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miércoles, junio 25

De principados y otros títulos



(La columna de Guillermo Fatás en el Heraldo de Aragón del 15 de junio de 2014)

En Aragón, quién más, quién menos, sabe del conde de Aranda. Tiene calles dedicadas, lo que contribuye a perpetuar su memoria de modo, podría decirse, vecinal. Pocos sabrán que el titulo lo lleva hoy un hijo de la duquesa de Alba y que es el XVIII conde en una lista que empezó en 1508. Además, y entre otras cosas, es XVIII duque de Híjar y XVIII duque de Aliaga, títulos que llevan denominación aragonesa y en los que no tuvieron que ver ni Aranda, ni Híjar, ni Aliaga, sino la voluntad de unos reyes antiguos.

Hay muchos títulos nobiliarios de nombre aragonés, como el ducado de Luna, el marquesado de Daroca, los condados de Morata, Bureta o Sástago, etc. No todos son remotísimos. El ducado de Zaragoza premia en 1834 a Palafox por su actuación en la Guerra de la Independencia y no tiene la prosapia del condado de Aranda, que le saca más de tres siglos. Esto no tiene nada que ver con el Ayuntamiento de Zaragoza y estoy seguro de que el alcalde lo sabe perfectamente. El I marqués de Daroca, que existe desde 2011, fue el humorista y académico Antonio Mingote, distinguido por el rey con esa dignidad, pero no es un titulo 'aragonés' o darocense; ni tampoco el marquesado del Valle de Tena, dado por Juan Carlos I en 2003 a la familia fundadora del ABC, es oscense ni tensino. Los títulos de duque de Suárez (1981) y marqués de Del Bosque (2011) son muestras del aprecio personal del rey y tienen el valor que cada cual quiera darles. Las sucesiones son supervisadas en el Ministerio de Justicia, para acreditar que no hay trampa (lo que se cumple o no, hay más de un timo). Y punto.

Sucede también lo contrario. Hay títulos nobiliarios aragoneses, incluso muy aragoneses -por ser de la Casa Real de Aragón- que no llevan el nombre de ningún lugar del antiguo reino. Para empezar, el de príncipe de Gerona, que es del hijo del rey de Aragón. Es obvio que un conde, aunque sea el de Barcelona, no hace príncipes ni duques. Los títulos históricos eran prerrogativa del rey, en este caso el de Aragón.

El ducado de Villahermosa (lugar castellonense del reino de Valencia), es titulo de Aragón donde los haya, pues don Alonso de Aragón, primer duque, de apellido esclarecedor, fue hijo del rey Juan II de Aragón. Medio hermano, pues, de Fernando el Católico. Los de Gerona y Villahermosa, Montblanc, Cervera y Balaguer son títulos creados para sus hijos por el rey de Aragón, como el principado de Gales es título otorgado al suyo por el rey de Inglaterra, que también reina en Gales. Son títulos de la corona y existen en países europeos de historia similar.

En Francia, paradigma de lo republicano, hay nada menos que tres familias que se pretenden titulares de la corona histórica -Borbón, Orleáns y Bonaparte- y todas usan títulos heredados de sus mayores que el Estado no reconoce. Se consideran 'títulos de cortesía'. Un nieto de Franco es para sus partidarios duque de Anjou: nadie lo prohíbe, muy pocos le hacen caso y no consta que el concejo de Anjou dedique grandes esfuerzos al asunto.

Estos títulos, antiguallas para unos, legados históricos para otros, no otorgan prerrogativas ante los poderes del Estado. España ya suprimió en 1984 el pasaporte diplomático que se venía dando a cardenales, exministros y 'grandes' de España, rango este creado por Carlos I para que la nobleza española no quedase por debajo de la de otras potencias de aquel tiempo. Ambos gestos, el antiguo y el moderno, fueron apropiados.

Las democracias coronadas tratan diversamente a la nobleza titulada. En Inglaterra hay una notable Cámara de los Lores, con obispos y todo. En España los títulos son políticamente irrelevantes.

El Parlamento navarro ha rechazado 'retirar' el título de príncipe de Viana. Un imposible legal y aun ontológico, ya que, si el título «no existe» -eso dijo un 'abertzale'-, ¿cómo retirarlo, según pedía? Volvamos al inicio: en Aragón no se espera que el ayuntamiento de Aranda -de Moncayo- pida, o exija, al actual conde que no lo use, porque, aunque Aranda es un pequeño lugar, saben de qué hablan; por lo mismo, el alcalde de Roma no cree sensato dar o negar su venia para que el papa pueda llamarse obispo de Roma.
Actitud que no comparte el concejo de Gerona. En 1981, aprobó una solemne vacuidad rebosante de cortesanía (que no es lo mismo que cortesía): 'investir' a Felipe de Barbón como príncipe de esa ciudad, sandez en la que tomó parte incluso el PSUC. Ello causó inexplicable gozo en la Casa Real, que entró en el juego. Ahora, los ediles gerundenses dicen que ya no les gusta. Y eso que, en 2009, se creó en la ciudad del Oñar la 'Fundació Príncep de Girona' que, en sus actos en Aragón, usaba sólo su nombre en catalán, en vez del esperable bilingüe, para agradar a quien fuese. Debieran saber ya que nunca tienen bastante.

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