La Rochefoucauld Un hombre de honor que ejerció de moralista
(Un texto de Mariano Blasco Valle en el Heraldo del 5 de agosto de 2019)
Escritor, aristócrata, militar y filósofo francés, conocido sobre todo por sus 'Máximas'.
Sí, soy duque, duque de la Rochefoucauld y príncipe de Marsillac.
Mi padre, Francisco I, me dio buena cuna y fortuna, y todos mis
conocidos, el maldito cardenal de Retz, ‘madame’ de Lafayette, ‘madame’
de Sevigné, La Fontaine, Moliere, Boileau, Racine, Bossuet... todos
comentan con ironía que, teniendo buena posición, puedo dedicarme a
meditar sobre el mundo. Pero yo les digo, ¿debe adornarme algo más? ¿No?
Si no fuera así, dadle a mi mozo de cuadras toda la jornada libre y
veréis que no escribirá ni la primera mitad de una de mis máximas.
No soy una peluca empolvada aunque deba portarla para convivir en mi tiempo. Con
mi fortuna podría desayunar en la cama servido por dos campesinitas,
orinar lo destilado en la noche y ser vestido por dos criados.
Pero
no amo esa vida. Sé vestirme solo, yo mismo preparo mi sobrio almuerzo.
Solo preciso que alguien lustre mi peluca una o dos veces al mes.
Mi rubia duquesa (1) me reprocha que últimamente pase tantas horas
trabajando, pero debo responder al perdido de Retz que se ha atrevido a
escribir a sus amigos…
"Nuestro
Prince jamás fue guerrero aunque ha sido un buen soldado. Jamás supo
ser un buen cortesano, aunque siempre tuvo la buena intención de llegar a
serlo. No ha sido jamás un buen hombre de partido, aunque toda su vida
ha militado tenazmente en alguno. Este aire de pudor y de timidez que
afecta, con la pluma en la mano adquiere un insoportable matiz didáctico
y moralista. Cree siempre tener necesidad de dar lecciones, lo cual,
junto con sus máximas, que no subrayan precisamente la virtud y su
práctica, me hace concluir que hubiera sido mucho mejor que se hubiera
conocido más sinceramente. Hubiera podido ser el cortesano más educado
que adornara este siglo".
¡Bastardo!
Un cardenal del que podría describir las fiestas más lujuriosas que
conozco. Disfraces de burros excitados, fuentes de vino donde se bañan
pequeñas doncellas, escandalosos rituales casi demoníacos y este falso
príncipe de la Iglesia me juzga así. ¡Bien! Yo fui amante de ‘madame’ de Longueville y me dio un hijo, pero a saber cuántos niños esperan su apellido.
Insultarle
me ha costado caro. Es un hombre vengativo, han arrasado mi amado
castillo de Verteuil, me he tenido que someter bajo la promesa de que
dejaría la espada y solo esgrimiría la pluma, sin que sepan que a veces
ésta es más feroz y que en mis memorias dejaré a cada cual en su sitio.
Ya
me queda poco, sufrí heridas por mi honor y por ser hombre de batallas y
sufro el mal de la gota y me dicen que deje de beber y de comer caza.
Mi amigo Bosset (2) me ha prestado a su médico pero es un asno. Cuantas
más sangrías soporto más débil estoy y me torno macilento y
malhumorado. Nadie sabe del dolor como yo pero, sobre todo, de la
incapacidad que origina tener hinchado el pie devorado por un perro. Mi
orín está cargado y deja herrumbre en la bacinilla. Se me han hinchado
las piernas y los párpados.
(1)
La "rubia" fue la duquesa de Longueville, su amante. Hermana del
príncipe de Condé, el ‘Alejandro Magno de Francia’, vencedor de Rosnay.
(2)
Jacobo Benigno Bossuet, (1627-1704) fue un destacado clérigo,
predicador elocuente y defensor del poder absoluto de los reyes
procedente de forma directa de Dios. Ocupó importantes cargos y, dada su
condición, contaba con médico particular, que cedió para tratar a La
Rochefoucauld, lo que fue decisivo para su empeoramiento. Dada la
amistad que les unía se supone que fue de forma involuntaria.
El duque padeció gota pero no fue ésta la causa directa de su muerte.
La gota (artritis por ácido úrico) puede afectar a cualquier
articulación, pero es la del primer dedo del pie la que se inflama con
más frecuencia (podagra).
Descrita
desde hace tiempo, se debe a un trastorno del metabolismo de las
purinas (proteínas) sucediendo el depósito de uratos en esa localización
pero también en otros tejidos como la piel (tofos), en los cartílagos
(en orejas) y, lo más grave, en el riñón, originando cálculos e insuficiencia renal
(nefropatía por ácido úrico) complicación hoy poco frecuente, pero no
así en los tiempos en los que el tratamiento consistía en hacer
sangrías. Murió a los 67 años (edad habitual para entonces) y probablemente precipitó su éxitus una insuficiencia renal, agravada por la toma de preparados mercuriales y las sangrías que, sin medida, le realizó el médico particular de Bossuet.
Etiquetas: Grandes personajes, libros y escritores
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