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domingo, mayo 30

Caminos de Langa

(La columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 20 de septiembre de 2015)

Caminar desde Langa del Castillo a la ermita de la Virgen de Tocón resulta una excursión agradable. El paisaje se adorna con el fondo de sierra Modorra, que por tener tiene hasta curioso el nombre. Antes de llegar al templo hay que pasar por la cruz de la Coja, que ahora es una presencia fantasma porque de ella solo queda el recuerdo.

La cruz de la Coja, cuyo brazo más largo rondaría el metro y medio, la perfilaban en el suelo un montón de pedruscones que, con paciencia y a propósito, se habían ido depositando en un ribazo. «Dicen que si a una maestra le ocurrió una desgracia por aquí. Cuando se iba o se venía, más de uno hacía un alto para musitar una oración», me comentan los lugareños. Lamento que haya desaparecido en las últimas décadas, quizá a consecuencia de alguna mejora del camino que pasa a su lado.

Llego a la ermita y reposo bajo la sombra de sus pinos. Dicen que en el siglo XII, cuando Alfonso I conquistaba la zona, estalló una pendencia entre dos facciones de sus nobles. En el transcurso de la disputa un personaje importante se refugió en el santuario donde entonces se veneraba la Virgen de Tocón, en otro pueblo que nadie recuerda cuál es. Sin respetar suelo sagrado, brillaron las espadas dentro del recinto y el perseguido fue asesinado. Fue entonces cuando, para demostrar su descontento, la imagen de la Virgen decidió mudarse de lugar. Como por milagro desapareció, siendo hallada en unos campos de Langa que trabajaba un tal Tocón, «moro de paz» en expresión del padre Faci (1739), quien continúa: «En este sitio, donde apareció, se le fabricó pequeño templo». Aquella pequeña ermita sería transformada en el siglo XVIII en la que, con alguna reforma posterior, hoy podemos disfrutar.

En Langa conocen la leyenda, pero entre los vecinos está más extendida la creencia de que la Virgen se llama como se llama porque se apareció sobre un tocón, o sea, sobre el pedazo de tronco que queda pegado a las raíces cuando se tala un árbol. De la imagen medieval nada se sabe. La talla actual es obra del XVI. Para garantizar su seguridad se conserva en la iglesia del pueblo. Por eso, cuando regreso de la ermita, entro a visitarla.

La iglesia parroquial de Langa está dedicada a san Pedro (casi parece pequeña catedral de lo majestuosa que es). En el interior y en la impresionante altura de una cornisa que adorna la grandiosa cúpula principal, hace más de un siglo los obreros que la repararon se dejaron olvidado el cantarico de agua que utilizaban, a modo de botijo, para calmar la sed. Desde su posición se asoma curioso para que lo observe la feligresía. Quien no sepa dónde está y se entretenga en buscarlo, se perderá buena parte de la misa.

 

 

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