En tierra de Rajás
(Un texto de Marce Redondo en el suplemento dominical del
Periódico de Aragón del 22 de febrero de 2015)
La palabra Rajastán, literalmente “país de reyes”, resume la
historia de este territorio mágico de antiguos guerreros que se extiende por el
noroeste de La India.
En un país tan fascinante como la India, Rajastán presume de
ser uno de los estados más pintorescos y visitados del subcontinente. De clima
seco y suelos áridos, acoge desde el gran desierto del Thar, frontera natural
con Pakistán, hasta terrenos ricos y fértiles regados por el canal Indira
Gandhi, construido en los años sesenta del siglo pasado. El carácter guerrero
de sus habitantes, los rajputas, ha sido determinante en la historia de este
territorio mágico y hostil que siempre ha mantenido su independencia, a pesar
de las numerosas invasiones sufridas a lo largo de siglos. Nunca fue sometido
completamente. Zona de paso de caravanas hacia Afganistán y China durante mucho
tiempo, el comercio fue su principal riqueza hasta el desarrollo del
ferrocarril, bajo el dominio británico, que precipitó su decadencia.
Fortalezas encaramadas en promontorios rocosos o que emergen
en llanuras yermas, havelis (casas
urbanas rajastaníes), palacios de gran belleza en el corazón de ciudades fortificadas
y el orgullo de pertenencia de sus habitantes a esta tierra forman parte del
legado de su pasado esplendor que los viajeros pueden admirar hoy. El turismo
se ha convertido en una importante fuente de ingresos. La situación de Jaipur,
la capital de Rajastán, a unos 400 kilómetros de Nueva Delhi, y a poco más de
200 kilómetros de la joya turística de la India, el Taj Mahal, ha sido
determinante en el éxito turístico del denominado triángulo de oro. Pero esta
tierra da para mucho más que una fugaz visita al imponente palacio del rajá de
Jaipur, a su fuerte o a sus ruidosos bazares.
La Ciudad Rosa, como se conoce Jaipur, es el inicio de un
recorrido lleno de sorpresas. Fundada en 1727, su trazado, basado en un antiguo
tratado de arquitectura hindú, responde a una asombrosa planificación. La
ciudad se divide en nueve manzanas rectangulares, representación del universo
hindú, y la plaza central simboliza el monte sagrado Meru, hogar de Shiva. En
la calle principal se encuentra uno de sus edificios más conocidos, el Hawa
Mahal o Palacio de los Vientos, que en realidad es poco más que una hermosa
fachada salpicada de ventanas para que las mujeres de la corte pudieran tomar
el aire y contemplar el mundo exterior. Dos visitas imprescindibles son el
observatorio astronómico del siglo XVIII, Jantar Mantar, y, por supuesto, el
fuerte Amber, construido en el siglo XI. Hay otros muchos palacios en la
ciudad, algunos transformados en hoteles y otros, en museos.
Jaipur es también un importante centro artesano, un paraíso para las compras. En los alrededores del Hawa Mahal hay numerosos bazares donde encontrar tejidos, maderas lacadas, recipientes de cobre… y joyas y piedras preciosas en las callejuelas adyacentes. Como la mayoría de las ciudades de Rajastán, Jaipur mantiene una atmósfera de ciudad medieval de Oriente. Eso sí, con casi tres millones de habitantes y una contaminación preocupante.
Jaipur es también un importante centro artesano, un paraíso para las compras. En los alrededores del Hawa Mahal hay numerosos bazares donde encontrar tejidos, maderas lacadas, recipientes de cobre… y joyas y piedras preciosas en las callejuelas adyacentes. Como la mayoría de las ciudades de Rajastán, Jaipur mantiene una atmósfera de ciudad medieval de Oriente. Eso sí, con casi tres millones de habitantes y una contaminación preocupante.
La ciudad azul, Jodhpur, con un millón y medio de personas,
tiene el carácter de población fortificada con sus murallas del siglo XV en
pie. El imponente fuerte de Mehrangarh es el máximo exponente del esplendor de
estas construcciones y de la riqueza que aportaba el paso de las caravanas. A
lo largo y ancho de Rajastán hay numerosas fortalezas, pero pocas son
comparables con Mehrangarh. Encaramada en un precipicio rocoso de más de 120
metros de altura, domina por completo el paisaje circundante.
Otra interesante visita es la del palacio Umaid Bhawan que,
en su momento, se distinguió por ser una de las residencias privadas más
grandes del mundo, con 347 habitaciones, y por el motivo por el que fue
construido: a comienzos de los años 20 del siglo pasado, Jodhpur padeció una
terrible hambruna; esta obra, que se prolongó durante 15 años, se convirtió en
un gran proyecto público para crear empleo. El palacio fue ideado por un
arquitecto inglés, H.V. Lanchester, admirador de Lutyens, el principal
diseñador de Nueva Delhi. De Jodhpur son originarios los mejores titiriteros de
Rajastán, los Barlai Bhat. En sus coloridos espectáculos, muy seguidos por la
población local, representan leyendas y pasajes de su historia.
Udaipur, quizás desconcertante a primera vista, es sin
embargo una de las ciudades más atractivas de Rajastán. Construida a las
orillas de tres lagos y rodeada de montañas y bosques que contrastan con los
desiertos cercanos, se ha convertido en un reconocido centro de ayurveda, un
antiquísimo sistema de medicina hindú que considera que el hombre y el universo
están interrelacionados. Navegar por el lago Pichola, el más grande de los
tres, preferiblemente al atardecer, es una ocasión única para contemplar
Udaipur, sus palacios construidos en las laderas de la montaña y los restos de
las antiguas murallas.
El viaje en barco también nos acerca al Jag Niwas, conocido
como el Palacio del Lago, de mármol blanco e historia romántica, que parece
flotar sobre las aguas. Al margen de los atractivos que atesora la propia
ciudad, en un radio de 100 kilómetros existen lugares de máximo interés, como
los templos jainistas de Eklingji, Nathdwara y Ranakpur, los mejores de la
India; la espectacular fortaleza de Kumbhalgarh; los templos de la estación de
montaña Monte Abu, lugar de peregrinación desde el siglo XI; o el lago de
Jaisamand, construido en 1651 y considerado el lago artificial más grande del
mundo hasta que se levantó en Egipto la presa de Asuán.
En la frontera con Pakistán, en el remoto desierto del Thar,
se alza Jaisalmer, construida casi en su totalidad en el interior de las
murallas del fuerte, uno de los más antiguos de Rajastán. Durante muchos años
la ciudad prosperó gracias a su posición estratégica en la ruta de la caravana principal
que se dirigía hacia Afganistán. Testigos de aquel esplendor son los havelis, mansiones edificadas en
distintas épocas por ricos mercaderes y nobles de la ciudad, que se
caracterizan por sus fachadas de arenisca exquisitamente talladas. Un paseo por
sus calles es como adentrarse en las páginas de Las mil y una noches. Según la
leyenda, Marco Polo paró aquí en su camino hacia China.
Tras la guerra entre La India y Pakistán, en 1965, en esta
zona se estableció una importante base militar que hoy todavía se mantiene. Las
reservas naturales de Rajastán, protegidas por ley, abarcan gran diversidad
biológica. Es otro atractivo del país de los rajás. Monos, osos, cocodrilos,
antílopes o chacales son algunas de las especies salvajes que el viajero puede observar
con facilidad y, si es muy afortunado, tigres y leopardos, hoy especies
amenazadas, que durante décadas fueron blanco en las cacerías de los rajás y
sus invitados, sobre todo británicos.
Cuando en 1970, la primera ministra, Indira Gandhi, suprimió
los privilegios económicos que mantenían los rajás (príncipes) tras la
independencia de Gran Bretaña, algunos se adaptaron a las nuevas circunstancias
ingresando en el ejército o en el cuerpo diplomático. Otros, para mantener sus
propiedades, reconvirtieron sus palacios y pabellones de caza en lujosos
hoteles que hoy atraen a turistas de todo el mundo interesados en conocer de
cerca el estilo de vida de los príncipes de Rajputana, nombre adoptado por los
británicos para denominar la región. De hecho, es frecuente cruzarse con
algunos descendientes de aquellos rajás en los jardines o salones de sus
palacios. Este es solo un paseo por algunas de las ciudades más conocidas de
Rajastán. Se puede hacer en una semana, emplear un mes o volver en varias
ocasiones porque la tierra de los rajás esconde muchas y diversas sorpresas.
LA GUÍA
DORMIR. Sentirse
como un rajá es posible en Rajastán. Los palacios de Rambagh Palace, en Jaipur;
Lake Palace (Udaipur) y Umaid Bhavan Palace (Jodhpur), convertidos en hoteles,
se encuentran entre los mejores del mundo. La comida es exquisita.
CUÁNDO IR. Como
en la mayor parte de La India, la mejor época para visitar Rajastán es durante
los meses menos calurosos, de octubre a marzo. Pero también merece la pena ir
durante el monzón, en julio, agosto y septiembre, para disfrutar de la
explosión de vida que se produce en el desierto. Otra ventaja es que las
ciudades están menos polvorientas.
CÓMO LLEGAR.
Jaipur, Jodhpur y Udaipur se encuentran entre las conexiones aéreas de Delhi y
Bombay. También se puede utilizar el ferrocarril.
NOTA. Las ferias de ganado y camellos son habituales en
toda la región. Son una excelente ocasión para comprar e intercambiar productos
y relacionarse entre los habitantes de las zonas rurales.Etiquetas: Sitios donde perderse
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