Aleksandr Pushkin: el poeta y su música
(La columna de Manuel
Hidalgo en El Mundo del 7 de febrero de 2014)
El 27 de enero de 1837
Aleksandr Pushkin se batió en duelo de pistola en San Petersburgo con el militar
francés Georges-Charles D'Anthès, a la sazón cuñado suyo. El escritor estaba
casado con la guapísima y zascandil Natalia Goncharova, con quien había tenido
cuatro hijos en seis años de matrimonio. Natalia daba mucho que hablar y, al
parecer, había tenido un amorío con el franchute. Para tapar el escándalo, se
había urdido una boda entre D'Anthès y una hermana de la Goncharova. Pero
Natalia y Georges volvieron a verse. A manos de Pushkin llegó un anónimo que le
tachaba de cornudo, y Aleksandr retó a duelo a Georges.
Le tocó disparar primero
al francés, que hirió mortalmente a Pushkin, el cual, en su turno de disparo,
sólo llegó a encajar su bala en un brazo del militar.
En su lecho de muerte,
Pushkin perdonó a D'Anthès, pero no sirvió -los duelos estaban prohibidos- para
evitar la prisión del militar y su posterior -y amañada- expulsión del país.
D'Anthès llegaría a ser un relevante político en Francia. Pushkin falleció a
los dos días del duelo y, para evitar disturbios, su funeral y su entierro en
el monasterio de Sviatogorsky se celebraron de tapadillo. Era la máxima gloria
de las letras rusas, el considerado fundador de la moderna literatura rusa que,
bajo su influencia, estallaría en la segunda mitad del siglo XIX.
Pushkin ya era un
experto en duelos, pues en su cercana juventud -amén de mantener ideas
revolucionarias y de entregarse en cuerpo y alma a la literatura- había llevado
una vida de crápula, jugador y juerguista, y había tenido amores peligrosos con
mujeres casadas con gobernadores y generales. Altos riesgos.
Aleksandr Pushkin nació
en Moscú en 1799 en una familia ligada a la nobleza y a la milicia. Fue educado
y criado por preceptores y ayas que le inculcaron el amor a la literatura
francesa culta y, al mismo tiempo, la pasión por las leyendas y relatos
populares rusos. Devoraba la abundantísima biblioteca de su padre y estudió en
el liceo más prestigioso de la ciudad, el que preparaba a las clases dirigentes.
Con sólo 18 años, el poema Ruslan y
Liudmila lo consagró. Ingresó en Asuntos Exteriores al servicio del Estado.
Pero tanto algunas de
sus obras como su comportamiento público denotaban ideas ateas, volterianas y
levantiscas. Entró en contacto con los círculos antizaristas que luego
desembocarían en el movimiento decembrista, así llamado porque, en diciembre de
1825, protagonizó una revuelta contra el zar que acabó en carnicería. Pushkin
no pudo participar en ella porque, en 1820, ya había sido enviado al exilio y
luego recluido en el campo, aislado en una hacienda familiar.
El destierro le llevó al
Cáucaso y a Crimea, primero, y de aquella etapa, siempre convulsa por la política
y por su vida personal, surgió el poema narrativo El prisionero del Cáucaso (1821), […], los infaustos amores en un
escenario de guerra entre un prisionero ruso y una muchacha circasiana que lo
reconforta arriesgando su pellejo. Pushkin tenía 22 años cuando lo terminó: la maravilla
de un genio.
El texto sirvió de base
para una ópera (1857) del compositor ruso César Cui. Las grandes obras maestras
de Aleksandr Pushkin han dado lugar a óperas no menos magistrales y decisivas en
la historia de la música. Pensemos solamente en Eugenio Oneguin y Boris
Godunov, libros publicados en 1831 tras ocho y cinco años, respectivamente,
de elaboración. El primero, novela en verso, sobre los amores imposibles -con
duelo de por medio- del rico Eugenio y la apasionada Tatiana, dio lugar a la ópera
del mismo título de Piotr Ilich Chaikovski estrenada en 1879. El segundo, drama
histórico en prosa y verso, de ecos shakespearianos
y tono romántico, se transformó en la ópera homónima compuesta y estrenada por Modest
Mussorgski en 1874.
Eran años, por cierto,
en que la literatura de Pushkin volvía a ser ensalzada después de haber pasado
por algunas décadas de relativo olvido. Fue Fiodor Dostoievski, que también nació
en Moscú y murió en San Petersburgo -la ciudad más vinculada a Pushkin- quien
más se batió el cobre, y con éxito muy duradero, por la reivindicación del
autor de El prisionero del Cáucaso.
Es preciso tener en cuenta que, aunque Pushkin, como ha quedado dicho, también se
nutrió de historias populares rusas, su obra se asentó en buena parte sobre
bases del romanticismo y del clasicismo, a partir de fuentes (francesas e,
incluso, alemanas) que resultaron, en un momento dado, demasiado ajenas y
cosmopolitas para una corriente emergente de la literatura rusa que, como sucedería
en otros países, iba a fraguar en un llamémosle crudo realismo que,
simplificando, no parecía que pudiera avenirse bien con el intenso ramalazo lirico
de la obra de nuestro escritor. Sin embargo, y en parte por su aliento revolucionario,
fue recuperado, y hasta hoy.
Si con Alejandro I le
fue fatal a Pushkin, pues lo mandó al exilio, no le fue mucho mejor con su
sucesor, Nicolás I, que le tendió una sutil trampa. Subiendo al trono Nicolás I
en 1825 se produjo la masacrada revuelta decembrista. Nicolás sabía que Pushkin
no había podido participar -andaba confinado en Odessa-, pero conocía su simpatía
hacia los detractores del poder imperial.
A Nicolás I se le
ocurrió el ardid de atraer a Pushkin a su corte, con una especie de perdón o gesto
reconciliatorio, con la promesa de apoyarlo, de impulsarlo, de darle libertad.
Pero lo que sucedió, en buena medida, es que Nicolás I acabó convirtiéndose en
su primer censor y no le libró del acoso de los funcionarios policiales de su régimen.
Quería tenerlo cerca y controlado. Pushkin se mosqueó, hizo algunos viajes y
estancias fuera de Moscú y, finalmente, y tras casarse con Natalia Goncharova,
acabó largándose a San Petersburgo en 1831. Para colmo, parece ser que Nicolás
I también merodeó a Natalia, que -está visto- era una mujer que no escondía su
atractivo y que era propensa a dejarse querer.
El prisionero del Cáucaso se lee con fruición, su historia es
tristemente hermosa y su prosa en verso es de una belleza que arrebata.
Etiquetas: libros y escritores
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