bebidas, mediante precio, para ser consumidas
en el mismo local. El problema lingüístico reside en que es tan restaurador el que
tiene por oficio restaurar pinturas, estatuas, porcelanas y otros objetos
artísticos y valiosos como el que tiene o dirige un restaurante. De ahí que en
algunos casos sufran tanto las obras de arte como los comensales menos avisados.
Etiquetas: Ayudando a Supereñe (y a sus amigos guiris)
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