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sábado, marzo 24

Cómo tener unos piés sanos

(Un texto de Fátima Uribari en el XLSemanal del 23 de octubre de 2016)

Las fascitis, tendinitis y juanetes son epidemia entre la población adulta. Afectan a mujeres que usan tacones, corredores, bailarines, dependientes…

Dime lo que calzas y te diré lo que padeces. Es el sencillo diagnóstico de Isabel Guillén, Jefe de la Unidad del pie y el tobillo de la Clínica Cemtro de Madrid. «Metemos los pies en jaulas preciosas», explica y de ahí proceden la mayoría de las dolencias que padecemos en ellos. Pero no toda la culpa de los ‘Hallux valgus’, el nombre científico de los juanetes; de los dedos en garra; metatarsalgias; neuromas de Morton; fascitis plantares y demás males que son epidemia del hombre calzado se deben al zapato, también hay una predisposición morfológica y genética que juega su papel. hay poquísimos juanetes entre los africanos que viven descalzos, pero alguno hay.

En España, sin embargo cada año se operan cerca de 5000 personas de esta deformación dolorosa que padece un 31 por ciento de la población de más de 30 años de edad. El juanete es el campeón de los problemas del pie, y es muy femenino. Hasta el 80 por ciento de los pacientes en muchas consultas de traumatología del pie son mujeres. Es el precio de la coquetería. Las bonitas jaulas en las que ellas meten los pies son eficaces torturadores de uno de los dos puntos del pie sobre los que apoyamos el peso de nuestro cuerpo. La base y el talón deberían soportar en equipo y al 50 por ciento nuestra envergadura. Cuando el talón sube aupado por los tacones, el peso se descompensa y cae sobre la sufrida base, los dedos resbalan y se apelotonan. Dentro del zapato, los 26 huesos, 33 articulaciones, más de cien tendones, músculos y ligamentos que se alían para cargar con nuestro peso multiplicado por seis con cada paso que damos se adaptan esforzadamente a la jaula zapatil.

Ojo, tampoco es bueno ir totalmente plano. eso perjudica al tendón de aquiles, por ejemplo. Y las chanclas son fatales: animan a los dedos a ponerse en garra para sujetarse, son planas y no amortiguan, con lo cual sufren los metatarsos.

¿Mejor descalzos? Tampoco. el zapato se inventó para proteger al pie de las heridas y del terreno. Qué nos calzamos entonces? Un zapato más anatómico, que adapte el pie al suelo, dicen los médicos. El ideal tiene un poco de tacón (unos dos centímetros), sujeta el arco y amortigua la pisada. No debe ser duro (por las rozaduras), ni estrecho (los pobres dedos se deforman para caber), ni de plástico (por el sudor). En realidad, el zapato ideal es el que se hace a medida para cada pie de cada persona (no son iguales el izquierdo y el derecho). Un lujo al alcance de pocos.

Si le duelen los pies y va al traumatólogo sepa que saldrá de allí con unas plantillas. Es el primer paso habitual con las dolencias del pie. Si no funcionan viene la infiltración de antiinflamatorios y anestésicos. «También se hacen infiltraciones con células madre y sangre, pero no está demostrada su eficacia. El ácido hialurónico no se suele infiltrar en articulaciones pequeñas», explica la doctora Guillén. El último paso es la cirugía. Se procura evitar porque es una experiencia dura para el paciente. «El pie tiene una mecánica perfecta, cada uno de sus 26 huesos tiene su articulación y, al operar, alteras toda esa mecánica», explica Guillén. Tras una intervención de juanetes, por ejemplo, hacen falta de seis meses a un año para estar del todo bien. Una cirugía de juanetes nunca se debe hacer por estética, advierten los traumatólogos.

Ahora también se practica la cirugía percutánea, minimamente invasiva. Funciona bien para los dedos en garra o pequeñas deformidades como ‘el dedo del sastre’, el juanete del quinto dedo (el meñique del pie). Y la radiofrecuencia se utiliza cada vez más para combatir el Neuroma de Morton, la inflamación del nervio interdigital.
Tras las mujeres, otro gran grupo de sufridores de los pies es el de los hombres de entre 45 y 55 años que se han lanzado al mundo runner. Son carne de cañón para la fractura del recluta -provocada por una actividad muscular excesiva- y para el Neuroma de Morton. «Estamos perdiendo el norte con el deporte», alerta Guillén. «Mientras que los deportistas de élite se preparan para competir, el resto de la gente se prepara ya compitiendo», añade.
No es lo mejor pasar de la silla de la oficina a la pista de pádel o al campo de fútbol sin haber entrenado. Es insensato practicar deporte sin las zapatillas adecuadas o ponerse a correr sin saber (muchos lo hacen de puntillas cuando lo adecuado es posar los dos puntos de apoyo del pie). Conviene estudiar antes la pisada. una mala puede provocar sobrecarga lumbar, de cadera, tendinopatías… Cuidado, pues, con los pies. Sus heridas no se curan fácilmente. las estructuras distales (más alejadas del corazón) se infectan más al tener menos riego sanguíneo. Hay que hacerles caso, insisten los médicos. Sobre ellos recae el peso de nuestro bienestar. Los expertos calculan que debemos dar 10.000 pasos diarios. caminar unos 8 kilómetros. No hacemos ni la mitad. Si lo hiciéramos, el beneficio llovería sobre la circulación, el corazón y nuestro estado de ánimo. Y si lo podemos hacer es gracias a los pies, nuestros sacrificados pilares.

 Los principales problemas y sus soluciones

Juanetes
Su nombre científico es Hallux valgus, es el campeón de los problemas en los pies. En esta deformación, normalmente hereditaria, el primer hueso metatarsiano se desplaza hacia el lado interior del pie de tal manera que se produce una luxación en la articulación del primer dedo. La conveniencia de operarse o no depende del grado de desviación, de la situación de la articulación y de la edad del paciente. En los primeros estadios, las plantillas, los ejercicios específicos o la fisioterapia pueden ayudar a ralentizar la evolución de la dolencia. Generalmente si no duele, no se opera.

Cuando la intervención se hace ya necesaria, se puede elegir entre tres métodos. Si la desviación es ligera, basta con realizar un corte en forma de ‘V’ en el metatarsiano, desplazar el fragmento distal y fijarlo en la posición correcta con un tornillo (técnica de Chevron). Habitualmente se suele usar un tornillo de titanio, aunque una alternativa revolucionaria consiste en emplear una pieza de ácido láctico que se ‘suelda’ mediante ultrasonidos y que se disuelve por sí sola en un par de años. Si la desviación es de grado medio, lo que se hace es cortar el hueso en forma de ‘Z’, se coloca en su lugar y se atornilla (técnica de Scarf). Por último, si la desviación es severa, la tendencia es recurrir a la artrodesis de Lapidus, en la que se fija la primera articulación tarsometatarsiana con una placa.

Dedo en martillo: malformación difícil
El dedo en martillo, también llamado Digitus malleus, suele aparecer asociado al juanete. El deformado dedo gordo se mete debajo del segundo dedo y lo empuja hacia arriba, mientras que el tendón tira de la falange distal hacia abajo. De esta manera, el dedo acaba adoptando la típica forma de un martillo, a menudo acompañada por un doloroso ojo de gallo. Si no se trata, puede evolucionar y dar lugar a los llamados ‘dedos en garra’.

Esta malformación es difícil de tratar sin cirugía, que se hace ya imprescindible cuando los dolores se intensifican. La operación consiste en estirar y fijar la articulación media.

Fascitis plantar: invalidante
La inflamación de la fascia, una banda de tejido elástico que absorbe parte del impacto contra el suelo y protege los huesos del pie, es dolorosa, invalidante y latosa de curar. Se prescriben antiinflamatorios, plantillas, ejercicios, masajes e infitraciones. La cirugía es la última opción.

Espolón calcáreo: dolor punzante
Los médicos distinguen entre el dolor dorsal, en la parte posterior del talón, y el dolor plantar, debajo del talón. Este último suele desarrollarse como consecuencia del sobrepeso. En cualquier caso, no es el espolón lo que causa dolores, sino el tejido conjuntivo de debajo, sobrecargado e inflamado. El tratamiento consiste en emplear plantillas, ondas de choque y fármacos. En su variante dorsal, la protuberancia ósea afecta a la unión con el tendón de Aquiles. Se puede operar con cirugía abierta o mínimamente invasiva.

Tobillo: el gran miedo de los deportistas
Las del tobillo son de las lesiones deportivas más frecuentes. En nueve de cada diez casos se dañan los ligamentos externos, normalmente por una torcedura. Se suele aplicar frío y estabilizar la articulación con un vendaje o férula. No es necesario pasar por quirófano.

Lo que sí se operan son las posibles lesiones concomitantes, como la del tendón peroneo o el cartílago del astrágalo, que, de no ser tratadas, pueden derivar en una artrosis. Cuando los ligamentos sobreestirados no consiguen recuperar su firmeza, cabe la posibilidad de recurrir al bisturí para reforzarlos con material extraído del propio cuerpo. En una artrosis severa, los cirujanos pueden fijar la articulación o colocar una prótesis. Si hay fractura de hueso, se fija con placas metálicas.

Tendón de Aquiles: atentos a los síntomas
La mayoría de los problemas en el tendón de Aquiles se debe a una sobreexigencia. Ignorar los síntomas (hinchazón, rojez, calor, dolor) y continuar machacando al tendón suele acabar en rotura. Otra causa es la falta o insuficiencia de estiramientos. Algunos médicos recurren a la técnica del plasma autólogo condicionado (ACP), una forma derivada del tratamiento plasmático cuya eficacia todavía no ha sido contrastada.

PROFESIONALES CON MUCHAS HORAS DE PIE

Bailarinas: acostumbrarse al dolor
«Tengo los huesos salientes del pie encallecidos y se me destrozan las almohadillas de los metatarsos y del dedo gordo. También me quemo los empeines cuando bailo descalza», cuenta Amelia Caravaca, bailarina, coreógrafa y profesora de danza contemporánea. Los bailarines también suelen perder uñas… Cómo protegerse? «Usamos esparadrapo. Nada más. Antes de salir a un escenario con calcetines, me muero», dice. Y al hacer puntas, cuenta, «los dedos se amontonan, trabajan como un puño. Así, el peso no recae solo en el dedo gordo».

Enfermeras: zuecos y medias especiales
«Al acabar el turno, siento pesadez en las piernas, y eso que utilizo zuecos y medias de descanso…», cuenta Margarita Moreno, enfermera de maternidad y neonatología. Lleva 32 años pasando siete horas diarias al pie de incubadoras y atendiendo a mujeres que acaban de parir. «Las patologías típicas de las enfermeras son los juanetes, la fascitis plantar y el neuroma de Morton. Otro gran problema -cuenta Margarita- es la sudoración. los zuecos son de plástico y en nuestro servicio hace calor».

Tres ejercicios preventivos

Gire el talón hacia fuera y la punta del pie hacia dentro. De 2 a 5 minutos por cada pie.

Tense el puente y mueva las articulaciones de los dedos adelante y atrás, como si fuesen pequeñas orugas. De 1 a 3 minutos al día.

Ponga el talón en el suelo, la parte delantera de la planta apoyada en una moneda. Llévesela cuando el pie haga su recorrido de balanceo por el suelo.

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