Imitaciones parlamentarias
(Un texto de Guillermo Fatás en el El Heraldo de Aragón del
2 de noviembre de 2014)
Antonio
de los Ríos Rosas fue un político andaluz del siglo XIX, buen jurista y orador
sobresaliente. Presidió el Congreso de los Diputados. Es suya la aguda respuesta
a un conocido que, en el parlamento, lo vio dormitando y lo despertó suavemente,
advirtiéndole: «Don Antonio, que está usted dormido». Ríos le respondió de inmediato
que no estaba dormido, sino durmiendo. «Y ¿qué diferencia hay?», inquirió el otro. «Pues la misma que existe entre estar
bebido y estar bebiendo», tuvo que oírse del rondeño.
Muchos lectores
conocerán esta anécdota en la versión más
grosera y castiza de Cela (Don Camilo José), que sabía hacer bien casi cualquier
cosa salvo ser elegante. De sobras conocería el fino distingo entre el
'dormido' y el 'durmiendo', explicado más de un siglo atrás, por compartir con Ríos, su protagonista, la doble calidad
de académico y de parlamentario, ya que Cela fue senador por decisión del rey en
la legislatura de 1978. El gallego, pillado también en pleno sueño senatorial,
no hizo sino cambiar el recatado y didáctico 'beber' de Ríos Rosas por el provocador 'j... ', con el que siempre
se encontró a gusto. Todo el mundo le celebró la ocurrencia, pero era un remedo, y casi un plagio, ejercicio al que nuestro brillante Nobel no siempre
hizo ascos.
El [29
de octubre de 2014 sucedió] algo parecido en el Congreso de los Diputados. La función
imitatoria estuvo esta vez a cargo de
Lara (Don Cayo), antiguo alcalde de Argamasilla de Alba. Tiene dicho de sí mismo
que es un hombre común, aserto difícil de rebatir. El diputado y portavoz parlamentario,
aparentando soltura y con rusticidad que quiere pasar por llaneza, largó: «Estoy
hasta los c... de todos nosotros». Y ya son dos las veces en que suelta esa frase.
Al revés
que Ríos Rosas, Cela quiso escandalizar, que era lo suyo y se encargó de
propalar el sucedido. Ahora, Lara, repite el exabrupto en un pleno del Congreso.
Por si acaso, se precave de críticas
por el taco citando al autor, el barcelonés Figueras (Don Estanislao). Solo que
este se expresó de forma privada y en catalán, sin deseo de llamar la atención.
Fue en la
1ª República, , manantial generoso de sucesos pintorescos. Galdós narró aquel
«espectáculo de indescriptible confusión que daban los padres de la Patria» sin
saber formar gobierno. «Acordados y desechados fueron todos los sistemas. Era un
juego pueril, que causara risa si no nos
moviese a
grandísima pena». El Parlamento resultaba
inviable por su «divisibilidad aterradora». Allí le veía Galdós «castas» -un
dicterio que hoy pasa por nuevo, pero que es también imitación-; castas de derecha,
izquierda y centro, «fraccionadas en heteróclitos grupos: de federales pactistas, orgánicos, simplemente autónomos
o descentralizadores, federales con vistas al colectivismo, y otros que arrancaban
con los criterios más extravagantes (...) con todos los colores del espectro
solar del republicanismo». El lío era inmenso, irresoluble: «De la caótica
confusión salió al fin el acuerdo razonable de autorizar a Figueras para que continuara
al frente del Poder Ejecutivo. (…) Pasado un día, nuestro gozo en un pozo. El Marqués
de Albaida dimite la Presidencia de las Cortes. Renovación del barullo, que
toca ya en la vesania. Después de varias
sesiones diurnas y nocturnas, se faculta de nuevo a Figueras para formar
Gabinete, sin someter la lista de ministros a la aprobación de la Cámara. Empezaron
las consultas y los ridículos cabildeos. Castelar quería convencer a Salmerón, Salmerón
a Carvajal, Carvajal al demonio coronado...».
Y en esto, remata Don Benito, «vino el estruendo final de la chispeante función de fuegos artificiales»:
Figueras «cogió el tren sin o decir nada a nadie, y de un tirón se plantó en
Francia. Inaudito suceso (…) ¿Qué motivó esta fuga? ¿El hastío, el miedo, la
convicción de la vacuidad bullanguera» de aquellas Cortes? ¿De todo un poco?
Aunque las actuales no estén la altura,
porque la partitocracia en España se ha excedido y nadie intenta ni siquiera
negar esa fea patología, reconózcase que se ha progresado un poco.
La última
frase del presidente Figueras, antes de
abandonar sus funciones
de forma tan insólita, fue esta:
«Senyors, ja no aguanto més. Vaig a ser-los franc: estic fins als
collons de tots nosaltres!».
Tiene interés que el autor se incluyera en la descalificación; que
la expresase ante un grupo reducido; y que la dijera en su catalán materno, como 'pensamiento en voz
alta', reflexión íntima, sin intención publicitaria. Lara no imitó tales cosas
y, menos todavía, lo más sabroso del suceso: Figueras, tras sincerarse
de modo tan concluyente,
dimitió de su puesto porque «no
aguantaba más». Es decir, que a la imitación del miércoles le faltó la dimisión
para ser de veras buena.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia
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