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martes, mayo 10

Mata Hari, el poder de los secretos



(Un texto de Cristina Huguet en el Heraldo de Aragón del 22 de junio de 2014)

El espionaje se globalizó en la Gran Guerra, donde Mata-Hari suscitó pasiones.

La información proporciona poder. Lo saben muy bien todos los gobernantes. Así que los espías han existido siempre y los métodos, en el fondo, han cambiado poco pese a los avances tecnológicos. Aunque fue precisamente durante la I Guerra Mundial cuando la idea de la modernidad tecnológica y la globalización se asentaron en los servicios secretos.

Uno de los personajes que ha generado más ríos de tinta, especulaciones y películas ha sido el de Margaretha Geertruida Zelle, nacida en Holanda en 1876 y fusilada en Vincennes, Francia, el 15 de octubre de 1917. Efectivamente, se trata de Mata-Hari. Los historiadores ya no dudan de que era más bien una aventurera que buscaba dinero e influencia y que «como espía fue poca cosa». Lo dijo el capitán Ladoux, jefe del espionaje francés, que pidió para ella la pena de muerte. Eso sí, tampoco era muy de fiar el tal Ladoux, que fue desenmascarado por otra espía, Marthe Richard, que demostró que se trataba en realidad de un agente doble (como la propia Mata-Hari).

Lo que sí es cierto que es que la vida de Mata-Hari fue una gran mentira. Su padre, un sombrerero con delirios de grandeza, la envió al colegio más caro y el primer día llegó la criatura en una carretela dorada tirada por dos cabritas. Solo fue el principio. Desde niña le fascinaron los uniformes. «Amo a los militares. Los he amado siempre y prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico», declaró en el juicio contra ella después de que le citaran la muy larga lista de militares de varias nacionalidades con los que había mantenido relaciones. A los 18 años se casó con Rudolph MacLeod, un oficial mucho mayor que ella, y se fueron a Java. Allí nacería su gusto por las danzas exóticas hasta el extremo de que se convirtieron en una actividad profesional, ante el horror de su marido. La muerte de un hijo en extrañas circunstancias acabaría con el matrimonio. Él la acusó de disoluta y se quedó con la custodia de la otra hija, y ella declaró que era un violento y un borracho. Así que en 1902 se instala en París convertida en Mata-Hari y comienza la leyenda.

Su necesidad de dinero, sobre todo según pasan los años y menguan los contratos, la lleva a convertirse en una cortesana de lujo. El inicio de la guerra la coge en Berlín y su amante de ese momento es el jefe de la Policía. Luego lo sería un responsable del espionaje alemán, Kraemer, que la convierte en la agente H-21 a cambio de mucho dinero. Pero en París ofrece también sus servicios a Ladoux. Finalmente, su complicada vida amorosa y su relación con un joven oficial ruso son el detonante de su detención, juicio y ejecución. Un proceso sin pruebas que hoy sería impensable.

Cobra fuerza la hipótesis de que los franceses la utilizaron como cortina de humo para tapar su mala gestión del conflicto. Tampoco es improbable que los alemanes se sirvieran de ella para engañar a París. Lo que se sabe es que espió poco y murió maquillada y mirando de frente al pelotón. Pero uno de los hechos de espionaje más relevantes de la I Guerra Mundial, sin literatura, fue la intercepción y descifrado por el servicio de espionaje británico del telegrama enviado por Zimmermann, ministro de Exteriores alemán, a su embajador en México para que propusiera a este país formar una alianza contra Estados Unidos. Berlín daría ayuda económica y los territorios de Texas, Nuevo México y Arizona si atacaban a su vecino del norte. Al presidente Wilson no le quedó más remedio que entrar en la guerra. Y este sí que fue un gran secreto descubierto.

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