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viernes, noviembre 28

La primera ofrenda de flores



(Un texto leído en el especial del Heraldo de Aragón del 1 de junio de 2014) 

La Ofrenda de Flores, quizá el acto con mayor significado de las Fiestas del Pilar, tuvo un nacimiento modesto. Desde principios de los años 50 la Virgen, en su camarín, recibía flores el día 12 de octubre. Pero fue el concejal Manuel Rodeles, presidente de la Comisión de Festejos del Ayuntamiento, quien ese año decidió canalizar el rito y hacer algo parecido a lo que había contemplado con sus propios ojos un año antes: la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados en Valencia.

En uno de los muros de la basílica, justo en el sitio donde años más tarde se instalaría el relieve de mármol blanco de Pablo Serrano, se dispuso un pequeño altar con una réplica de la imagen de la Virgen del Pilar. La Comisión de Festejos, para animar a la ciudadanía, compró 20.000 claveles y los repartió gratuitamente. El fervor popular hizo el resto. El martes, 14 de octubre de 1958 (en aquella época no se publicaba los lunes) HERALDO contaba:

«En el altar situado en el centro de la fachada principal de la basílica se había colocado una imagen monumental de Nuestra Señora, cuyo manto se fue llenando de flores llegadas de todas las regiones de España y tejidas con admirable habilidad por técnicos en esta tarea, que se mostraron verdaderos artistas. El manto y el altar quedaron rápidamente cubiertos. En el desfile, que fue presenciada por muchos miles de personas apiñadas en la plaza de las catedrales, llegaron en primer término los ramos de nuestras escuelas con primorosos cestos de flores. Después, muchas señoritas ataviadas con los trajes regionales de ceremonia más típicos subieron al altar de dos en dos para ir volcando sus canastillas y ramilletes de flores a los pies de la Virgen. Había en estos grupos representaciones de Castilla, Levante, Cataluña, Andalucía, Galicia, Vascongadas y Aragón, de las tres provincias y de todos los barrios de la ciudad. El desfile, verdaderamente animado, e interesante, causó una gran impresión en el público que lo presenciaba, considerándolo como uno de los festejos más acertados del programa del día principal de la fiestas. Puede decirse que participaron en la Ofrenda más de dos mil muchachas, bellísima presencia de todas las regiones de España en nuestras fiestas del Pilar».

La Ofrenda se consolidó muy pronto como un acto central de las fiestas, hasta el punto de que en 1964 se creó otra, la de Frutos, organizada por las casas regionales. Y al año siguiente fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional. Apenas cambió en mucho tiempo, tan solo las flores dejaron de ser aportadas por el Ayuntamiento y cada participante pasó a pagarlas de su bolsillo. Se programaron pequeñas actuaciones folclóricas y, sobre todo, y ante el creciente número de público que participaba en ella, se introdujeron mejoras para intentar mantenerla dentro de un orden.

La 'revolución' llegó a finales de los 90. Fue en 1998 cuando el cineasta Bigas Luna, gran conocedor de la fiesta y de la ciudad -todos los años participaban en la Ofrenda su mujer y su hija-, animó a cambiar la ubicación de la Virgen para que la ceremonia ganara espectacularidad.

La idea era sencilla: consistía en situar a la Virgen sobre una gran columna en el centro de la plaza del Pilar, frente a la puerta oeste de la basílica y ante la fuente de la Hispanidad. Así se ganaba amplitud para los espectadores, los participantes y el propio manto de la Virgen, que ya no tenía la limitación de la fachada de la basílica. Para ello, hubo que diseñar una malla metálica que rodeara la Virgen y que se iba rellenando con los ramos que entregaban los participantes.

Esta nueva disposición se reveló muy pronto como todo un éxito porque, además de ganar más espacio para las flores, permitía la creación de un nuevo itinerario de entrada. Además del tradicional, que llegaba por la calle de Alfonso I, se podía utilizar otro, que transcurría por el puente de Piedra/calle de Don Jaime l. De los 2.000 participantes de la primera Ofrenda de Flores se había pasado a los 400.000, y ello había hecho que el acto durase más de nueve horas. La nueva disposición, además, permite a los participantes abandonar la plaza con mayor rapidez.

La imagen de la Virgen mide más de tres metros de altura, incluyendo la corona y el manto, y unos 15 la estructura total. La virgen se eleva sobre un andamiaje troncopiramidal de 6 cuerpos, que pesa en torno a 40 toneladas dado que está compuesto por piezas estándar de hierro y otros materiales resistentes. El anclaje de la estructura, del manto y de la Virgen se han diseñado a prueba del cierzo más fuerte. El andamiaje se empieza a montar dos días antes para evitar imprevistos de última hora.

El manto tradicionalmente está tejido con claveles y gladiolos blancos, y sobre él luce una cruz de Lorena (cruz roja de doble barra) confeccionada con claveles rojos. Pocos conocen su significado: es el símbolo mundial de la lucha antituberculosa y está ligado a la Ofrenda desde 1960, cuando un enfermo que se encontraba ingresado en el Sanatorio Antituberculoso decidió enviar una cruz floral de este tipo a la ceremonia. En la actualidad es una asociación integrada por personal del hospital Royo Villanova quien se encarga de cumplir con la tradición.

Aún se han introducido más mejoras. El año pasado, por ejemplo, se habilitó una escalera (55 peldaños) que permitía subir hasta el primer nivel del manto para hacerse fotografías con la imagen. También, desde hace unos años, los ciudadanos de todo el mundo pueden enviar sms para colocar flores virtuales a los pies de la Virgen. Y seguramente aguardan nuevos cambios en el futuro. Pero, con todo, la Ofrenda sigue fiel al espíritu que siempre ha tenido: el de una fiesta religiosa y social en la que los aragoneses, unidos, se sienten partícipes de un sentimiento común.

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