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sábado, diciembre 30

Imitaciones parlamentarias

(Un texto de Guillermo Fatás en el El Heraldo de Aragón del 2 de noviembre de 2014)

Antonio de los Ríos Rosas fue un político andaluz del siglo XIX, buen jurista y orador sobresaliente. Presidió el Congreso de los Diputados. Es suya la aguda respuesta a un conocido que, en el parlamento, lo vio dormitando y lo despertó suavemente, advirtiéndole: «Don Antonio, que está usted dormido». Ríos le respondió de inmediato que no estaba dormido, sino durmiendo. «Y ¿qué diferencia hay?», inquirió el otro. «Pues la misma que existe entre estar bebido y estar bebiendo», tuvo que oírse del rondeño.

Muchos lectores conocerán esta anécdota en la versión más grosera y castiza de Cela (Don Camilo José), que sabía hacer bien casi cualquier cosa salvo ser elegante. De sobras conocería el fino distingo entre el 'dormido' y el 'durmiendo', explicado más de un siglo atrás, por compartir con Ríos, su protagonista, la doble calidad de académico y de parlamentario, ya que Cela fue senador por decisión del rey en la legislatura de 1978. El gallego, pillado también en pleno sueño senatorial, no hizo sino cambiar el recatado y didáctico 'beber' de Ríos Rosas por el provocador 'j... ', con el que siempre se encontró a gusto. Todo el mundo le celebró la ocurrencia, pero era un remedo, y casi un plagio, ejercicio al que nuestro brillante Nobel no siempre hizo ascos.

El [29 de octubre de 2014 sucedió] algo parecido en el Congreso de los Diputados. La función imitatoria estuvo esta vez a cargo de Lara (Don Cayo), antiguo alcalde de Argamasilla de Alba. Tiene dicho de sí mismo que es un hombre común, aserto difícil de rebatir. El diputado y portavoz parlamentario, aparentando soltura y con rusticidad que quiere pasar por llaneza, largó: «Estoy hasta los c... de todos nosotros». Y ya son dos las veces en que suelta esa frase.

Al revés que Ríos Rosas, Cela quiso escandalizar, que era lo suyo y se encargó de propalar el sucedido. Ahora, Lara, repite el exabrupto en un pleno del Congreso. Por si acaso, se precave de críticas por el taco citando al autor, el barcelonés Figueras (Don Estanislao). Solo que este se expresó de forma privada y en catalán, sin deseo de llamar la atención.

Fue en la 1ª República, , manantial generoso de sucesos pintorescos. Galdós narró aquel «espectáculo de indescriptible confusión que daban los padres de la Patria» sin saber formar gobierno. «Acordados y desechados fueron todos los sistemas. Era un juego pueril, que causara risa si no nos moviese a grandísima pena». El Parlamento resultaba inviable por su «divisibilidad aterradora». Allí le veía Galdós «castas» -un dicterio que hoy pasa por nuevo, pero que es también imitación-; castas de derecha, izquierda y centro, «fraccionadas en heteróclitos grupos: de  federales pactistas, orgánicos, simplemente autónomos o descentralizadores, federales con vistas al colectivismo, y otros que arrancaban con los criterios más extravagantes (...) con todos los colores del espectro solar del republicanismo». El lío era inmenso, irresoluble: «De la caótica confusión salió al fin el acuerdo razonable de autorizar a Figueras para que continuara al frente del Poder Ejecutivo. (…) Pasado un día, nuestro gozo en un pozo. El Marqués de Albaida dimite la Presidencia de las Cortes. Renovación del barullo, que toca ya en la vesania. Después de varias sesiones diurnas y nocturnas, se faculta de nuevo a Figueras para formar Gabinete, sin someter la lista de ministros a la aprobación de la Cámara. Empezaron las consultas y los ridículos cabildeos. Castelar quería convencer a Salmerón, Salmerón a Carvajal, Carvajal al demonio coronado...».

Y en esto, remata Don Benito, «vino el estruendo final de la chispeante función de fuegos artificiales»: Figueras «cogió el tren sin o decir nada a nadie, y de un tirón se plantó en Francia. Inaudito suceso (…) ¿Qué motivó esta fuga? ¿El hastío, el miedo, la convicción de la vacuidad bullanguera» de aquellas Cortes? ¿De todo un poco? Aunque las actuales no estén  la altura, porque la partitocracia en España se ha excedido y nadie intenta ni siquiera negar esa fea patología, reconózcase que se ha progresado un poco.

La última frase del presidente Figueras, antes de abandonar sus funciones de forma tan insólita, fue esta: «Senyors, ja no aguanto més. Vaig a ser-los franc: estic fins als collons de tots nosaltres!».

Tiene interés que el autor se incluyera en la descalificación; que la expresase ante un grupo reducido; y que la dijera en su catalán materno, como 'pensamiento en voz alta', reflexión íntima, sin intención publicitaria. Lara no imitó tales cosas y, menos todavía, lo más sabroso del suceso: Figueras, tras sincerarse de modo tan concluyente, dimitió de su puesto porque «no aguantaba más». Es decir, que a la imitación del miércoles le faltó la dimisión para ser de veras buena.

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