Cronistas en Aragón: miradas a la historia II
(Extraído de un texto publicado en el especial del Heraldo
de Aragón del 1 de junio de 2014)
En el cargo le seguirá Jerónimo
Blancas, que continúa su trabajo con desigual fortuna. Ambos serán enterrados en
Santa Engracia pero sus tumbas se perdieron en la voladura de 1808. También los
célebres hermanos Argensola fueron cronistas años más tarde, y tras ellos
Ximénez de Urrea, Uztarroz y otros que prosiguieron los Anales redactados por
Zurita. La obra de todos ellos está sometida a las Cortes o al rey, sus
mandantes, que han de aprobarla.
Sabemos que a Ximénez de Urrea, que
era buen amigo de Lastanosa, las Cortes le encomiendan «recopilar todas las cosas
notables de Aragón, así pasadas, y que no estuviesen escritas en Historias de
Aragón» y que cobraba por ello 200 sueldos jaqueses en 1631. También de esta
época sobresale el zaragozano José Pellicer, personaje extravagante y falsario
a quienes algunos sitúan como el primer periodista de España por sus ‘Avisos
históricos', que redactó entre 1639 y 1644.
Durante el siglo posterior, las
obras consideradas históricas se van a ir diversificando, especializando en
grandes áreas y así aparecerán figuras principales como Ignacio de Asso en la
economía, el escolapio Joaquín Traggia en la historia eclesiástica o Félix
Latassa en la literaria.
El XVIII, a pesar de la abolición
de los Fueros y la reestructuración del Estado, supone para Aragón la aparición
de una inquieta elite intelectual, fruto de la Ilustración, que se mostrara capaz
en grandes iniciativas públicas. El X conde de Aranda, Pedro Pablo Abarca de
Bolea, será la máxima expresión del poder y la influencia aragonesa, que
alcanzó entonces cotas ya no recobradas en relación al conjunto de España.
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