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domingo, marzo 25

Los riesgos de la anestesia

(Un texto de Marisol Guisasola en la revista Mujer de Hoy del 22 de octubre de 2016)

¿Y si no me despierto? ¿Y si lo hago en medio de la operación? A esos temores se añade ahora el de la pérdida de capacidades mentales tras una intervención con anestesia.

Pocas personas que entran en un quirófano para una cirugía con anestesia general –unas 3,5 millones al año solo en España– se libran del temor a no despertarse jamás o de despertarse en medio de la intervención. Cuando salen de ese coma inducido –que no sueño– no tienen ni idea de lo que ha pasado durante la operación.

“Aunque es una inconsciencia reversible, no está libre de riesgos, por mucho que hayan disminuido enormemente desde la década de 1940, cuando más de la mitad de los fallecimientos por causas quirúrgicas se atribuían a complicaciones debidas a la anestesia”, explica el dr. Julián Álvarez Escudero, Catedrático y Jefe de Servicio de Anestesiología, Reanimación y Tratamiento del Dolor del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela.

“Hoy, la tasa media de mortalidad anestésica es de alrededor de un paciente por cada 200.000 intervenciones quirúrgicas, y ello aunque el envejecimiento de la población hace que se operen cada año más personas de edad, con una salud general más frágil”, añade.

Está claro que el estrés, la pérdida de sangre o la inflamación que genera una intervención quirúrgica puede ser demoledor para un paciente en edades extremas de la vida --bebés y niños pequeños y personas de edad--, o con patologías asociadas severas. Sin embargo, a esa preocupación se añaden otras, cada vez más frecuentes: ¿Perderé el juicio tras la operación? ¿Reducirá la anestesia mis capacidades mentales? ¿Aumentará mi riesgo de demencia?

El caso de Miguel Delibes

El profesor Sergio D. Bergese, director de Investigación de los departamentos de Anestesia y Neurocirugía de la Universidad del Estado de Ohio (EE.UU.) es uno de los científicos que más han investigado los efectos de la anestesia en el cerebro. En un reciente viaje a Madrid nos habló del caso del escritor Miguel Delibes, fallecido en mayo de 1998 en la clínica La Luz de Madrid, en la última de una serie de intervenciones.

“La operación de cáncer me quitó el cáncer, pero también otras cosas importantes: memoria, orden mental, capacidad de concentración, hematíes, dioptrías, oído, etc.”, confesaba Delibes en una entrevista publicada en ABC antes de su fallecimiento. “Han sido más de 10 años nulos, perdidos. Si tú te tiendes en una cama con un 100% de vitalidad y te levantas con 50% has dejado en la mitad tus posibilidades físicas y mentales. Como dirían los castizos, te han dejado hecho una braga”.

“Aunque casos como el de Miguel Delibes no son cotidianos, pueden ocurrir”, nos explica el profesor Bergese. “Hace unos 10 años ya se vio que entre el 30 y el 40% de los pacientes con más de 65 años sufren alteraciones en la función mental después de una intervención con anestesia general. Ese efecto puede ser pasajero, con síntomas como alucinaciones, falta de atención y cambios bruscos de humor y comportamiento. Es lo que se conoce como delirio postoperatorio (DO).

Sin embargo, un 10% de pacientes mayores operados no recuperan sus capacidades mentales normales en seis meses o más e incluso pueden no recuperarlas nunca y desarrollar demencia. Ese síndrome permanente –con problemas de memoria, déficit de concentración y dificultades para razonar con lógica– se conoce como disfunción cognitiva postoperatoria (DCPO) y hoy es objeto de mucha investigación”.

De hecho, se sabe que los efectos la anestesia en el cerebro son más profundos de lo que se pensaba. “Se creía que los fármacos utilizados en anestesia y sedación (como el propofol, benzodiacepinas, opioides y anestésicos halogenados) se eliminaban en cuestión de horas o días y no producían efectos a largo plazo –aclara el profesor Bergese–. Nuevos estudios han visto que pueden generar efectos permanentes”.
¿Qué riesgo supone entonces la anestesia para una persona sana?, nos preguntamos llegadas a este punto. Aún más: ¿Cuánta anestesia puede recibir una persona a lo largo de su vida sin que suponga un riesgo? Y, en lo tocante a los niños: ¿Qué efecto tiene la anestesia en un cerebro en desarrollo?

Retrasarlo en niños

“Nuevos estudios señalan problemas de aprendizaje y de comportamiento en niños expuestos a múltiples anestesias a edades muy tempranas –señala el profesor Bergese–. Por eso, la cirugía pediátrica insiste ahora en retrasar al máximo intervenciones que no sean vitales (por ejemplo, eliminar un sexto dedo) y, en cualquier caso, reducir las dosis y el tiempo de anestesia al mínimo necesario para que el niño no sienta dolor”.

“Por supuesto, es vital monitorizar al paciente segundo a segundo”, puntualiza a a su vez el profesor Álvarez Escudero. “Anestesiar a un paciente supone administrarle continuamente fármacos que tienen efectos en todo el organismo, y especialmente en el cerebro. Por eso, la anestesia debe ser “personalizada”. Por suerte, hoy tenemos anestésicos generales que se eliminan muy rápido. Al darlos en perfusión continua, podemos mantener la profundidad anestésica adecuada. También podemos cuantificar el dolor, lo que nos permite calcular las dosis de opioides que el enfermo necesita”.

¿Tiene menos riesgos la anestesia regional que la general?, es otra pregunta de muchos pacientes. “Aunque hay estudios que indican que la anestesia regional conlleva el mismo riesgo que la general, yo opino que esos estudios tienen parcialidad y que la anestesia regional con sedación mínima siempre que sea posible, permitiría reducirlos”, responde categóricamente Sergio Bergese.

En cuanto a qué tipo de anestésicos conllevan mayor o menor riesgo, los estudios son todavía escasos. “Establecer las diferencias nos permitiría optar por los mejores métodos –aclara el profesor Álvarez Escudero–. Aunque no tengamos toda la información, sabemos por ejemplo que el empleo de lorazepam (una benzodiazepina) puede aumentar el riesgo de delirio y agitación en el postoperatorio”.

Fue lo que le ocurrió a Elena Blanco, administrativa gallega de 62 años, operada de un problema vertebral y que tomó lorazepam para calmar su ansiedad por la intervención. “Se estaba recuperando bien, cuando, de pronto, tuvo una alucinación y se puso a gritar –cuenta su hija Elena–. Creía que su cama estaba al borde de un abismo y que se iba a precipitar montaña abajo. Al día siguiente, había vuelto a la normalidad, pero fue una experiencia aterradora”.

¿Volver a ser el mismo?

“Hay que seguir investigando porque cada vez más pacientes nos preguntan si van a ser los mismos después de una cirugía”, explica el profesor Álvarez Escudero. “Dicho lo dicho, no hay que asustar a la población. La inmensa mayoría de los pacientes intervenidos se recuperan totalmente en poco tiempo”.

”Suelen ser los hijos quienes llaman para decirnos que sus padres o abuelos no son los mismos después de una cirugía”, añade el profesor Bergese. Elisa Delibes, hija del escritor Miguel Delibes, nos cuenta que cuando su padre escribió las líneas que publicó ABC, “sabía que era lo último original que de él se iba a publicar. Es cierto que tenía un cáncer, pero con 78 años sus facultades físicas y mentales eran excelentes. Acababa de concluir El hereje, una novela compleja, y seguía saliendo a cazar todos los fines de semana. Cuando llegó a casa después de la primera intervención (el 21 mayo de 1998) sus respuestas eran más lentas y su mirada era la más triste que he visto en mi vida, aunque seguía siendo él, con facultades mermadas. Seis meses después le volvieron a operar dos veces más, para “arreglarle” la colostomía. Ya no volvió a ser el mismo. Las operaciones duraron tanto como la extirpación del cáncer, alrededor de 7 horas, y la vuelta en sí fue traumática. Lo he pensado muchas veces: a una cierta edad es mejor no intentar solucionar todo con operaciones tan largas. Quizá sea mejor vivir menos tiempo pero en mejor estado. Dicho eso, me alegro mucho del esfuerzo que están haciendo los profesores Bergese y Álvarez Escudero para profundizar en los efectos de la anestesia en el cerebro y prevenir complicaciones no deseadas”.

“Además de seguir investigando, tenemos que animar a los pacientes a que nos hablen de sus preocupaciones antes de su operación”, añade Sergio Bergese. “Cuanta más información tengamos, más probabilidades de que se despierten en plenitud de facultades físicas y mentales”.


Medidas que pueden reducir el riesgo de problemas cognitivos:
  • Hablar constantemente con el paciente durante una intervención con anestesia regional, asegurándose de que responde a su nombre (esta práctica mejora la actividad cerebral).
  • Asegurarse de que el paciente llega a la cirugía bien nutrido e hidratado (para asegurar un mejor flujo sanguíneo al cerebro).
  • Animar las visitas de familiares y amigos. El contacto con la familia, hablar, leer el periódico, escuchar la radio… potencian la actividad cerebral.
  • Hacer que el paciente se levante de la cama durante el día, en cuanto sea posible.
  • Evitar el empleo de medicamentos no totalmente necesarios.

Factores que aumentan el riesgo de problemas cognitivos:
  • Tener una edad avanzada; alcoholismo; tabaquismo; sedentarismo.
  • Nivel académico bajo; vivir solo.
  • Sufrir carencias nutricionales.
  • Tener problemas cognitivos previos.
  • Tener otras enfermedades (además de la que ha traído a cirugía).
  • Someterse a cirugías de alta complejidad o de urgencia.
  • Tener infecciones, fiebre u otras complicaciones post operatorias.
  • Necesitar estancias hospitalarias prolongadas.

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