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sábado, agosto 9

La historia de los libros prohibidos



(Un texto de la agencia EFE publicado en el Heraldo de Aragón el 4 de enero de 2014)

Las listas negras de autores han existido a lo largo de los siglos, en los que libros condenados han ardido en hogueras que encendieron gobernantes, religiones o escritores que dudaron de sus obras, historias que ha recuperado el alemán Werner Fuld en un ensayo, una «crónica de la victoria de la palabra».

'Breve historia de los libros prohibidos', editado por RBA, repasa la historia universal de esos libros que, en algún momento, fueron elegidos para su destrucción. Esta historia de prohibiciones es en definitiva, según asegura su autor, «la historia de la supervivencia de la memoria humana almacenada en los libros» y por ello dedica un recuerdo a las personas que arriesgaron su vida para salvarlos. 

Algunas de estas obras fueron protegidas a pesar de sus propios creadores. Así, como ejemplo de autor «que aspira a su propia aniquilación», Fuld destaca a Frank Kafka, que quiso que se destruyera sin excepción todo lo que había escrito. Y la estadounidense Margaret Mitchell se encargó de borrar personalmente todas las huellas literarias anteriores a 'Lo que el viento se llevó'. En la mayoría de los casos lo que lleva a un autor a la destrucción de su obra es la conciencia de su imperfección, explica Fuld, que recuerda cómo Marcel Proust guardó en una sombrerera las mil hojas rotas en las que había escrito 'Jean Santeuil', descubiertas 30 años después de su muerte. 

Y Nabokov pretendía quemar los primeros capítulos de 'Lolita' pero su esposa lo impidió. Nabokov terminó de escribir esta obra maestra de la literatura en 1953, cinco años después de empezar, pero transcurrirían cinco años más para que fuera publicada por una pequeña editorial de libros pornográficos.
Remontándose siglos atrás, se ignora por qué Virgilio mandó quemar la 'Eneida' en su testamento. Sea como fuere, el emperador Augusto lo impidió. Pero fue Augusto quien ordenó la primera quema de libros en Roma: a finales del año 12 a. C. mandó al fuego más de dos mil libros oraculares, una acción sin precedentes en el Imperio. 

Con estas destrucciones, la autoridad ha aspirado a lo largo de la historia a borrar del mapa los escritos para los que no querían lectores. Así nadie se acordaría de ellos, sostiene Fuld, que rememora en su ensayo la Biblioteca de Alejandría. 

«Pero la curiosidad y la fascinación por lo prohibido siempre ha burlado todas las medidas disuasorias», escribe el autor alemán, que considera la «madre» de todas las listas negras a la relación de libros prohibidos que la Iglesia católica publicó en 1559 en Roma. 

La Inquisición fue maestra en quemas masivas de libros, Con la destrucción de todos aquellos que no coincidieran con el dogma cristiano se seguía un plan para provocar la decadencia intelectual. Ni siquiera la lectura autónoma de la Biblia se veía bien ya que podía inducir a la reflexión personal, asegura.  

En la época del presidente estadounidense Joseph McCarthy se ordenó la destrucción de 30.000 títulos de autores supuestamente procomunistas: algunos de ellos obras que 20 años atrás ya habían ardido en hogueras nazis: 'La montaña mágica', de Thomas Mann, o 'La teoría de la relatividad', de Albert Einstein, entre otras muchas. 

En España, Franco quiso que se limpiaran las bibliotecas de los autores «degenerados», entre los que incluyeron clásicos como Kant, Stendhal, Johann Goethe, Honoré de Balzac y Hebruj lbsen. 

La historia rusa de los libros quemados va de la censura zarista, con cerca de 600 títulos extranjeros prohibidos, a la del régimen soviético, que condenó a 'Doctor Zhivago' de Boris Pasternak, por su espíritu «contrarrevolucionario». 

Con todos esos antecedentes, Fuld vaticina que los intentos de frenar ciertos libros y contenidos «incómodos» en internet por parte de ciertos países están «condenados al fracaso».

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