De principados y otros títulos
(La columna de Guillermo
Fatás en el Heraldo de Aragón del 15 de junio de 2014)
En Aragón, quién más,
quién menos, sabe del conde de Aranda. Tiene calles dedicadas, lo que
contribuye a perpetuar su memoria de modo, podría decirse, vecinal. Pocos
sabrán que el titulo lo lleva hoy un hijo de la duquesa de Alba y que es el
XVIII conde en una lista que empezó en 1508. Además, y entre otras cosas, es XVIII
duque de Híjar y XVIII duque de Aliaga, títulos que llevan denominación
aragonesa y en los que no tuvieron que ver ni Aranda, ni Híjar, ni Aliaga, sino
la voluntad de unos reyes antiguos.
Hay muchos títulos
nobiliarios de nombre aragonés, como el ducado de Luna, el marquesado de
Daroca, los condados de Morata, Bureta o Sástago, etc. No todos son
remotísimos. El ducado de Zaragoza premia en 1834 a Palafox por su actuación en
la Guerra de la Independencia y no tiene la prosapia del condado de Aranda, que
le saca más de tres siglos. Esto no tiene nada que ver con el Ayuntamiento de
Zaragoza y estoy seguro de que el alcalde lo sabe perfectamente. El I marqués
de Daroca, que existe desde 2011, fue el humorista y académico Antonio Mingote,
distinguido por el rey con esa dignidad, pero no es un titulo 'aragonés' o
darocense; ni tampoco el marquesado del Valle de Tena, dado por Juan Carlos I
en 2003 a la familia fundadora del ABC, es oscense ni tensino. Los títulos de
duque de Suárez (1981) y marqués de Del Bosque (2011) son muestras del aprecio
personal del rey y tienen el valor que cada cual quiera darles. Las sucesiones
son supervisadas en el Ministerio de Justicia, para acreditar que no hay trampa
(lo que se cumple o no, hay más de un timo). Y punto.
Sucede también lo
contrario. Hay títulos nobiliarios aragoneses, incluso muy aragoneses -por ser
de la Casa Real de Aragón- que no llevan el nombre de ningún lugar del antiguo
reino. Para empezar, el de príncipe de Gerona, que es del hijo del rey de
Aragón. Es obvio que un conde, aunque sea el de Barcelona, no hace príncipes ni
duques. Los títulos históricos eran prerrogativa del rey, en este caso el de
Aragón.
El ducado de
Villahermosa (lugar castellonense del reino de Valencia), es titulo de Aragón
donde los haya, pues don Alonso de Aragón, primer duque, de apellido
esclarecedor, fue hijo del rey Juan II de Aragón. Medio hermano, pues, de
Fernando el Católico. Los de Gerona y Villahermosa, Montblanc, Cervera y
Balaguer son títulos creados para sus hijos por el rey de Aragón, como el
principado de Gales es título otorgado al suyo por el rey de Inglaterra, que
también reina en Gales. Son títulos de la corona y existen en países europeos
de historia similar.
En Francia, paradigma de
lo republicano, hay nada menos que tres familias que se pretenden titulares de
la corona histórica -Borbón, Orleáns y Bonaparte- y todas usan títulos
heredados de sus mayores que el Estado no reconoce. Se consideran 'títulos de
cortesía'. Un nieto de Franco es para sus partidarios duque de Anjou: nadie lo
prohíbe, muy pocos le hacen caso y no consta que el concejo de Anjou dedique
grandes esfuerzos al asunto.
Estos títulos,
antiguallas para unos, legados históricos para otros, no otorgan prerrogativas
ante los poderes del Estado. España ya suprimió en 1984 el pasaporte
diplomático que se venía dando a cardenales, exministros y 'grandes' de España,
rango este creado por Carlos I para que la nobleza española no quedase por
debajo de la de otras potencias de aquel tiempo. Ambos gestos, el antiguo y el
moderno, fueron apropiados.
Las democracias
coronadas tratan diversamente a la nobleza titulada. En Inglaterra hay una
notable Cámara de los Lores, con obispos y todo. En España los títulos son
políticamente irrelevantes.
El Parlamento navarro ha
rechazado 'retirar' el título de príncipe de Viana. Un imposible legal y aun
ontológico, ya que, si el título «no existe» -eso dijo un 'abertzale'-, ¿cómo
retirarlo, según pedía? Volvamos al inicio: en Aragón no se espera que el
ayuntamiento de Aranda -de Moncayo- pida, o exija, al actual conde que no lo
use, porque, aunque Aranda es un pequeño lugar, saben de qué hablan; por lo
mismo, el alcalde de Roma no cree sensato dar o negar su venia para que el papa
pueda llamarse obispo de Roma.
Actitud que no comparte
el concejo de Gerona. En 1981, aprobó una solemne vacuidad rebosante de cortesanía
(que no es lo mismo que cortesía): 'investir' a Felipe de Barbón como príncipe
de esa ciudad, sandez en la que tomó parte incluso el PSUC. Ello causó
inexplicable gozo en la Casa Real, que entró en el juego. Ahora, los ediles
gerundenses dicen que ya no les gusta. Y eso que, en 2009, se creó en la ciudad
del Oñar la 'Fundació Príncep de Girona' que, en sus actos en Aragón, usaba
sólo su nombre en catalán, en vez del esperable bilingüe, para agradar a quien
fuese. Debieran saber ya que nunca tienen bastante.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia
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