La historia de los libros prohibidos
(Un texto de la agencia EFE publicado en el Heraldo de Aragón
el 4 de enero de 2014)
Las listas negras de autores han existido a lo largo de los siglos,
en los que libros condenados han ardido en hogueras que encendieron gobernantes,
religiones o escritores que dudaron de sus obras, historias que ha recuperado el
alemán Werner Fuld en un ensayo, una «crónica de la victoria de la palabra».
'Breve historia de los libros prohibidos', editado por RBA,
repasa la historia universal de esos libros que, en algún momento, fueron elegidos
para su destrucción. Esta historia de prohibiciones es en definitiva, según
asegura su autor, «la historia de la supervivencia de la memoria humana almacenada
en los libros» y por ello dedica un recuerdo a las personas que arriesgaron su
vida para salvarlos.
Algunas de estas obras fueron protegidas a pesar de sus
propios creadores. Así, como ejemplo de autor «que aspira a su propia aniquilación»,
Fuld destaca a Frank Kafka, que quiso que se destruyera sin excepción todo lo
que había escrito. Y la estadounidense Margaret Mitchell se encargó de borrar personalmente
todas las huellas literarias anteriores a 'Lo que el viento se llevó'. En la
mayoría de los casos lo que lleva a un autor a la destrucción de su obra es la conciencia
de su imperfección, explica Fuld, que recuerda cómo Marcel Proust guardó en una
sombrerera las mil hojas rotas en las que había escrito 'Jean Santeuil', descubiertas
30 años después de su muerte.
Y Nabokov pretendía quemar los primeros capítulos de 'Lolita'
pero su esposa lo impidió. Nabokov terminó de escribir esta obra maestra de la literatura
en 1953, cinco años después de empezar, pero transcurrirían cinco años más para
que fuera publicada por una pequeña editorial de libros pornográficos.
Remontándose siglos atrás, se ignora por qué Virgilio mandó
quemar la 'Eneida' en su testamento. Sea como fuere, el emperador Augusto lo
impidió. Pero fue Augusto quien ordenó la primera quema de libros en Roma: a finales
del año 12 a. C. mandó al fuego más de dos mil libros oraculares, una acción
sin precedentes en el Imperio.
Con estas destrucciones, la autoridad ha aspirado a lo largo
de la historia a borrar del mapa los escritos para los que no querían lectores.
Así nadie se acordaría de ellos, sostiene Fuld, que rememora en su ensayo la Biblioteca
de Alejandría.
«Pero la curiosidad y la fascinación por lo prohibido
siempre ha burlado todas las medidas disuasorias», escribe el autor alemán, que
considera la «madre» de todas las listas negras a la relación de libros
prohibidos que la Iglesia católica publicó en 1559 en Roma.
La Inquisición fue maestra en quemas masivas de libros, Con
la destrucción de todos aquellos que no coincidieran con el dogma cristiano se
seguía un plan para provocar la decadencia intelectual. Ni siquiera la lectura
autónoma de la Biblia se veía bien ya que podía inducir a la reflexión
personal, asegura.
En la época del presidente estadounidense Joseph McCarthy se
ordenó la destrucción de 30.000 títulos de autores supuestamente procomunistas:
algunos de ellos obras que 20 años atrás ya habían ardido en hogueras nazis: 'La
montaña mágica', de Thomas Mann, o 'La teoría de la relatividad', de Albert Einstein,
entre otras muchas.
En España, Franco quiso que se limpiaran las bibliotecas de los
autores «degenerados», entre los que incluyeron clásicos como Kant, Stendhal,
Johann Goethe, Honoré de Balzac y Hebruj lbsen.
La historia rusa de los libros quemados va de la censura
zarista, con cerca de 600 títulos extranjeros prohibidos, a la del régimen soviético,
que condenó a 'Doctor Zhivago' de Boris Pasternak, por su espíritu «contrarrevolucionario».
Con todos esos antecedentes, Fuld vaticina que los intentos
de frenar ciertos libros y contenidos «incómodos» en internet por parte de
ciertos países están «condenados al fracaso».
Etiquetas: libros y escritores
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